Hace tiempo que no estaba tan nervioso. No, el café no estaba muy cargado, pero he tenido que ir corriendo a la estantería de los discos y buscar un concierto de piano de Mozart para sosegarme. No lo hago a menudo, ni lo de correr, ni lo de escuchar música tranquila; la llamo tranquila porque si digo clásica puede llevar a equívoco porque lo que yo escucho son ya todo clásicos. Pero Mozart seguro que me tranquiliza y evita que la tarde sea dura para los que me rodean.
No, no son las elecciones, ni el crimen de El Salobral, ni el fraude de Armstrong, ni tan siquiera la estúpida señorita que me ha atendido en Movistar para intentar realizar una gestión por enésimonovena vez. Los directivos de Movistar deberían llamar de vez en cuando al 1004 para entender porque pierden clientes y porque empeoran resultados y tienen que hacer ERE. Para cambiar un móvil de tarjeta a contrato y acogerme a la tarifa que más me conviene (ofrecida por ellos), llevo varios días, he ido a la tienda, donde me han mandado al 1004, donde me han vacilado, me han dejado en espera casi media hora, me han cambiado de interlocutor cuatro veces y al final me han mandado de nuevo a la tienda. Pues sepan ustedes señoritas Andrea, Mabel y Conchi que aunque han conseguido subirme las pulsaciones con su desparpajante torpeza, ni siquiera son ustedes las causantes de mi alterado estado nervioso.
Ahora lo vais a entender, acabo de leer en la prensa que se inicia un concurso de acreedores de Scalextric, vamos, lo peor que podíamos esperar de esta crisis. Si Scalextric se va al garete se va con ellos buena parte de nuestra historia y nuestra identidad. No podemos permitirlo, hay que hacer algo, no podemos dejar a nuestros descendientes huérfanos del más cotizado sueño infantil. Ahora sí que es el momento de una rebelión en toda regla y estoy diseñando un plan de acción sin manifestaciones ni política, porque ya he comprobado que esas bobadas se la traen floja a la gente; vamos a poner en marcha un paquete de medidas para recuperar parte de nuestra idiosincrasia (esta es más difícil que masturbación ¿eh?): en primer lugar voy a poner esta misma tarde a mis hijos a montar el escalectric, que lleva años en el desván, llorando con Woody y Buzz-lightyear porque Andy y el resto de niños sólo saben jugar con la Plei, la güi, la pesepé, la dese o la equisvos. A continuación voy a lanzar una campaña en redes sociales para que todos dejemos de comprar videojuegos y compremos coches, pistas, cambia-vías, cuenta-vueltas, peraltes, puentes, lo que sea del juego más divertido, moderno y emocionante del mundo y que también ejercita los dedos, como la consola (que no el consolador, ese no ejercita los dedos). Os creéis que voy de coña, pero no, es el momento de reivindicar productos españoles, saludables para la mente y que forman parte de nuestro corazoncito. Salvemos el Scalextric... y a Mozart también.
Me acuerdo yo de los domingos lloviendo, que nos sacaba mi madre la caja del Scalextric y cuando ya lo teniamos todo montado: con sus protecciones, su cuenta vueltas, sus dos curvas peraltadas, sus siete sorteos para ver a quien le tocaba el coche azul que era el que siempre ganaba... se oía a mi madre por el pasillo que decia "niños recoger el scalextric y poneros el pijama que empieza la peli de la 2 y os teneis que acostar".
ResponderEliminarPuffffffffffffffff ya estoy llorando.
Marta trolera, tu madre no decía la 2, sino el UHF, que nos conocemos. Además tenías que irte a la cama porque la peli tenía 2 rombos. El Scalextric; yo les compré uno a mis hijos hace unos años, lo montaron una o ninguna vez y me miraron con cara de marciana retrograda, creo que no lo entienden, o que su cerebro no puede procesar un juego tan primitivo. En cualquier caso, apoyo la campaña proscalextric, aunque sólo sea por nostalgia.
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