miércoles, 21 de marzo de 2012

A POR ELLOS...

Llego a casa cabreado. Me ha tocado doble sesión de baloncesto-papá y no estoy preparado para ello. No es que no me guste, que me encanta porque todo lo que sea ver deporte y si encima juega uno de tus hijos, me chifla. Sin embargo, no me encuentro cómodo en la grada con el resto de padres, quizás sea porque la atmósfera en San Francisco era distinta y todavía no estoy acostumbrado al incívico comportamiento habitual en cualquier tipo de gradas de nuestro país.
Dos partidos, uno ganado y otro perdido, pero en los dos el árbitro ha pitado escandalosamente en contra de nuestro equipo, no veía los pasos de los otros, sólo pitaba nuestras faltas y perseguía a nuestros jugadores con una obsesiva maldad. Dios mío, qué difícil es ser padre. Qué fácil es perder la objetividad y que difícil es ser un poco autocrítico. Mi lectura era bastante más sencilla: el partido que han ganado ha sido porque eran mucho mejores que el rival y el que han perdido porque eran más bajos y peores. Obvio, pero creo que nadie más piensa lo mismo. Los chavales ya son teenagers y juegan muy bien, pero aun son niños y deberían recibir una educación algo más sosegada. Hemos visto en muchas películas americanas la importancia del apoyo paterno o materno desde la grada para que el joven jugador se sienta arropado, pero ese apoyo y aplauso es totalmente contraproducente cuando se torna en gritos fanáticos y a veces ofensivos: "Árbitro, no tienes ni puta idea... chicos tranquilos que estáis jugando contra seis... gafas, necesitas gafas, árbitro... qué cara dura tienes, pitas distinto en un campo que en otro... chicos levantad las manos que os están robando..." Sinceramente, no sabía dónde meterme, estaba avergonzado y más aun cuando he visto que uno de los chavales desde el banquillo se giraba y pedía a los Papas and the mamas que se callaran.
Pero insisto que debo ser el único blandengue que no comparte esa línea de comportamiento porque al acabar el segundo partido le he comentado al entrenador de nuestro equipo que debería hablar con los padres para que tranquilizaran los ánimos y no subieran tantísimo la tensión de los partidos. También se lo he dicho a mi hijo y me ha mirado con cara de desaprobación diciendo: "Papá, ya estás con tus historias, los padres de todos los colegios hacen lo mismo".
Tampoco me ha gustado la estrategia seguida por uno de los entrenadores, que en lugar de motivar a los jugadores de forma positiva, les castigaba mandándoles al banquillo cada vez que cometían un fallo, con una buena dosis de humillación ante sus compañeros.
Seré un bicho raro pero no entiendo que los partidillos de colegios se vivan con la misma tensión que los de primera división y que todos, jugadores, entrenadores, árbitros y público se lo tomen tan a la tremenda. Sin duda no estamos inculcando valores de objetividad, ecuanimidad, autocrítica o humildad, más bien estamos preparando futuros cafres.

4 comentarios:

  1. De pena de llorar, mándales a Mario a que les de unas charlitas a los cafres esos de padres, superfantásticos educadores, si señor.

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  2. Yo hace años que me negue air a los partidos cansada de oir barbaridades de los padres. Solía esconderme detrás del periódico para que no se notara que era la única que no entraba en ese juego para mi tan lamentable. Lo peor de todo es que alguno de esos padres es amigo nuestro y se queda muy sorprendido cuando le explicamos nuestra incomprensión. En fin, ya queda poco para que termine la temporada.....el año que viene Diego jr quiere sustituir los partidos por la nieve y subir todos los domingos con un club a esquiar. Genial! Mucho mas sano pasar el dia en el monte y sin papás- cafres.

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  3. Y si no, apuntales a Ballet y a gimnasia ritmica. El ambiente que se respira es genial. Los comentarios de las mamas son " que medias mas monas lleva tu hija""pues anda, que el tutu de la tuya".

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  4. Montse se te olvida que si el nene domingos esquia Montse pueblo no va.

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