Estoy digitalizando a mis padres. En realidad he decidido informatizar la memoria de los Muñoz Avia. Es un trabajo complejo, polvoriento y lacrimógeno, pero muy divertido. Rodeado de álbumes de fotos, recortes de periódicos y cajas de diapositivas voy seleccionando lo que debe pasar por el escáner o lo que se condena al olvido. Eso debe ser lo que se llama memoria selectiva. Me siento importante, como los jueces de operación triunfo, tú sí, tú no, tú sí, tú no, porque la decisión marcará el recuerdo que nuestros descendientes tengan de sus abuelos, bisas y tataras. Reconozco que es una interpretación muy subjetiva de la historia, pero no querréis que escanee todas esas vergonzantes imágenes en las que salgo en calzoncillos, con flequillo cacerola o vestido a la moda albanesa (no del país sino del cantante).
La memoria se sustenta en la fotografía y a partir de ahora en YouTube. Lo he comprobado repasando álbumes y demostrando que todos los pasajes que recuerdo de mi infancia están, casualmente, recogidos en alguna foto. Por eso estoy grabando todas las fotos en el disco duro de mi ordenador, para poder sacar de mi frágil memoria todos esos recuerdos y así poder meter nueva información en el cerebelo.
Lo malo de escavar en la memoria es que uno lo hace con cierto miedo. He encontrado un montón de fotografías y documentación que nunca jamás había visto y, aunque en la mayoría de las ocasiones la sorpresa es positiva, uno va con miedo pensando en lo que se pueda encontrar. Siempre da miedo abrir el cofre del tesoro y saber algo que hubieras preferido no saber. De momento no he descubierto ningún crimen ni aventura inconfesable de mis padres, pero no puedo negar que estoy flipando con algunas imágenes a las que no sé dar explicación. Os pasaría lo mismo si viéseis a Antonio López en gabardina saltando por una montaña con un cigarro en la boca; o a mis padres vestidos de mayordomos sirviendo la cena en una fiesta; o esta última a la que no consigo darle explicación: Don Lucio y Doña Amalia, elegantemente vestidos, supervisando las obras del Estadio de Montjuic. La imagen es normal, un equipo de trabajo en plena faena con un operario en la zanja y cinco mirando, pero... ¿qué coño pintan mis padres allí? De verdad que no es photoshop, que estaban allí, tan monos, con sus cascos y su carpeta. Igual eran arquitectos y nosotros no lo sabíamos... Si ya decía yo que los cuadritos no podían dar para tanto.
Llevo un par de días buscando una respuesta pero no la he encontrado. A lo único que he llegado es a las consecuencias genéticas derivadas de esta imagen, ya sea por mi vinculación profesional al mundo del deporte o por mi militancia periquita. De algún lado me tenía que venir. Qué sé yo...
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