Trabajando en el mundo de la publicidad no debería escribir estas cosas, pero estoy hasta las amígdalas de publicidad invasiva. Tampoco es muy oportuno que lo haga cuando me consta que el sector, como todos los sectores, las está pasando putas y agencias y medios se las ven y desean para conseguir algún anunciante.
Lo que ocurre es que como el objetivo de la publicidad, en estos miserables tiempos, es vender a corto plazo para obtener un retorno inmediato, la publi pasa a ser más agresiva e impertinente, aunque no siempre efectiva.
Muchas de las marcas con las que hemos trabajado durante muchos años, nos han enseñado que es mejor la calidad del impacto que la cantidad y que por mucho que al consumidor le metas logos hasta en la sopa, no te va a comprar más y a lo mejor sí que pasa a odiarte un poquito.
Tal vez me estoy haciendo un viejo cascarrabias. Tal vez, no, seguro que ya lo soy. Por eso no soporto que se adueñen de mi teléfono, de mi buzón, de mi ordenador o de mi vida para tratar de venderme cosas que no me interesan ni un cascajo. Si supieran un poco de imagen de marca, entenderían que no es demasiado bueno, a medio plazo, ser percibido como una marca "plasta". Precisamente en estos tiempos hace falta un poquito más de creatividad, en lugar de tanto intrusismo en las vidas de los posibles clientes.
Todavía no me he vuelto tan talibán como un amigo que sólo escucha RNE y ve TVE para evitar los anuncios, pero empiezo a ser arisco con las teleoperadoras inoportunas y crítico con las técnicas de marketing persuasivas como las de la gasolineras. Probad a contar cuantos impactos no deseados desde que uno llega y coge la manguera que ya te está ofreciendo algo, pasando por los surtidores, las papeleras, las cristaleras... Todos te van ofreciendo productos que puedes comprar en su tienda y de remate la cajera te intenta colocar el cuponazo, los espárragos de Navarra, los bollos de Cuenca y el Queso manchego. Seguro que si vas al servicio, en el urinario habrá algún neon del siguiente club de alterne de la carretera.
Lo malo es que mi hijo no ha entendido aun esa teoría del "overbranding" y me ha pedido que le consiga bordados de todas las marcas que pueda para cosérselos en una cazadora. Claro, que nunca hablo de estas cosas en casa, ni tampoco le he explicado las verdaderas diferencias de estilo para ser un tipo guay, un macarra o un hortera.
Ahora la única oferta que aceptaría y compraría encantado es la de un sistema anti publicidad invasiva una especie de anti spam más completo, para poder vivir en una burbuja sin el asedio de las marcas plastas.
Tu hijo lo que quiere es una cazadora vintage, y eso es de lo más fashion y cool, nada de macarra ni hortera. Quizás ha sido aconsejado por su personal shopper.
ResponderEliminarY tu no seas tan llorica ni muerdas la mano que te da de comer.