Cuando leo el periódico cada día, me viene a la mente una imagen traumática de mi infancia. Los protagonistas eran siempre mi padre y su mejor amigo, Antonio López. Se veían muy a menudo, creo que más de una vez por semana. Siempre hablaban de pintura, de arte, de cultura, con esa apasionada obsesión que los dos tenían por su trabajo. Pero al final casi todos sus encuentros tomaban un deprimente sendero hacia el más oscuro escepticismo vital. Yo jugaba por el jardín y de vez en cuando me acercaba a la mesa donde ellos tomaban un café o simplemente charlaban, esperando encontrar alguna carantoña, como el perro que lleva la pelota para que se la tiren, pero siempre salía de allí con las orejas gachas, pero no por falta de cariño, sino por oír alguna terrible frase apocalíptica. Antonio agachaba la cabeza y la agitaba lentamente de lado a lado mientras moldeaba con su mano un trozo de cera o plastilina; en frente, mi padre hacia garabatos sobre una servilleta con bastante energía, mientras se intercambiaban animosas sentencias: "Este mundo no tiene arreglo", "estamos condenados a la extinción", "no hay ninguna esperanza, es imposible ser optimista", "no hay salida"... Ahora entenderéis mi trauma, que por entonces era miedo y sufrimiento. Sentía que mis padres lo estaban pasando muy mal y que algo grave iba a pasar en breve pero ellos nos lo ocultaban.
Ahora, con los papeles cambiados, he tenido más de una vez esa misma sensación cuando estamos en casa charlando de la situación política o de la actualidad internacional con amigos y aparecen los niños. Diego, que ya se lo sabe, se da la vuelta y se marcha refunfuñando: "Ya estáis hablando de política"; Martín, sin embargo, se agobia, cambia el semblante y preocupado pregunta: "¿Qué ha pasado?" En ese momento siempre recuerdo mi trauma e intento disimular hablando de cosas más mundanas como el tiempo, el coche del vecino o el dedo del memo de Mourinho.
Lo que pasa es que luego abro el periódico y me reencuentro con la realidad, con imágenes de terror que llegan de Damasco, Gaza, Mogadiscio, Saná, Tripoli, Veracruz, Birmingham, El Cairo o de una prisión de Georgia. Muerte y violencia por doquier en un mundo que cada vez se va pareciendo más al inquietante futuro de Blade runner o a la peor peli de terror.
Me temo que la premonición de mi amigo Paul Collier puede estar más cerca de lo que parece y no haremos nada por evitarlo. Resumiendo, dice que si no hacemos algo por ayudar al tercer mundo facilitándole el desarrollo, el tercer mundo vendrá aquí a reclamar su parte del pastel. Pero nosotros, bastante tenemos con la prima de riesgo. Tengo miedo.
Como dice Galeano, "vamos al desastre, sí, pero en qué cochazos..."
ResponderEliminarTe veo deprimidillo, tu cuando te levantes simplemente date un autobeso, sólo por haberte levantado ya te lo mereces, y luego a por lo siguiente. Cada cosa tiene su afán y hay que hacerlas todas, por orden y bien. Animo y a por el toro.
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