Cuando estuvimos en Berlín visitamos el Museo del Holocausto con impresionantes y dramáticas imágenes del genocidio. Salías de allí sobrecogido y helado pensando cómo el ser humano podía haber llegado a ese extremo de crueldad y sadismo. Sin embargo, aquello, por suerte, era una etapa superada, era parte de la historia, y el museo era un mero recuerdo para mantener viva la memoria y que no vuelva a repetirse.
Ayer estuvimos viendo la impresionante y magistral exposición de Gervasio Sánchez en la vieja fábrica de Tabacalera y os prometo que todavía tengo la carne de gallina. Nunca jamás olvidaré esa visita. Gervasio es uno de los más destacados reporteros del mundo y sus fotografías son la más veraz y cruel crónica de la miseria humana. El compromiso de un hombre que está vivo de milagro y que ha visto las mayores atrocidades de las que el peor de los hombres es capaz, hace que cada una de sus imágenes sea mucho más que un click, sea una denuncia que abre los ojos del más frío de los espectadores.
Hemos ido cuatro amigos, y tras ver la primera foto, nos hemos separado y desperdigado por la sala; la fuerza de cada imagen invita a digerirlas en solitario, a analizar la situación, a mirar el paisaje, a ponerte en la piel del retratado, a sufrirlas como una víctima más. No puedo decir que se pase bien en la exposición, no es nada agradable, no se puede ir con niños pequeños, pero cuando hemos salido hemos coincidido todos: es una asignatura obligatoria. Si todo la gente viese esta exposición, el mundo sería mejor, seguro.
No es utopía, no. Las minas, los niños soldado, los desaparecidos y la vergüenza humana pueden ser corregidos y combatidos siendo conscientes de su existencia y de su dramatismo. No basta con ver películas de guerra o jugar a la PlayStation para saber qué hay realmente dentro de cada uno de esos conflictos que nos resume el Telediario. El trabajo de este reportero, como el de otros muchos colegas suyos hace un gran favor a la conciencia universal.
En un recorrido por las principales guerras y conflictos de las últimas décadas, Gervasio aporta una visión tan humana del dolor, que no puedes evitar sobrecogerte en cada foto, sentir un escalofrío que se va encadenando una tras otra durante los centenares de imágenes. En algunas cierras los ojos, en otras quieres desaparecer de este mundo y en la mayoría, las lágrimas te desenfocan la fotografía. El edificio en ruinas y los sonidos de disparos ayudan a meterte en la situación y a salir convencido de que lo estamos haciendo muy mal.
Lo más duro no son los cadáveres y las heridas, lo más impactante es saber que esto no es una historia lejana en el espacio, que se trata del más espantoso dolor de gentes como los bosnios, los serbios o los kosovares, que viven allí arriba, a un par de horas en avión, en nuestra civilizada Europa. Y que tampoco es algo lejano en el tiempo, que todos esos rostros, esas mutilaciones o esos niños sin presente ni futuro, viven ahora mismo en el mismo planeta que nosotros.
Ayer mismo leí que España ha aumentado considerablemente sus ingresos por venta de armas. La noticia venía acompañada de comentarios de tipo económico, valorando el impacto de ese incremento sobre nuestra maltrecha economía. Cualquiera que vea el trabajo de Gervasio, cambiaría su análisis materialista y egoísta de la noticia para avergonzarse.
Hay mucha gente que no puede soportar ver este drama. Yo también creo que antes era así, pero ahora estoy convencido que es la mejor terapia, el mejor aprendizaje para evitar la inhibición de la sociedad ante la injusticia y la cruda realidad. Por eso creo que es obligada la visita a la exposición. Además es un buen termómetro de relatividad del dolor. En una sala había una mujer que acompañaba a una amiga y apenas miraba las fotos, se limitaba a contarle a su acompañante todos sus problemas de salud, que si la rodilla, que si el reúma... Por Dios, señora, entre un segundo en cualquiera de esas fotos y verá como se le pasan sus males.
Esta exposición es lo mas duro que he visto en mi vida y aún asi estoy de acuerdo en que debería ser obligatorio verla. En unos minutos nos daríamos cuenta de la suerte que tenemos, de lo bien que vivimos y de lo mucho que nos quejamos por estupideces.
ResponderEliminarMe pregunto dos cosas. Como es capaz este grandísimo fotógrafo de enfrentarse a la vida, al dia a dia despues de haber vivido semejantes situaciones y como es posible que estè vivo, habiendo tenido la muerte tan cerca tantas veces.