martes, 21 de febrero de 2012

ANDANTE MA NON TROPPO

Algún antropólogo, sociólogo o psicólogo debería explicarme por qué es imprescindible andar para hablar por el móvil. Por qué nadie es capaz de quedarse quieto en el sitio discutiendo sus asuntos y en cuanto suena el timbre del teléfono todo el mundo echa a andar con rumbo perdido como si hubiese empezado una competición. Es obvio que es una cuestión disléxica de incapacidad humana para coordinar diversas actividades del cuerpo. No es mentira que no estamos capacitados para andar y comer chicle a la vez sin terminar mordiéndote el labio o tropezándote; beber andando es ya para súper expertos... Pero no sé por qué maldita razón el móvil invita a la excursión y a esparcir la mierda por toda la oficina, la casa o la calle en la que uno esté. Sí, digo la mierda porque a medida que uno está más cabreado por lo que está hablando por el móvil, sus movimientos se hacen más descontrolados y su cabreo va dejando rastro por donde pasa.
En la oficina empieza a ser un tema bastante molesto. Se da el caso de que a menudo, casi a diario, alguien entra en mi despacho, hablando por el siniestro aparatejo, se da un paseo y vuelve a salir, ante mi cara de incredulidad. Eso sí en su paseillo me dejan unas migajas de bronca o disgusto tiradas por la moqueta. Que sí habían quedado que me lo mandaban hoy, por qué son tan informales y ahora dicen que lo mandarán la semana próxima.... No sé de qué se trata, ni quién hay al otro lado pero ese trocito de malestar me lo han traspasado con esos invasores pasitos por mi territorio. Otro compañero, enganchado a esta práctica, lo hace a voz en grito y uno se va enterando de toda su conversación esté donde esté y sólo cuando ves que ya suena de forma estruendosa abres la puerta del despacho para que entre, deambule y vuelva a salir hacia el otro lado del edificio.
Se trata de algo biológico, algo similar a lo que hacen las aspiradoras automáticas o los limpiafondos-robots que van avanzando sin ningún criterio hasta chocarse con un obstáculo y darse la vuelta. Lo curioso es que si luego le preguntas a alguien por su paseo durante la conversación, lo normal es que no lo recuerden, que no sepan lo que han visto, dónde han estado y simplemente se les ha grabado en el disco duro la conversación. Yo, que empiezo a estar hasta las narices, voy a poner un muelle en mi puerta, voy a empezar a poner trampas y obstáculos y les grabaré saltándolos para que luego no puedan negarlo. Lo bueno del tema es que mientras eres esclavo del móvil, por lo menos haces ejercicio...Quien no se consuela...

3 comentarios:

  1. Por lo menos ahora existen los moviles. Yo una vez casi pierdo un brazo, por curpa del cable del telefono de la cocina y mi mania de hablar dando vueltas sobre mi misma.

    ResponderEliminar
  2. Aaaahhh y ponte las pilas, tienes 100 mensajes sin leer.

    ResponderEliminar
  3. Y son los hombres los que no paran cuando hablan por teléfono? o las mujeres también? Que oficina mas desquiciada para trabajar...

    ResponderEliminar