Pascual Maragall es un tipo que siempre me ha caído bien. Con su bigote y su flequillo ha sido uno de los políticos más valorados y respetados de esta época que vivimos. Incluso me parece encomiable su forma de afrontar la enfermedad que padece y el trabajo que él y su familia están desarrollando para dar a conocer las miserias del Alzheimer y así luchar contra él. El otro día me quedé enganchado a la tele viendo un excepcional documental que engrandecía y humanizaba más todavía al personaje, a la vez que mostraba el cruel y voraz avance de la demencia. Esa maldita enfermedad tan presente en nuestras vidas, que a casi todos nos ha separado de gente muy querida antes del adiós definitivo.
Nosotros lo vivimos en casa con mi madre y desde entonces sigo de cerca las informaciones que hablan de posibles avances en su tratamiento. Ahora ya no pienso en mi madre sino que lo hago de forma egoísta, con la esperanza de que los avances de la ciencia me priven a mí y a mi familia de ese doloroso y anodino final.
Todo esto os lo cuento porque ayer salí a montar en moto y, como siempre que hago enduro, volví a casa sudando y deseoso de tomar una ducha calentita. Y aquí empezó mi calvario, cuando tras dos o tres minutos de dejar correr el grifo, lo único que salía era agua gélida. Lo primero que hice fue probar a cerrar y abrir de nuevo el grifo, pero nada. Entonces reaccioné como cualquier humano en esta situaciones, echándole la culpa a los demás, y grité: "¿Quién coño ha abierto un grifo?", pero nada. Con el consiguiente cabreo, opté por vestirme de nuevo, salir del baño, bajar las escaleras y salir a la caldera refunfuñando: "Mierda, siempre me tiene que pasar a mí, no podía estropearse la calderita en otro momento..." Pero nada, el calentador funcionaba correctamente, lo "reseteé" (versión moderna de apagar y encender) y regresé a la ducha. Volví a probar pero nada. Me cansé de "pero nadas" y convoqué un referéndum en mi conciencia para decidir entre ducha fría u olor a sudor. Muy a mi pesar ganó la ducha fría y, en ella estaba yo, ya sin respiración, empezando a gritar tartamudamente, cuando al otro lado de la puerta oí a Montse, tan listilla como siempre, que me sugería: "¿Has probado a abrir el agua caliente?". Orgulloso y cabreado, la mandé a la mierda mientras giraba el grifo hacia el símbolo de la H roja, que debe querer decir "hierve" porque de inmediato empezó a salir agua muy, pero que muy, caliente.
No sé... Quizás debería preocuparme ¿no?
Jejejeje, mas que yo listilla...... el tontillo. No quiero pensar lo que me habrían llamado mi familia si soy yo la que hago semejante estupidez.
ResponderEliminarDIOS MIO, GRACIAS INFINITAS. Acabáis de arrancarme una carcajada, y eso que estoy solita en casa. Hermana creo que lo que de ti se hubiera o hubiese dicho en una reunión familiar si haces tu la cagadita no se puede repetir ni en este blog sin censura. Claro que propongo que el tema con su protagonista sean retomados estas Navidades por ejemplo, por aquello de tener alguien con quien meternos un rato , mas que nada.
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