jueves, 3 de mayo de 2012

LA... MADRE NATURALEZA

Cuando las cosas vienen mal dadas, ni siquiera el clima ayuda. En el año de máxima sequía desde hace casi un siglo, resulta que llueve a cantaros durante dos semanas, la de Semana Santa y la del puente de mayo. Parece diseñado a propósito para que ni siquiera del tiempo libre puedan disfrutar los españolitos. Uno de ellos aprovechó ayer los únicos rayos de sol para leer el periódico, sentado en una hamaca en una paradisiaca terraza sobre el valle del Río Salado. Pero entre el solecito y las noticias que leía, se me bajo el rating y me quedé "tostao".
Realmente era una siesta de las de presumir. En un escenario bucólico, con los árboles en flor, los buitres sobrevolando el cañón, el río más crecido que el propio "Mou" y el único sonido de fondo de la madre naturaleza. Su puta madre, cómo suena la naturaleza... Concierto a varias voces de todo tipo de pajaritos, gorriones, jilgueros, abubillas...Pio, pio pio, pi-pi-pi, kri-kriiii, ts-ts-ts y de repente la percusión de un pájaro carpintero agujereando una rama y casi mi tímpano. A esta orquesta, rápidamente se incorporan dos gallos que se gritan desde una esquina a otra del pueblo y que son interrumpidos por el afónico rebuzno del burro al más puro estilo vuvuzela... Estoy despierto pero lo vuelvo a intentar, al fin y al cabo, todo el mundo sueña poder dormir una siesta en un lugar como este. Entonces distingo el cencerro de las cabras que bajan la ladera y el mastín que ladra con fuerza porque ha oído a dos gatos que maullan con histeria por algún asunto de faldas. No existe chillido más inquietante que el de los gatos a punto de pelearse: MiAAAuuuuuuuuuuaAAAAuuuuuuUUUaaaAAAAAUUU...
Soy un perdedor, lo sé, con el "Estu" al borde del abismo, el "Espa" haciendo el ridículo y la "izqui" condenada a la oposición, ni siquiera soy capaz de ganar en la siesta, el deporte nacional. Ya desmoralizado intento hacer como en los conciertos, intentando distinguir los distintos instrumentos; localizo alguna rana, distingo grillos y espanto con la mano el abejorro que está a punto de aterrizar en mi oreja. Empiezo a echar de menos la Gran Vía en hora punta, cuando me terminan de despertar las gallinas de Guinea (del mismísimo Obiang deben ser las muy putas), que chirrían como bisagras oxidadas y el ganso del molino, que emite un extraño e insoportable sonido mecánico sólo comparable con un Dyane 6 que no arranca.
Con la idea de ayudar a empujar al coche, me despierto del todo, bostezo, me sacudo las hormigas que me suben por los pies, pliego la silla cabreado y oigo el sonido de los seres humanos que se incorporan a la pacífica melodía: "Gilipollas, te voy a dar una ostia..." Ya están aquí los chicos.

2 comentarios:

  1. Montse no parece pensar lo mismo.

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  2. Pero quien te manda echarte la siesta, si eso es un mal vicio de gandules y haraganes. Y menos fuera de casa, para que te vean todos y dar mal ejemplo... No, no, muy mal, lastima que todos esos "animales", fieros y terribles que describes no te atacasen al grito de Fuenteovejuna...

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