Lucio Muñoz no era creyente, pero creía en la Virgen de Arántzazu. La frase siempre me llamó la atención y cuando mi hermano Rodrigo la mencionó en una entrevista, pensé que era una exageración. Y rumbo a Arántzazu nos pusimos para asistir al 50 aniversario del mural de mi padre y a recibir el calor de cientos de personas en un emotivo homenaje.
Llegaba allí con la cabeza poco preparada, mi mente conectada en un evento del trabajo del que me escapaba, mi hijo Martín examinándome sobre los molinos de viento y cómo la energía se genera y se transforma y después sometiéndome a su dictadura musical: Rise against a todo volumen y ya empezando a subir desde Oñati hacia el Santuario, nada mejor que "Californication". Sí, entre curvas, donde suele empezar la niebla y uno espera ver la silueta del monasterio entre cánticos gregorianos, los gritos de los Red Hot Chili Peppers no impidieron que un gran hormigueo me recorriera el pecho al encontrarme con tan conocida imagen.
Un hormigueo que casi se transforma en lágrimas de emoción cuando entras en la basílica y te enfrentas a tan imponente y magistral obra, aunque dicho por un hijo suene presuntuoso. Después las sabias palabras de Antonio López y Julio López Hernández y el afecto y cariño de familiares, amigos y mucha, mucha gente desconocida que le admiraba. Empiezas a darte cuenta de la verdadera fuerza de su obra, de ese apabullante mural que, como dijo Antonio, sacraliza la naturaleza, y es objeto de devoción de miles de peregrinos.
Voy entendiendo algunas cosas, como que cualquiera de mis hermanos nos habríamos llamado Arantxa si no hubiéramos sido tan machotes o que los Muñoz Avia seamos tan bien recibidos en aquella tierra. Nos sentamos a comer con los frailes franciscanos, que tan cariñosamente nos acogen, y entre vino y vino, sidra y sidra, desmenuzan sus recuerdos; casi vemos a nuestro padre en el andamio, trabajando mientras debajo se celebraban misas... El vinito sigue corriendo y tras repasar los cincuenta años, nos explican su organización, su división en ocho provincias, su organigrama, su ajetreada jornada y hasta nos confiesan sus inquietudes en el día de hoy y como han pasado de ser casi trescientos monjes a sólo veintiséis y todos ellos de edades muy avanzadas. El futuro es inquietante, hay poca devoción y como dice el Prior, "la vida de monje con coche es llevadera, pero sin coche... El invierno de Arantzazu es mucho invierno."
La conversación es amena e interesante aunque apenas puedo ya vocalizar. Empiezo a entender a mi padre, empiezo a creer en la Virgen de Arantzazu. El mayor de nuestros anfitriones, Fray "Noséqué", no quita el ojo de mi copa y vuelve a llenarla de Rioja y a su vez escancia otro "culín" de sidra... No descarto que en breve haya 27 monjes en esta congregación.
Seguro que serias muy bien recibido en esa pequeña congregación, El problema lo tendrían con el proveedor de bebercios, y la cuenta apagar... En cualquier caso felicidades por el cumpleaños de la "Capilla Sixtina del siglo XX".
ResponderEliminarHas conseguido que nos adentráramos en Arantzazu contigo, y estoy de acuerdo con Matilde, estoy segura que serias muy bien recibido. Precioso mural !
ResponderEliminarSi, no nos pudieron recibir con mas cariño en todas partes. En la hospedería, en Goiko benta, en la basílica....
ResponderEliminarPara mi ha sido un fin de semana que nunca voy a olvidar. No pensé que me iba a sentir tan cercana a los franciscanos aunque no comparta con ellos algunas cosas pero he aprendido una buena lecciòn; no tener prejuicios con las personas. Muchas gracias a todos los amigos que nos han acompañado.
El sábado muy temprano, antes del homenaje a Lucio subí andando monte arriba y creo que he entendido un poco mas lo que Lucio pudo sentir allí hace 50 años.