De pequeño siempre llevaba el pelo largo, como mis hermanos, y sólo tenía problemas cuando en verano íbamos al pueblo de mi madre y se reían de nosotros: nos llamaban melenas, niñas y mariquitas. Nosotros nos consolábamos llamándoles pueblerinos. Ahora tengo esa misma sensación, pero en Madrid. Lo que en San Francisco era un signo de modernidad, de tolerancia y hasta de creatividad, aquí sigue siendo medido con los más casposos parámetros de los años sesenta. Un melenas es un macarra, un tatuado es un perro flauta y un tío con pendiente, un maricón. En California me aplaudían cuando me dejaba el pelo largo y mi barba desarreglada y aquí, cuando me paso un centímetro del modelo "dependiente de Cortefiel" me ponen mote. Últimamente me han comparado con Einstein, Junco o el viejo inventor de Regreso al futuro y yo, que soy un calzonazos, les he hecho caso y me he cortado el pelo.
Hoy lo he hecho por otras razones logísticas. Me lo corto siempre la semana antes de ir al Sahara, porque allí hace calor y porque para estar una semana sin ducharte y durmiendo en el suelo, mejor es tener poco pelo que ensuciar y que malpeinar cada mañana.
Me ha llamado la atención que la peluquería estaba vacía, cuando siempre he esperado muchos minutos para que me atendieran. Como es lógico, se lo he achacado a la crisis, máxime cuando hoy me han contado que ha quebrado una de las principales franquicias de peluqueros. Por un lado me ha chocado, porque había oído que ahora, ante los posibles despidos, la gente está cuidando más su imagen, quitándose los tatuajes y cortando las melenas, con lo que esperaba encontrarme a todo el heavy metal madrileño en la peluquería. Luego he pensado que si está vacía la peluquería, el efecto será contrario y empezaremos a ver a muchos rastas por la calle. Al final he llegado a la sabia conclusión de que la gente, recortes por aquí, recortes por allá, ha vuelto al viejo sistema de cortarse el pelo en casa con su madre, su esposa o su espejo. Fijaos por la calle, la cantidad de trasquilones que están aflorando.
Menos mal que con esta reforma laboral se arregla esto en un par de días. Está claro, será más fácil despedir a los peluqueros y estarán en casa para atender a toda su familia. Para algo tiene que servir tanto tijeretazo.
Esta semana me lo cortaré yo, mato dos pájaros de un tiro, acallo a los que me dicen también que si los rizos, las melenas, las patillas (que las pienso dejar igual de largas) y por otro consumo y evito que cierren otra peluquería....
ResponderEliminarPues ayer estuve yo tiñendome y en las peluquerías de señoras sigue habiendo mucha gente a todas horas. Yo siempre voy los lunes que es cuando menos gente hay y te cogen sin cita previa.
ResponderEliminarMe aburre mogollon las peluquerias y nunca he entendido porque la mayoria de ellas, tienen todas sus paredes son cristaleras a modo de escaparate. Porque entre los baberos esos que te colocan , las pinzas multicolores y lo del papel albal.......... no se salva ni el Tato.
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