Anoche estuvimos en una inauguración. Llevo toda la vida yendo de
inauguraciones. Hay gente que no sabrá ni lo que es, pero en esta
familia lo conocemos desde muy pequeñitos. De hecho por las tardes,
cuando veíamos a mi madre arreglarse, la pregunta no era si iba a salir,
sino si había inauguración y dónde. Siempre sí, en Juana Mordó, en
Biosca, en Rayuela, en Aele, en Egam...
La de ayer era en Egam,
otro clásico en la familia. Bajas las escaleras de la calle Villanueva y
te encuentras a Enrique Gómez Acebo, sonriente y esperando que te
acerques para contarte el último chismorreo o divertida anécdota del
mundo de la cultura. Acaba de inaugurar una de las artistas titulares de
la galería, un fichaje de Enrique cuando ella era una promesa, y que
ahora ya es fija en la alineación. Ella parece menos nerviosa que en
ediciones anteriores; será la experiencia o la sensación del deber
cumplido, de haber llegado a tiempo con la producción, de poder airear
un poco el estudio, de mostrar sus últimas creaciones, de ver la cara
que ponen los amigos, los entendidos, los colegas... En este trabajo,
tan envidiado y desconocido por tantos, la recompensa llega de esa forma
tan cruel: de golpe. Te pasas dos o tres años encerrado en el estudio a
solas con los pinceles y en una tarde te enfrentas al veredicto.
¿Gustarán?, ¿se venderán?, el artista siempre te dirá que eso da igual,
que los ha pintado para satisfacer su instinto creativo y que lo de
menos es vender, pero sabe que la peor sensación que puede tener un
pintor es la de recibir en el estudio a un cuadro que vuelve, con las
orejas gachas, después de varias semanas en la sala de exposiciones.
Pero
esta vez volvió a salir por la puerta grande, como siempre. Se agobia y
lo sufre como buen profesional, autocrítica y responsable que es, pero
ella misma sabe cuando lo que está pintando va por buen camino o no.
Sino, hubiera llamado a Enrique para pedirle que retrasara la
inauguración. Por eso la sonrisa expresaba algo más que la felicidad de
ver juntos a todos los amigos y familiares, era el recibo de esa
merecida recompensa.
No seré yo quien haga la crítica de
Gómez-Osuna (lo del guión es una invención identitaria para evitar que
en ningún sitio pongan simplemente Gómez), pero sí puedo decir que si
algo aprendió en los estudios familiares es a ser coherente, franca y
exigente consigo misma (bueno y con los demás también un poquito). Por
eso sonreía y por eso su marido paseaba por allí más ancho que largo y
sus hijos disfrutaban orgullosos de esa maravillosa experiencia de ir de
inauguraciones maternas. Si no estuvisteis ayer, no os perdáis la
exposición porque está muy bien y si os interesa comprar algo, decid que
vais de mi parte, que la conozco bastante. Ay la Montse, que nos ha
salido pintora o como decía el pastor de Santamera: "Ahí va la Monse con
el amoto, con lo fina que parecía ella..."
PD En lo de más ancho que largo, también ha tenido algo que ver la casa Mahou.
Pues a La Montse simplemente decirla que ENHORABUENA, que una vez mas nos ha encantado su trabajo y que ayer estaba radiante en todos los aspectos.
ResponderEliminar¡¡ Felicidades Cuña ¡¡
Que buena me he vuelto, estoy flipando yo misma, no he hecho ningun comentario sobre el Ancho y largo. Me estoy haciendo mayor. Me tomare una Mahou
ResponderEliminarCuanto siento no haber podido ir. A ver si la próxima semana podemos ir, !!Felicidades!!!. Un beso Victoria
ResponderEliminarEnhorabuena a Montse, Por la exposición, que me gusto especialmente, Por lo guapa que estaba, Por los hijos que tiene y por el largo y ancho, aunque..largo,largo.
ResponderEliminarun abrazo
Montse, enhorabuena! Es un trabajo estupendo, me ha encantado (una vez más).
ResponderEliminarBesos!