Vivimos en un mundo de mentira. Lo sabemos y presumimos de ello. Lo virtual se impone a lo real. Quien no está conectado a la revolución digital es considerado un ermitaño negacionista del progreso y peligroso para la sociedad. Alguien a quien esquivar y denigrar. Todos los círculos, familiares, profesionales, amistades... pasan a ser un permanente concurso de innovación y tecnología en los que presumir de estar al día del último gadget, la penúltima aplicación o la novísima red social. Si no estás no eres y casi siempre llegas tarde. Todo está inventado y millones de personas están a cada momento pensando lo mismo que tú. Pero nadie da un paso atrás y nadie se atreve a criticarlo por miedo a ser tildado de anticuado.
Los chavales quieren ser desarrolladores de aplicaciones, los niños sueñan con ser youtubers de mayor, los quinceañeros buscan el pelotazo en el mundo del gaming y el tejido empresarial cambia por la aparición de un gigantesco enjambre de hambrientas y voraces Startups en busca de dinero fácil y rápido. El efecto pelotazo ya no está soportado por ladrillo sino por código nativo android. Un bloguero es ya algo del pasado, casi un juglar con su pergamino. ¡Cómo me identifico con el méster de juglaría!.
Las relaciones sociales también sufren un dramático terremoto que permuta el calor de la amistad, de las sonrisas, las expresiones y las palabras, por la frialdad de los clics, los whatsaps, los "me gusta" y los emoticonos. No lo critico y además lo practico compulsivamente, pero siendo consciente de que el rumbo que le estamos poniendo al mundo no es el apropiado. La vanidad, el ego y el exhibicionismo han sobrepasado los límites de la vergüenza y el ridículo para ser todo un espectáculo, en muchas ocasiones deleznable. El selfismo, los vines, instagram y el monologuismo youtuber son escaparate donde romper con la timidez o exponer la desvergüenza para que los demás, cuantos más mejor, mejores tus números de la fidelidad. Uno vale por sus "me gusta".
Mentira, todo es una gran mentira, y a menudo me planteo cómo va a evolucionar este universo digital. Incluso dudo si bajarme provisional o definitivamente y pasar a ser un negacionista proscrito. El vértigo me lo impide, pero cada día que pasa estoy más convencido de que el siguiente movimiento que está a punto de llegar es la contrarrevolución, en la que se pondrán de moda los cafés sin wifi, se prohibirá entrar con móvil a los conciertos, los mapas recobrarán el terreno perdido y las tertulias no serán por whatsapp sino alrededor de una ración de bravas.
Entonces la creatividad se plasmará en cuadros, en novelas, en pelis y en discos. Habrá vuelto la cordura y no será ídolo de nadie un imbecil que se graba vídeos haciendo el imbécil, ni seremos esclavos del puto móvil, ni se matará la gente en el coche por contestar el whatsapp de su cuñao sobre el Pequeño Nicolás, ni tendremos tantos amigos que nunca hemos visto ni conocemos sus caras,
pero que jalean nuestras ocurrencias con generosos "likes".
Ahora o nunca, salvemos al mundo del calentamiento global, de las injusticias sociales, de las salvajadas humanas y de la estupidez general en la que estamos sumidos por la mala utilización de la revolución tecnológica.
Hachetetepebarrabarra y después lo que quieras poner. Es un título demasiado ambíguo para un blog, demasiado abierto. Pero así es este espacio. Unos días abierto para la alegría, otros para la pena; para la esperanza o el escepticismo; la reflexión o la ironía... Lo que salga de los huevos ¿no?
lunes, 29 de diciembre de 2014
domingo, 21 de diciembre de 2014
NÚMEROS Y LETRAS
Lucio, ocho años, orgulloso comentaba sus éxitos en su materia preferida: "Me gustan mucho las matemáticas, son mi asignatura favorita". Martín, quince años, con rechazo y cierta indignación le reprendía: "Eso es porque tus matemáticas sólo tienen números, ya verás cuando les pongan letras como no molan tanto". Tenía toda la razón del mundo el chiquillo, a quién se le ocurriría llenar las operaciones de cálculo de X ó Y para volver locos a todos los chavales.
A partir de ahí me he ido dando cuenta de que uno de los principales problemas del mundo en el que vivimos es que en la otrora igualada pugna entre letras y números, han salido ganando de forma aplastante estos últimos. Ya nadie duda que los buenos estudiantes son los que optan por ciencias y los vaguetes los que se van a letras; el propio sistema de ingreso en las universidades es numérico y establece que las carreras premium son las de ciencias, mientras se abarata el acceso a cualquier titulación relacionada con letras o humanidades. He llegado a oír a chavales ironizar sobre el tema e insultar con el término "letrasado".
Eso lleva como consecuencia que un buen bancario sea mucho más reputado que un buen profesor, que un currículum de administrativo es mejor valorado que uno de periodista o historiador; en definitiva que el Excel ha derrotado al Word. Y pensaréis que es otra paranoia anecdótica de las mías, pero el caso es mucho más profundo de lo que parece.
La derrota de las humanidades es obvia en un mundo donde escuchar una ópera, escribir un relato, leer una poesía o pintar un cuadro son actividades y actitudes trasnochadas e improductivas dignas de gente obsoleta sin futuro. Ante eso, el planteamiento educacional exige estudios de materias productivas, que vayan a servir en un futuro para ganar dinero, cuanto más mejor y cuanto más rápido, mejor todavía.
Hace poco observé aterrado como un padre me contaba con cierto sentimiento de culpa, algo de vergüenza y una enorme sensación de fracaso, que su hija estaba estudiando periodismo. Casi tuve que darle el pésame y un abrazo para animarle porque la pobre chica había escogido un camino profesional bonito como pocos, abierto a la creatividad, al compromiso y de gran servicio a la sociedad. Posiblemente la chica no se iba a forrar a corto plazo, pero podría ser muy feliz y muy útil. Supongo que ese mismo padre sería feliz si su hija hubiese hecho económicas y hubiese terminado llevando la gestión de compras de terminales de cualquier multinacional sonada; un trabajo mucho más alienante y feo.
Seguimos viviendo en la titulitis, pero también en un mundo en el que lo cuantitativo se ha impuesto a lo cualitativo, los rendimientos a los valores, los beneficios a los principios y los mercados a los museos. Tenía razón Martín, a las matemáticas les sobran letras y en la cultura no pintan nada los números (los del IVA tampoco). Y a este planeta le hace falta una buena dosis de filosofía existencial frente a tanto pragmatismo economicista, por no decir capitalista. Vivan las letras!!!
A partir de ahí me he ido dando cuenta de que uno de los principales problemas del mundo en el que vivimos es que en la otrora igualada pugna entre letras y números, han salido ganando de forma aplastante estos últimos. Ya nadie duda que los buenos estudiantes son los que optan por ciencias y los vaguetes los que se van a letras; el propio sistema de ingreso en las universidades es numérico y establece que las carreras premium son las de ciencias, mientras se abarata el acceso a cualquier titulación relacionada con letras o humanidades. He llegado a oír a chavales ironizar sobre el tema e insultar con el término "letrasado".
Eso lleva como consecuencia que un buen bancario sea mucho más reputado que un buen profesor, que un currículum de administrativo es mejor valorado que uno de periodista o historiador; en definitiva que el Excel ha derrotado al Word. Y pensaréis que es otra paranoia anecdótica de las mías, pero el caso es mucho más profundo de lo que parece.
La derrota de las humanidades es obvia en un mundo donde escuchar una ópera, escribir un relato, leer una poesía o pintar un cuadro son actividades y actitudes trasnochadas e improductivas dignas de gente obsoleta sin futuro. Ante eso, el planteamiento educacional exige estudios de materias productivas, que vayan a servir en un futuro para ganar dinero, cuanto más mejor y cuanto más rápido, mejor todavía.
Hace poco observé aterrado como un padre me contaba con cierto sentimiento de culpa, algo de vergüenza y una enorme sensación de fracaso, que su hija estaba estudiando periodismo. Casi tuve que darle el pésame y un abrazo para animarle porque la pobre chica había escogido un camino profesional bonito como pocos, abierto a la creatividad, al compromiso y de gran servicio a la sociedad. Posiblemente la chica no se iba a forrar a corto plazo, pero podría ser muy feliz y muy útil. Supongo que ese mismo padre sería feliz si su hija hubiese hecho económicas y hubiese terminado llevando la gestión de compras de terminales de cualquier multinacional sonada; un trabajo mucho más alienante y feo.
Seguimos viviendo en la titulitis, pero también en un mundo en el que lo cuantitativo se ha impuesto a lo cualitativo, los rendimientos a los valores, los beneficios a los principios y los mercados a los museos. Tenía razón Martín, a las matemáticas les sobran letras y en la cultura no pintan nada los números (los del IVA tampoco). Y a este planeta le hace falta una buena dosis de filosofía existencial frente a tanto pragmatismo economicista, por no decir capitalista. Vivan las letras!!!
miércoles, 17 de diciembre de 2014
POR SIGLAS MOSCAS
Tengo un problema, he hecho una foto en RAW y la quiero
pasar a JPEG, pero me han dicho que pruebe mejor con un PNG o un BMP porque si
lo que al final voy a hacer es subirla a la FTP en un PDF, me valdría con un
GIF, pero como la tengo en la CPU del PC, me ocupa mucha RAM, con lo que o lo
grabo en un CD o en un DVD o lo envío por SMS o partiendo de su RSS desarrollo
una APP o lo paso a HTML utilizando la GPU y lo cuelgo en una URL desde mi IP,
compartiéndolo en RRSS, ya sea FB o TW, pero dependo del EFI y el SMC del MAC
por no hacerlo en IPV4 ni usar una SSL para guardar en el CRM. Si fuera vídeo
lo pondría en MOV o en AVI o en MVI,
aunque si encuentro el adaptador de AC-DC del TDT me ahorro el IVA del
IRPF como hace el PP y hago un XLS con el IPC estimado por el FMI y la CEE que
es distinto al de la OCDE y la CNMV, pero he oído en RNE que te piden el DNI como
cuando coges el AVE o pagas el IBI para ver si tienes el VIH o eres de ETA o
tener datos de tu ADN y es que sin duda detrás de esto está el CNI o la CIA o
hasta la KGB y o lo para la ONU o la OMS o vamos directos al KO a velocidad de
DRS, pasados de RPM, por haber dicho OK por culpa del IBEX y de la CEOE y ahora
estamos en la UVI. Esa es la preocupación que os transmite http//, agente de la
TIA.
PD. Con lo que a mí me gustaba viajar en el Tren Articulado Ligero Goicoechea Oriol de la Red Nacional de Ferrocarriles Españoles...
domingo, 14 de diciembre de 2014
EL EXORCISTA
Soy de los pocos seres que nunca jamás ha visto El Exorcista. Tiene explicación: si la veo me cago en los pantalones y eso es molesto y muy poco estético. A lo más que he llegado es a entrar en la casa del terror del Parque de Atracciones, donde había una recreación de la habitación con la niña poseída; entré agarrado al de delante y la de detrás y cuando la niña se levantó, grité compulsivamente y a punto estuve de soltarle un puñetazo. Evidentemente, me cagué en los pantacas.
Así es, no me gusta el cine de terror porque me da miedo. Prefiero el de humor, que me hace reír. Simplón que soy. Aunque por encima de todo me gusta la realidad, más que la ficción. Sin embargo, leyendo la información fechada recientemente en Burgos, uno no alcanza a distinguir si estamos ante una narración de pánico, cachondeo o durísima realidad.
Resulta que los juzgados están dirimiendo posibles responsabilidades por la práctica de un exorcismo a una joven anoréxica que se había intentado suicidar, a quien sometían a largas sesiones purgatorias, atada y con varios crucifijos en su cabeza, mientras el sacerdote autorizado como exorcista, rezaba oraciones y trataba de expulsar al demonio de su cuerpo. No te rías que va en serio, no me lo invento.
El exorcismo sigue vigente en la iglesia católica del siglo XXI, es reconocido por El Vaticano, que concede los títulos oficiales de exorcista, y justificado por todos los obispados, arzobispados, diócesis, archidiócesis y archidiocisiete. Leo en el periódico declaraciones de un exorcista que dice que los poseídos tienen síntomas muy parecidos a los esquizofrénicos; ¡pobres! De verdad, no es broma, es realidad.
Es verdad, al igual que es cierto que el Obispo de Córdoba está intentando cambiar la historia y hacernos pasar a todos por tontos diciendo que la Mezquita siempre fue, es y será un templo católico y cambia su nombre para llamarla Catedral de Córdoba. Un gesto que sólo puedo entender como beligerante, qué necesidad tendrá, si ya es el único beneficiario de todo el negocio que genera. Le va a costar que todos dejemos de llamar Mezquita de Córdoba a la Mezquita de Córdoba. Me río.
Y lo que es más triste de todo y no tiene ni puta gracia son las reincidentes historias de acosos, pederastia y otras aberraciones a las que parte de ese colectivo nos tiene acostumbrados, con la connivencia de buena parte de sus jerifantes. Tiene trabajo Francisco para poner al día a esta institución anacrónica, ventajista, dominante y medieval. Miedo, mucho miedo es el que siento cuando pienso en la Iglesia como institución y en todos estos disparates. Mucho más miedo que si durmiera cada día con la niña del exorcista.
Pie de foto: Mirad la pancarta que hay en la iglesia de al lado de casa. Yo, por si las moscas, prefiero aliviarme solo.
Así es, no me gusta el cine de terror porque me da miedo. Prefiero el de humor, que me hace reír. Simplón que soy. Aunque por encima de todo me gusta la realidad, más que la ficción. Sin embargo, leyendo la información fechada recientemente en Burgos, uno no alcanza a distinguir si estamos ante una narración de pánico, cachondeo o durísima realidad.
Resulta que los juzgados están dirimiendo posibles responsabilidades por la práctica de un exorcismo a una joven anoréxica que se había intentado suicidar, a quien sometían a largas sesiones purgatorias, atada y con varios crucifijos en su cabeza, mientras el sacerdote autorizado como exorcista, rezaba oraciones y trataba de expulsar al demonio de su cuerpo. No te rías que va en serio, no me lo invento.
El exorcismo sigue vigente en la iglesia católica del siglo XXI, es reconocido por El Vaticano, que concede los títulos oficiales de exorcista, y justificado por todos los obispados, arzobispados, diócesis, archidiócesis y archidiocisiete. Leo en el periódico declaraciones de un exorcista que dice que los poseídos tienen síntomas muy parecidos a los esquizofrénicos; ¡pobres! De verdad, no es broma, es realidad.
Es verdad, al igual que es cierto que el Obispo de Córdoba está intentando cambiar la historia y hacernos pasar a todos por tontos diciendo que la Mezquita siempre fue, es y será un templo católico y cambia su nombre para llamarla Catedral de Córdoba. Un gesto que sólo puedo entender como beligerante, qué necesidad tendrá, si ya es el único beneficiario de todo el negocio que genera. Le va a costar que todos dejemos de llamar Mezquita de Córdoba a la Mezquita de Córdoba. Me río.
Y lo que es más triste de todo y no tiene ni puta gracia son las reincidentes historias de acosos, pederastia y otras aberraciones a las que parte de ese colectivo nos tiene acostumbrados, con la connivencia de buena parte de sus jerifantes. Tiene trabajo Francisco para poner al día a esta institución anacrónica, ventajista, dominante y medieval. Miedo, mucho miedo es el que siento cuando pienso en la Iglesia como institución y en todos estos disparates. Mucho más miedo que si durmiera cada día con la niña del exorcista.
Pie de foto: Mirad la pancarta que hay en la iglesia de al lado de casa. Yo, por si las moscas, prefiero aliviarme solo.
viernes, 12 de diciembre de 2014
SINFINES
Soy un apasionado de los sinfines y toda clase de derivados. Es todo un mundo, algo que se lleva dentro, una filosofía de vida, diría... No tengo ni repanjotera idea de lo que realmente es un sinfín y no quiero comprobarlo porque ya de por sí la palabra me da mucho miedo o quizás vértigo. Algo sin fin sería infinito o incluso infinito doble. Sin embargo los sinfines y derivados que fabrica el tío Espilete se han cruzado en mi camino hasta tal punto de meterse de rondón en este distinguido espacio.
Resulta que hace unos días procedía a ordenar unas estanterías repletas de material donado para llevar al Sahara cuando encontré una caja llena de camisetas regaladas por corredores populares; no voy a entrar a describir el olor ácido y turbio que desprendía la ropa cuando abrí la caja porque ya lo he hecho. Entre las generosas donaciones encontré numerosas joyas del nivel de calcetines tomateros, camisetas de manga larga convertidas en manga corta de manera artesanal y otras muchas. Pero por encima de todo destacaba una camiseta de algodón, de 70 gramos o menos, en blanco que son más baratas y con el logotipo de la compañía que todos conocéis: Espilete, sinfines y derivados.
Por deformación profesional me intenté poner en la mente de Espilete o de su director de marketing, que supongo que es su cuñado, para entender cómo habían llegado a la conclusión de que ese nombre, ese logotipo y sobre todo esa campaña de merchandising, les iba a llevar al éxito. Puedo entender el nombre por motivos familiares y de apellidos; puedo entender el logo porque se supone que eso que representa es un sinfín; pero lo que no me entra en la cabeza es que se gasten la pasta en una camiseta con semejante diseño. ¿Quién es el inconsciente que se enfunda ese cacho algodón y sale a correr la carrera de su pueblo de esa guisa?
Mi siguiente análisis fue químico, porque la camisetilla llevaba unas sospechosas manchas amarillentas en los sobacos y si te arrimabas un poco todavía podías olisquear cierto tufo a vendimia castellano manchega o a meta de la milla urbana conquense. Por último me adentré en el estudio social y psicológico para tratar de entender la mente de ese corredor que estaba donando su apreciada y sudada camiseta de Espilete S.L. para ayudar a ese pobre africano que nunca ha visto un sinfín y tampoco ninguno de sus derivados.
Recordé entonces ese gran documental de hace poco en TVE2 en el que un trabajador social en Ghana rogaba encarecidamente al mundo que dejasen de enviarles ordenadores estropeados. Su petición era algo así como: "la brecha digital entre los países subdesarrollados y Occidente es enorme y seguirá creciendo mientras nos sigan mandando la basura que ustedes no quieren para nada". Entonces recordé una máxima del mundo de la ayuda humanitaria que todo el mundo debería aprenderse: solidaridad es compartir lo que tienes, no deshacerte de lo que te sobra.
Resulta que hace unos días procedía a ordenar unas estanterías repletas de material donado para llevar al Sahara cuando encontré una caja llena de camisetas regaladas por corredores populares; no voy a entrar a describir el olor ácido y turbio que desprendía la ropa cuando abrí la caja porque ya lo he hecho. Entre las generosas donaciones encontré numerosas joyas del nivel de calcetines tomateros, camisetas de manga larga convertidas en manga corta de manera artesanal y otras muchas. Pero por encima de todo destacaba una camiseta de algodón, de 70 gramos o menos, en blanco que son más baratas y con el logotipo de la compañía que todos conocéis: Espilete, sinfines y derivados.
Por deformación profesional me intenté poner en la mente de Espilete o de su director de marketing, que supongo que es su cuñado, para entender cómo habían llegado a la conclusión de que ese nombre, ese logotipo y sobre todo esa campaña de merchandising, les iba a llevar al éxito. Puedo entender el nombre por motivos familiares y de apellidos; puedo entender el logo porque se supone que eso que representa es un sinfín; pero lo que no me entra en la cabeza es que se gasten la pasta en una camiseta con semejante diseño. ¿Quién es el inconsciente que se enfunda ese cacho algodón y sale a correr la carrera de su pueblo de esa guisa?
Mi siguiente análisis fue químico, porque la camisetilla llevaba unas sospechosas manchas amarillentas en los sobacos y si te arrimabas un poco todavía podías olisquear cierto tufo a vendimia castellano manchega o a meta de la milla urbana conquense. Por último me adentré en el estudio social y psicológico para tratar de entender la mente de ese corredor que estaba donando su apreciada y sudada camiseta de Espilete S.L. para ayudar a ese pobre africano que nunca ha visto un sinfín y tampoco ninguno de sus derivados.
Recordé entonces ese gran documental de hace poco en TVE2 en el que un trabajador social en Ghana rogaba encarecidamente al mundo que dejasen de enviarles ordenadores estropeados. Su petición era algo así como: "la brecha digital entre los países subdesarrollados y Occidente es enorme y seguirá creciendo mientras nos sigan mandando la basura que ustedes no quieren para nada". Entonces recordé una máxima del mundo de la ayuda humanitaria que todo el mundo debería aprenderse: solidaridad es compartir lo que tienes, no deshacerte de lo que te sobra.
lunes, 8 de diciembre de 2014
"LO SIGUIENTE"
La RAE se encarga de ir actualizando el idioma español de acuerdo
con sus usos domésticos; a medida que los españolitos vamos desarrollando el
lenguaje en la calle y nos vamos inventando palabros, la Real Academia procede
a admitir esas palabras o expresiones que a base de tanto uso ya son parte de
nuestra lengua. Vamos, las que ya no les quedan más cojones que aceptar.
Cada nueva adaptación crea polémica porque siempre salen los
puristas que se niegan a la adopción de nuevos vocablos y los modernillos que
reivindican otros que se han quedado fuera. Por eso te encuentras con un nuevo
diccionario que incluye a los cansinos hipster, los indefinidos frikis y las
dudosas pilinguis.
Sin embargo siempre hay expresiones populares difíciles de
domar y definir para que pasen a ser normas aceptadas del castellano. Dos de
esas formas de expresión que están tremendamente extendidas me traen por la
calle de la amargura hasta tal punto que estoy a punto de crear un partido
político para su erradicación. La primera de ellas es “lo siguiente” y la
segunda “entre comillas”: las desarrollo.
Lo siguiente es la expresión más utilizada en nuestros días
y sirve para un roto y un descosido, un enorme cajón de sastre al que recurrir
en cualquier narración. Algunos ejemplos: “No hacía calor, lo siguiente”,
“aquel tío no era idiota sino lo siguiente”, “No es que esté cansado, es lo siguiente”… y ahí queda eso,
es nuestra imaginación, los demás tenemos que deducir qué es lo siguiente a
calor, idiota o cansancio y no siempre es fácil.
La otra, “entre comillas” es difícilmente aceptable por la
Academia porque además de la expresión incluye de forma ineludible un gesto
manual que pinta con cuatro deditos unas comillas en el aire. Es una expresión
muy útil porque sirve para decir cualquier soplapollez, mientras la soportes
con el correspondiente “entre comillas” y los deditos que se abren y cierran
como garras de ratoncillo. Voy a decir una “tontería” y la dices moviendo los
deditos y todo el mundo la acepta como tal, como una gran tontería. Una vez vi
a Javier Cansado haciendo una parodia sobre este tipo de expresión gestual y
desde entonces no soporto a todos los que usan ese recurso en cada reunión, en
cada conversación. Y eso que el que aquí firmante ha sido un gran consumidor de
ambas expresiones; no es que fuese adicto, era lo siguiente, pero ahora ya me
estoy, entre comillas, desintoxicando.
domingo, 30 de noviembre de 2014
EXPRIMIR EL TIEMPO
La vida es el espacio de tiempo del que eres dueño desde que vacías un lavaplatos hasta que lo vuelves a llenar. En ese escaso periodo, que medimos en minutos, ratos o pispases, ocurren cosas, como diría Mariano. Lo malo es que esas cosas ocurren demasiado rápidas, las disfrutas o las sufres, pero cuando quieres volver a saborearlas ya se han ido. Tranquilos, que aunque el tiempo lluvioso otoñal inspire a ello, no voy a iniciar ninguna reflexión filosófica sobre el paso del tiempo (lluvioso y otoñal). Me suena que algún que otro escritor, filósofo, logopeda o cantamañanas ya ha escrito algunas cosillas al respecto, con lo cual me voy a abstener de contaros eso de que nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar, que es el morir.
Sin embargo sí que me obsesiona la práctica utilización del tiempo y la forma de exprimirlo, economizando hasta el último segundo de tu vida, no sea que el Miele vuelva a pitar. Esta obsesión obsesiva, como todas las obsesiones obsesivas, empeora con la edad y cuando uno ha pasado ya del medio maratón empieza a oír pisadas detrás suyo y corre a aprovechar cada segundo del futuro. Realmente lo que consumes es siempre presente, pero hace un rato era futuro y cuando lo sueltas de la mano ya es pasado. No, si al final le hago la competencia al Schopenhauer ese.
Y en esa obsesiva obsesión a mí me da por desarrollar la teoría del camionero, que dicho en términos técnicos sería la optimización del tiempo y de los trayectos. Me explico. Un camión viene de Suecia cargado de galletas de Ikea y no puede regresar de vacío porque el precio se duplicaría, además de haber desperdiciado tiempo, espacio y neumáticos, con lo cual vuelve cargado de preservativos de sabores (creo que ya han sacado uno con sabor a pene) y los reparte en Francia, donde le cargan centenares de cajas de vino Beaujolais que se beberán los infelices suecos hasta caerse redondos (todos menos al que le toca hoy conducir).
Pues eso hago yo, de camionero sueco. Recojo un plato de la mesa, lo llevo al lavaplatos y regreso con los cacharros limpios a colocarlos en el armario, encuentro unas migas que llevo a la basura, donde compruebo que está lleno el cubo y saco la bolsa a la calle, pero para no volver de vacío, cojo las cartas del buzón, las abro mientras ando y tiro los sobres y la publicidad de Media Markt al cubo del papel, que está también lleno, así que vuelvo a salir a la calle, lo vacío en el contenedor y recojo los cartones que el cerdo de mi vecino pijo de en frente ha tirado (qué cerdos y que pijos son siempre los vecinos, y cuanto más pijos más cerdos). Regreso hacia dentro pero cogiendo un par de troncos de leña para la estufa, los meto en el fuego pero se apaga, así que voy por el mechero que está junto al lavaplatos, con lo cual puedo coger un par de vasos y tres tenedores y dejarlos en la maquinita, regreso con el encendedor y prendo la fogata. Las peonzas del enano están por el suelo y alguien se va a matar, las recojo no sea que ese alguien sea yo, las dejo en la mesa del comedor donde quedan más vasos, que llevo al... Así hasta que dos horas después he recogido el lavaplatos y media casa.
Este sistema lo aplico en muchas facetas, incluso en el trabajo y a veces llega a ser agobiante porque tienes demasiados frentes abiertos y tardas mucho en cerrar asuntos, pero pocas veces tienes la sensación de perder el tiempo, salvo cuando lo pierdes porque te da la gana, es decir porque te sale de los huevos llevar el camión vacío.
Sin embargo sí que me obsesiona la práctica utilización del tiempo y la forma de exprimirlo, economizando hasta el último segundo de tu vida, no sea que el Miele vuelva a pitar. Esta obsesión obsesiva, como todas las obsesiones obsesivas, empeora con la edad y cuando uno ha pasado ya del medio maratón empieza a oír pisadas detrás suyo y corre a aprovechar cada segundo del futuro. Realmente lo que consumes es siempre presente, pero hace un rato era futuro y cuando lo sueltas de la mano ya es pasado. No, si al final le hago la competencia al Schopenhauer ese.
Y en esa obsesiva obsesión a mí me da por desarrollar la teoría del camionero, que dicho en términos técnicos sería la optimización del tiempo y de los trayectos. Me explico. Un camión viene de Suecia cargado de galletas de Ikea y no puede regresar de vacío porque el precio se duplicaría, además de haber desperdiciado tiempo, espacio y neumáticos, con lo cual vuelve cargado de preservativos de sabores (creo que ya han sacado uno con sabor a pene) y los reparte en Francia, donde le cargan centenares de cajas de vino Beaujolais que se beberán los infelices suecos hasta caerse redondos (todos menos al que le toca hoy conducir).
Pues eso hago yo, de camionero sueco. Recojo un plato de la mesa, lo llevo al lavaplatos y regreso con los cacharros limpios a colocarlos en el armario, encuentro unas migas que llevo a la basura, donde compruebo que está lleno el cubo y saco la bolsa a la calle, pero para no volver de vacío, cojo las cartas del buzón, las abro mientras ando y tiro los sobres y la publicidad de Media Markt al cubo del papel, que está también lleno, así que vuelvo a salir a la calle, lo vacío en el contenedor y recojo los cartones que el cerdo de mi vecino pijo de en frente ha tirado (qué cerdos y que pijos son siempre los vecinos, y cuanto más pijos más cerdos). Regreso hacia dentro pero cogiendo un par de troncos de leña para la estufa, los meto en el fuego pero se apaga, así que voy por el mechero que está junto al lavaplatos, con lo cual puedo coger un par de vasos y tres tenedores y dejarlos en la maquinita, regreso con el encendedor y prendo la fogata. Las peonzas del enano están por el suelo y alguien se va a matar, las recojo no sea que ese alguien sea yo, las dejo en la mesa del comedor donde quedan más vasos, que llevo al... Así hasta que dos horas después he recogido el lavaplatos y media casa.
Este sistema lo aplico en muchas facetas, incluso en el trabajo y a veces llega a ser agobiante porque tienes demasiados frentes abiertos y tardas mucho en cerrar asuntos, pero pocas veces tienes la sensación de perder el tiempo, salvo cuando lo pierdes porque te da la gana, es decir porque te sale de los huevos llevar el camión vacío.
sábado, 22 de noviembre de 2014
LA CARA "B" DEL ANUNCIO
Sé que para estar en onda y ser medianamente transgresor hay que criticar el anuncio de Loterías por su ñoñez o por su utopía. Pues bien, uno que es ñoño y utópico, no sólo no lo critica, sino que reconoce que cada vez que lo ve se le caen las lágrimas y el moquillo. Es cierto que tengo facilidad para el llanto y que basta con que me mencionen a mis hijos o a mis padres en una conversación, para que me empiecen a brillar los ojos. No voy casi al cine porque empapo las butacas, ya sea la peli dramática, terrorífica o desternillante, yo lloro. Por eso la historia del Bar Manolo, con todo el repelús que me puede dar ese rollito navideño y casposo que conlleva el sorteo de la Lotería con sus niños de San Ildefonso, sus reintegros, su salud y sus bombos, me ha parecido entrañable por lo que encierra de solidaridad y final feliz. Tanto que ya tenía decidido comprar un décimo en cada bar que pisara de aquí al 22 D.
Sin embargo, desde que lo vi la primera vez, llevo dándole vueltas a la situación hasta tal punto que apenas puedo dormir. Hay una variable que me inquieta y oprime el alma. Alguien se ha parado a pensar en la situación tan tensa que se hubiera creado en el bar si no hubiese tocado el gordo, cuando el pobrecillo menda, tan desarrapado y tan guapetón hubiese llegado al bar a tomarse su cafecito:
-Manolo, dime que te debo.
-Veintiún euros.
-¿Veintiun euros por un café?
-No hombre, un euro del café y 20 de esto.
-Manolo... Te dije que este año no quería lotería.
-Ya, pero yo por si las moscas te la cogí.
-Pues no pienso pagártela.
-Qué listo, porque no ha tocado ¿verdad? y si hubiese tocado, ¿a que sí lo pagarías?
-Ni de coña. Manolo, coge el billete y métetelo por donde te quepa, que yo no lo pago.
-Una picha, o me pagas ahora mismo o no vuelves a entrar a mi bar.
-Ni ganas que tengo de volver a que me times en esta mierda de bar. Toma tu euro, tu billete y tu café repugnante lleno de posos.
-Y tú ve saliendo por la puerta antes de que te parta los morros, mamaracho.
-Eso lo serás tú y tu puta madre.
-Con mi puta madre y la tuya te vas a ir ahora mismo de la hostia que te voy a meter, cabronazo ¡Fuera!
Evidentemente esta situación es ficticia, pero la primera también lo era y tirando de eso que se llama sentido común y que está sabiamente respaldado por la estadística, he llegado a la inteligente conclusión de que esta escena es mucho más posible que la primera, con lo cual no pienso comprar ni un puñetero décimo. Me conformaré con la salud y con no encender la tele ese día. Eso sí, el anuncio mola.
Sin embargo, desde que lo vi la primera vez, llevo dándole vueltas a la situación hasta tal punto que apenas puedo dormir. Hay una variable que me inquieta y oprime el alma. Alguien se ha parado a pensar en la situación tan tensa que se hubiera creado en el bar si no hubiese tocado el gordo, cuando el pobrecillo menda, tan desarrapado y tan guapetón hubiese llegado al bar a tomarse su cafecito:
-Manolo, dime que te debo.
-Veintiún euros.
-¿Veintiun euros por un café?
-No hombre, un euro del café y 20 de esto.
-Manolo... Te dije que este año no quería lotería.
-Ya, pero yo por si las moscas te la cogí.
-Pues no pienso pagártela.
-Qué listo, porque no ha tocado ¿verdad? y si hubiese tocado, ¿a que sí lo pagarías?
-Ni de coña. Manolo, coge el billete y métetelo por donde te quepa, que yo no lo pago.
-Una picha, o me pagas ahora mismo o no vuelves a entrar a mi bar.
-Ni ganas que tengo de volver a que me times en esta mierda de bar. Toma tu euro, tu billete y tu café repugnante lleno de posos.
-Y tú ve saliendo por la puerta antes de que te parta los morros, mamaracho.
-Eso lo serás tú y tu puta madre.
-Con mi puta madre y la tuya te vas a ir ahora mismo de la hostia que te voy a meter, cabronazo ¡Fuera!
Evidentemente esta situación es ficticia, pero la primera también lo era y tirando de eso que se llama sentido común y que está sabiamente respaldado por la estadística, he llegado a la inteligente conclusión de que esta escena es mucho más posible que la primera, con lo cual no pienso comprar ni un puñetero décimo. Me conformaré con la salud y con no encender la tele ese día. Eso sí, el anuncio mola.
lunes, 17 de noviembre de 2014
EL ASESOR
De mayor quiero ser asesor o consultor. Como mola, llegas a la panadería de en frente y le dices al panadero lo que tiene que hacer para mejorar su negocio. Es muy fácil, vas y le preguntas que cuáles son los días que más vende; los sábados y los domingos, te contesta. También consultas cuál es el tipo de barra más consumido; la baguette, te dirá. A partir de hay preparas una detallada presentación en Power Point repleta de anglicismos para explicarle al señor panadero que el feed back del market research que le has hecho concluye que debe diversificar el target de su negocio, modificando la periodicidad e impulsando el desarrollo de new projects. Vamos, que tiene que vender más los demás días de la semana y que a ser posible hay que intentar vender la barra de leña y el pan artesano. En un mundo real, el panadero debería coger la barra más dura que tenga y correrte a gorrazos de su tienda.
Este es el maravilloso mundo de la consultoría, señor panadero, un boyante negocio por el cual unos cuantos muchos listos cobran un pastizal por decirnos obviedades a los tontos. Suelen ser un par de colegas que le ponen el nombre a la empresa, véase Ernesto y Joven o Precio y Casa del Agua y a partir de ahí van convenciendo a sus amiguetes en las grandes empresas para que se gasten millonadas en concienzudos informes que apenas consiguen el objetivo de salvar el culo del directivo que se lo ha encargado. Resulta curioso que es un sector con bastante puerta giratoria en el que el consultor a veces termina contratado en la empresa asesorada y viceversa.
Os parecerá que el ejemplo del panadero es exagerado, pero en todos los estudios de este tipo que he vivido en este mogollón de años que llevo haciendo que trabajo, me he sentido como él. De hecho ahora mismo estoy inmerso en dos procesos similares con singing-mornings de este tipo que hablan mucho, divagan más y no consiguen bajar a la tierra ni uno solo de sus filosóficos conceptos. Ellos defienden sus argumentos con cierta agresividad para evitar que les manden a la mierda por ir dando lecciones de lo que no saben; se escudan en el "a nadie le gusta que le digan lo que hace mal", pero el problema es cuando te lo dice alguno que no tiene ni puta idea y sólo sabe de técnicas de selling donkeys.
Los últimos consejos que he oído para mejorar algunas áreas de negocio os pueden resultar bastante útiles y por eso los comparto. Uno de ellos nos ha hecho una presentación de 90 diapositivas para decir que si ampliamos la facturación ampliaremos beneficios y el otro me ha tenido cuatro horas de reunión para concluir que si tratas bien al cliente este te seguirá comprando. Pues eso, a conseguir que la gente compre dos barras en lugar de una y seguir viviendo en este mundo de mentira.
Este es el maravilloso mundo de la consultoría, señor panadero, un boyante negocio por el cual unos cuantos muchos listos cobran un pastizal por decirnos obviedades a los tontos. Suelen ser un par de colegas que le ponen el nombre a la empresa, véase Ernesto y Joven o Precio y Casa del Agua y a partir de ahí van convenciendo a sus amiguetes en las grandes empresas para que se gasten millonadas en concienzudos informes que apenas consiguen el objetivo de salvar el culo del directivo que se lo ha encargado. Resulta curioso que es un sector con bastante puerta giratoria en el que el consultor a veces termina contratado en la empresa asesorada y viceversa.
Os parecerá que el ejemplo del panadero es exagerado, pero en todos los estudios de este tipo que he vivido en este mogollón de años que llevo haciendo que trabajo, me he sentido como él. De hecho ahora mismo estoy inmerso en dos procesos similares con singing-mornings de este tipo que hablan mucho, divagan más y no consiguen bajar a la tierra ni uno solo de sus filosóficos conceptos. Ellos defienden sus argumentos con cierta agresividad para evitar que les manden a la mierda por ir dando lecciones de lo que no saben; se escudan en el "a nadie le gusta que le digan lo que hace mal", pero el problema es cuando te lo dice alguno que no tiene ni puta idea y sólo sabe de técnicas de selling donkeys.
Los últimos consejos que he oído para mejorar algunas áreas de negocio os pueden resultar bastante útiles y por eso los comparto. Uno de ellos nos ha hecho una presentación de 90 diapositivas para decir que si ampliamos la facturación ampliaremos beneficios y el otro me ha tenido cuatro horas de reunión para concluir que si tratas bien al cliente este te seguirá comprando. Pues eso, a conseguir que la gente compre dos barras en lugar de una y seguir viviendo en este mundo de mentira.
lunes, 10 de noviembre de 2014
EL GUIRIGAY
Un profesor de mis hijos es especialista en expresiones decimonónicas. Cada vez que hay un poco de jaleo en clase, es decir cada día, les dice cosas como "esto es un guirigay", "esto parece un mercado persa", "dejaos de rifirafes", "menudo galimatías"... Y yo, que también soy del siglo pasado, me acuerdo muy a menudo de ellas y las repito en mitad de las discusiones familiares o los sábados por la noche cuando presencio los instructivos espectáculos televisivos que varios canales nos ofrecen.
Me gusta el periodismo y me gusta la política, así que es fácil que me enganche a cualquier debate, tertulia o programa relacionado con la actualidad. Sin embargo, el show del prime time de los sábados es digno de estudio por su mal gusto y su indigna explotación comercial de la polémica.
Los jerifantes de las cadenas televisivas saben bien que las broncas, las discusiones y la sangre les dan audiencia y por subir eso que ellos llaman el share, son capaces de las más atroces indignidades. Esas tertulias enfrentan en la pantalla a los más beligerantes representantes de izquierda y derecha, con un moderador que lejos de apaciguar ánimos o conciliar posiciones, alimenta la polémica y va introduciendo temas escabrosos para que el programa tenga un ritmo trepidante, para que no falte ni un segundo de discusión, si puede ser con gritos, con insultos e improperios, cuanto peor, mejor. Lo tienen comprobado, el sistema funciona porque el que lo ve un segundo se queda enganchado y cuesta mucho escuchar a uno de esos "distinguidos" personajes sin esperar la contestación del de en frente. Por eso la audiencia sube y estos programas, teóricamente de política, tienen unas inusitadas audiencias y están dando grandes beneficios a las compañías que los emiten. Buena muestra de que esto funciona es que los propios partidos políticos no dejan pasar la oportunidad de tener su cuota de pantalla en esas emisiones, convencidos de que el que no está ahí, no existe.
A mí me genera taquicardia, me pongo súper nervioso, me muerdo las uñas y me subo por las paredes; quiero contestar por ellos, estoy a punto de escupir sobre la pantalla y me pongo frenético. Pensaba que eran sensaciones personales, pero hablando con muchos amigos me han dicho que les ocurre exactamente lo mismo. Buscando esa reacción que crea dependencia, las teles buscan la máxima polémica invitando a personalidades del calibre de Miguel Ángel Rodríguez, Pilar Rahola o Jorge Verstrynge y llevando a periodistas tan ecuánimes e imparciales como Inda o Marhuenda.
Pero si escribo esto es porque me preocupa enormemente que el periodismo se haya pervertido hasta tal punto y juegue en su propio interés con cosas tan importantes y cruciales como la estabilidad de un país o la convivencia de sus ciudadanos. Estoy seguro de que los directivos alientan la confrontación y disfrutan con las peleas. Serían felices con el estallido de una guerra civil si esa noche tienen más audiencia que el resto de teclas del mando.
Pie de foto: Esto es lo más parecido que he encontrado a un guiri-gay... Perdón.
Me gusta el periodismo y me gusta la política, así que es fácil que me enganche a cualquier debate, tertulia o programa relacionado con la actualidad. Sin embargo, el show del prime time de los sábados es digno de estudio por su mal gusto y su indigna explotación comercial de la polémica.
Los jerifantes de las cadenas televisivas saben bien que las broncas, las discusiones y la sangre les dan audiencia y por subir eso que ellos llaman el share, son capaces de las más atroces indignidades. Esas tertulias enfrentan en la pantalla a los más beligerantes representantes de izquierda y derecha, con un moderador que lejos de apaciguar ánimos o conciliar posiciones, alimenta la polémica y va introduciendo temas escabrosos para que el programa tenga un ritmo trepidante, para que no falte ni un segundo de discusión, si puede ser con gritos, con insultos e improperios, cuanto peor, mejor. Lo tienen comprobado, el sistema funciona porque el que lo ve un segundo se queda enganchado y cuesta mucho escuchar a uno de esos "distinguidos" personajes sin esperar la contestación del de en frente. Por eso la audiencia sube y estos programas, teóricamente de política, tienen unas inusitadas audiencias y están dando grandes beneficios a las compañías que los emiten. Buena muestra de que esto funciona es que los propios partidos políticos no dejan pasar la oportunidad de tener su cuota de pantalla en esas emisiones, convencidos de que el que no está ahí, no existe.
A mí me genera taquicardia, me pongo súper nervioso, me muerdo las uñas y me subo por las paredes; quiero contestar por ellos, estoy a punto de escupir sobre la pantalla y me pongo frenético. Pensaba que eran sensaciones personales, pero hablando con muchos amigos me han dicho que les ocurre exactamente lo mismo. Buscando esa reacción que crea dependencia, las teles buscan la máxima polémica invitando a personalidades del calibre de Miguel Ángel Rodríguez, Pilar Rahola o Jorge Verstrynge y llevando a periodistas tan ecuánimes e imparciales como Inda o Marhuenda.
Pero si escribo esto es porque me preocupa enormemente que el periodismo se haya pervertido hasta tal punto y juegue en su propio interés con cosas tan importantes y cruciales como la estabilidad de un país o la convivencia de sus ciudadanos. Estoy seguro de que los directivos alientan la confrontación y disfrutan con las peleas. Serían felices con el estallido de una guerra civil si esa noche tienen más audiencia que el resto de teclas del mando.
Pie de foto: Esto es lo más parecido que he encontrado a un guiri-gay... Perdón.
miércoles, 5 de noviembre de 2014
EL APAGÓN
Una vecina del pueblo ha venido a pedirme auxilio con una
urgencia en la que su marido era incapaz de ayudarle… no penséis mal
salidorros. Se trataba de un problema tecnológico o más bien digital, su
aparato de TDT había dejado de estar operativo con el apagón digital de la
semana pasada y su estabilidad matrimonial empezaba a correr peligro. Sin
televisión y en un pueblo sin bares, se enfrentaba a una durísima tarde en la
que ella no iba a poder ver “Gente” o “Sálvame” y su esposo se iba a quedar sin
la corrida que cada fin de semana emiten en el canal autonómico de Castilla La
Mancha. Entendí de inmediato que estaba ante un asunto de máxima prioridad y
sacando todo mi lado solidario acudí a la llamada, del mismo modo que lo hice
cuando mis hijos cayeron en profunda depresión el día que en casa se cayó el
wifi y los chicos quedaron desorientados porque durante unas horas no pudieron
disfrutar de sus vídeos favoritos de gatitos chocándose contra la pantalla de
la cámara o de idiotas dejándose la rabadilla en inexplicables saltos desde la
cama elástica.
Imaginé la velada de mi vecina hablando de lo largo que
había sido este verano, que todavía estaban brotando tomates en las tomateras a
pesar de estar metidos en plena temporada de setas, mientras su marido le
recriminaba alguno de los últimos incidentes protagonizados por el cafre de su
cuñado, que, por cierto, sí que es bastante cafre, y decidí actuar de
inmediato. Con esa agilidad tecnológica que me caracteriza y ayudado por un
bote del inefable Loctite, conseguí poner en orden el aparato en cuestión e
incluso llegué, yo solito, a resintonizar todas las cadenas y colocarlas en
orden en el menú del televisor. No es difícil porque pones la primera en el
canal 1, la segunda en el canal 2, Antena 3 en el 3, la Cuatro en el 4 y así
hasta que llegas a la 7 y pones lo que te sale de la punta del miembro viril,
como hace todo el mundo ¿no?
Una vez resuelto tan dramático episodio, me quedé pensativo
tras comprobar la enorme dependencia que mis vecinos tenían de la caja tonta,
muy similar a la que mis hijos y yo mismo, tenemos de la caja imbécil. Me di
cuenta de cuales eran sus prioridades vitales y de que no tenían ni la menor
idea de quién era Granados, ni Blesa, ni Ruz, ni sabían donde está Siria, ni
Burkina Faso, ni Ukrania… Igualito que mis hijos, tan distintos y tan iguales.
Y me acordé de esa frase tan manida en el franquismo y en la transición que
resumía ese bienestar social generalizado: “Pan y fútbol”. Ahora hemos
evolucionado con la revolución digital, ahora al pueblo le basta con “tele y
wifi”.
domingo, 2 de noviembre de 2014
SAVALL Y EL PORNO
Jordi Savall, un músico, desconocido para la gran masa, pero
admirado por el mundo de la cultura, ha dado una de sus mejores lecciones
magistrales la semana pasada al rechazar el Premio Nacional de Música que
reconocía sus méritos con la viola y su ferviente defensa de la tradición
musical. Savall despreciaba el galardón como reivindicación por el menosprecio
que los gobernantes tienen día a día al mundo de la cultura y en concreto a la
música.
Justo en el mismo día del desplante del premiado, una
compañía teatral presentaba un curioso proyecto en Madrid: en su próxima
función en la capital no cobrarán entradas como tales, sino que venderán
revistas pornográficas al precio de 16 euros y a los compradores de ese
distinguido artículo literario les regalarán unos folios con versos de Góngora
y una representación de su última obra, en el escenario. No es que estos chicos
sean partidarios de la masturbación colectiva en el patio de butacas, que por
otro lado sería bastante divertido y original, sino que han encontrado un
curioso recoveco para escapar del IVA cultural del 21%. Ante los desmanes de un
gobierno supuestamente tecnócrata y economicista, la cultura saca toda su
creatividad, que es mucha, para gritar contra quienes quieren apagar su voz.
En ninguna mente bien amueblada, aunque sea en el Ikea, se
puede entender que las autoridades elegidas democráticamente ataquen a
conciencia a los verdaderos pilares del futuro de una sociedad, la educación,
la ciencia y la cultura. Por mucho que basen sus argumentos en el PIB, la
deuda, la prima de riesgo y la rentabilidad económica, nuestro país ha
demostrado a través de la historia que si hay un campo en el que podemos
destacar e incluso rentabilizar económicamente es el de la cultura. Claro que
esto no interesa demasiado porque educación y cultura enseñan a pensar y en épocas
como estas vale más la pena que la gente esté distraída con otras cosas.
No he revisado bien el
listado, pero no me suena que entre los artículos consumidos por los “tarjeteros”
de Cajamadrid hubiera muchos abonos para la ópera o el auditorio de Madrid, entradas
del Teatro Español o visitas al Reina Sofía o al Thyssen… ellos son más de
puticlub y en su defecto de revista porno. Tiene su lógica pues que esos artículos
de primera necesidad para el bienestar social y de la tan protegida familia
española sólo tengan un 4% de IVA. Iré al teatro a consumir mi dosis de porno y
aplaudiré a Savall cuando tenga ocasión.
jueves, 30 de octubre de 2014
PÉGAME MÁS FUERTE
No es que Pablo Iglesias sea masoquista, pero debe estar deseando que le sigan pegando con la dureza con que lo hacen sus rivales. Lo que está ocurriendo en el panorama político español en estos momentos será estudiado en el futuro en todas las universidades de márketing como un ejemplo de éxito comercial con inversión publicitaria pagada por tu propia competencia.
El asunto, que es muy serio, tiene su guasa, porque todo lo que le ocurre de bueno a la nueva formación política viene derivado de los desmanes y batacazos de los partidos tradicionales, más que de sus propios méritos. Por un lado porque cada día que pasa, el PP se va hundiendo más en el lodo de su podrida estructura, contaminada por la marabunta de corruptos que hay en sus filas y porque el PSOE, que debía tirarle de las orejas con el discurso de la honradez, tampoco está limpio como para poder dar lecciones. Como dice Wyoming, todo el mérito del aumento de las audiencias de programas como el suyo hay que dárselo a los gobernantes y en concreto a toda esta panda de chorizuelos.
Pero al margen de todas estas operaciones y del desfile de politicuchos por los juzgados, la fuerza de Podemos se alimenta con su propio linchamiento. Desde que irrumpieron en el escenario con su sorprendente resultado en las Europeas, todo el aparato mediático y todos los líderes de lo que ellos llaman "casta" cometieron al unísono uno de los más garrafales errores estratégicos que se puedan imaginar, salir en masa a desprestigiarles, ridiculizarles, vapulearles, insultarles y, lo que es peor, menospreciar a todos sus votantes.
El discurso siempre es el mismo, que si son populistas, bolivarianos, chavistas, proetarras, utópicos, antisistema y según van alimentando a su fantasma este va creciendo más y más hasta devorarles. Y uno puede llegar a entender que ese mensaje lo manden desde el PP, pero que el PSOE o IU, que han visto como se les escapaba una millonada de votos por la izquierda, hayan arremetido contra ellos en lugar de buscar cierta complicidad, no ha hecho más que separarles más de sus exvotantes e incitar a otros muchos de sus seguidores a irse con Pablo Iglesias que realmente hace más honor a su nombre que los propios dirigentes del partido que su homónimo fundó.
Según están las cosas no es difícil que la gente comulgue con la coherencia y sencillez de la mayoría de argumentos de Podemos. Bien es cierto que a muchos les da miedo que puedan llegar a gobernar. También es verdad que algunas cosas a mí no terminan de convencerme, como su maquillada democracia interna o algunos mensajes demasiado radicales o esa pamplina de que no son de izquierdas sino transversales, pero es evidente que ante tanto escepticismo y la escasa capacidad de reacción y de autocrítica del resto de partidos, que no han querido escuchar lo que decía la calle, ahora mismo son la principal fuerza política del país.
El próximo sondeo del CIS dice que es el partido con mayor intención de voto y eso que la encuesta está hecha antes de estas cosillas de Granados y sus amigos. Ahora los demás partidos deberán decidir si son un poco inteligentes o si le siguen alimentando y pegando. Ellos, desternillados de risa, pensarán: "Pégame fuerte, más fuerte..."
El asunto, que es muy serio, tiene su guasa, porque todo lo que le ocurre de bueno a la nueva formación política viene derivado de los desmanes y batacazos de los partidos tradicionales, más que de sus propios méritos. Por un lado porque cada día que pasa, el PP se va hundiendo más en el lodo de su podrida estructura, contaminada por la marabunta de corruptos que hay en sus filas y porque el PSOE, que debía tirarle de las orejas con el discurso de la honradez, tampoco está limpio como para poder dar lecciones. Como dice Wyoming, todo el mérito del aumento de las audiencias de programas como el suyo hay que dárselo a los gobernantes y en concreto a toda esta panda de chorizuelos.
Pero al margen de todas estas operaciones y del desfile de politicuchos por los juzgados, la fuerza de Podemos se alimenta con su propio linchamiento. Desde que irrumpieron en el escenario con su sorprendente resultado en las Europeas, todo el aparato mediático y todos los líderes de lo que ellos llaman "casta" cometieron al unísono uno de los más garrafales errores estratégicos que se puedan imaginar, salir en masa a desprestigiarles, ridiculizarles, vapulearles, insultarles y, lo que es peor, menospreciar a todos sus votantes.
El discurso siempre es el mismo, que si son populistas, bolivarianos, chavistas, proetarras, utópicos, antisistema y según van alimentando a su fantasma este va creciendo más y más hasta devorarles. Y uno puede llegar a entender que ese mensaje lo manden desde el PP, pero que el PSOE o IU, que han visto como se les escapaba una millonada de votos por la izquierda, hayan arremetido contra ellos en lugar de buscar cierta complicidad, no ha hecho más que separarles más de sus exvotantes e incitar a otros muchos de sus seguidores a irse con Pablo Iglesias que realmente hace más honor a su nombre que los propios dirigentes del partido que su homónimo fundó.
Según están las cosas no es difícil que la gente comulgue con la coherencia y sencillez de la mayoría de argumentos de Podemos. Bien es cierto que a muchos les da miedo que puedan llegar a gobernar. También es verdad que algunas cosas a mí no terminan de convencerme, como su maquillada democracia interna o algunos mensajes demasiado radicales o esa pamplina de que no son de izquierdas sino transversales, pero es evidente que ante tanto escepticismo y la escasa capacidad de reacción y de autocrítica del resto de partidos, que no han querido escuchar lo que decía la calle, ahora mismo son la principal fuerza política del país.
El próximo sondeo del CIS dice que es el partido con mayor intención de voto y eso que la encuesta está hecha antes de estas cosillas de Granados y sus amigos. Ahora los demás partidos deberán decidir si son un poco inteligentes o si le siguen alimentando y pegando. Ellos, desternillados de risa, pensarán: "Pégame fuerte, más fuerte..."
domingo, 26 de octubre de 2014
CORRUPCIÓN DESENFOCADA
España entera ríe la gracia de su pícaro del momento. Apenas
he oído adjetivos recriminatorios o inculpatorios dedicados a este mequetrefe.
Incluso los medios aprovechan lo anecdótico del caso para hacer crónicas de sus
excesos como si estuvieran hablando de las fechorías de cualquier vividor de
prensa amarilla.
Sí, ya que no
lo oigo, seré yo el que lo diga, el pequeño Nicolás es un ser repugnante, de
aspecto, de valores, de principios y de hecho…R-E-P-U-G-N-A-N-T-E. Aunque sea
sólo un chaval y posiblemente una víctima de un entorno o una educación mal
llevada, no puedo más que menospreciar y despreciar lo que ese personaje
artificial supone y significa. No nos dejemos manipular por la parte graciosa y
esperpéntica de la información, impidamos que una vez más los episodios de
corrupción queden desenfocados para que veamos a un sujeto y no captemos el
fondo.
En los sobres que Bárcenas daba a Rajoy y compañía, lo de
menos es saber si estos los declaraban o no en su IRPF; en los millonazos no
declarados por los Pujol preocupa más la procedencia que el pago a Hacienda; en
el pastizal que el PP pago por la reforma de su oficina, poco importa que sea
dinero B escapado del fisco; y en el caso de niñato FAES igual me da si se
hacía selfies con los políticos o se colaba en las galas. Lo realmente grave de
toda la corruptela en la que estamos inmersos no es su aspecto formal sino su
fondo, el verdadero porqué de todas esas operaciones, la procedencia del
dinero B y para qué se pagaba.
El dinero de los sobres o el de Oleguer, Jordi y compañía,
el de la sede de Génova o el del chalet del Viso viene siempre de oscuras
aportaciones de empresas, constructoras en su mayoría, que compran políticos a
cambio de concesiones. Ahí es donde los jueces deben tirar del hilo, no en si
pagaron o no impuestos (que también), y empezar a desenterrar contratos,
concursos amañados, comisiones multimillonarias, amiguismos bien pagados.
Porque el global de los mortales tiene muy clarito que los sobres, las cuentas
de Andorra y las oficinas de los corruptos son el pago de favores
inconfesables.
Por eso todo el fenómeno del niñato Nicolás no sólo no me
hace gracia sino que me provoca asco y nauseas porque resume ese estilo de país
podrido que tenemos en el que unos cuantos se hacen de oro a costa de esa
virtud no estudiada en ninguna universidad de rodearse de politicuchos con
bolsillos grandes. Enfoquemos la realidad.
lunes, 20 de octubre de 2014
VALIENTES
La semana pasada recibí un mail que me dejó impactado y que todavía me provoca cierto escozor de conciencia. Venía de Avaaz, la organización internacional que muchos conocéis y que desde hace tiempo sigo. En su última campaña de sensibilización y movilización a través de la red, lejos de reivindicar derechos o exigir acciones de los gobernantes, llamaban a sus seguidores, en un dramático mail, a parar el ébola de forma activa, apuntándose de voluntarios para viajar a Liberia o Sierra Leona y combatir directamente la pandemia.
En su llamamiento, encabezado por varios de los responsables de Avaaz, con nombres y apellidos, pedían, en primer lugar, médicos o asistentes sanitarios voluntarios, pero también cualquier persona con un mínimo de voluntad y fortaleza psíquica para ayudar a cualquier labor logística. También pedían saber inglés. Doy los detalles para tranquilizar las conciencias de los que no son médicos, no son fuertes o no saben inglés.
Con los conocimientos básicos de un consumidor de ébola a través de los medios informativos, me acojoné, en primer lugar, y después me rendí ante la valentía de esa gente, ellos sí que son solidarios. ¡Vaya huevos!, yo soy incapaz y, aunque quisiera, sería una irresponsabilidad frente a los míos (esa es una buena excusa ¿verdad?). Después hice un seguimiento del tema con cierto escepticismo y volví a creer en la raza humana cuando me enteré de que ya se habían apuntado casi 4.000 personas, con más de 200 médicos entre ellos e incluso supe de un conocido que ya estaba rumbo a África para ayudar.
Cuando aquí estamos a punto de pasar página de este episodio para seguir hablando ya de otras noticias más frescas, porque la enferma se nos ha curado, no hay nuevos contagios, el perro ya es historia y no ha habido la más mínima dimisión, en el mundo sigue habiendo gente con lo que hay que tener y, sobre todo, con verdadero aprecio a sus congéneres hasta el punto de poner en riesgo su vida por salvar la de los demás, porque no creo que la mayoría de ellos lo haga por el egoísmo de evitar que esto nos alcance.
A raíz de ese shock pensé que había llegado el momento de hacer algo, aunque sólo fuera idear algún tipo de acción para recaudar fondos o tratar de ayudar, pero en ese momento me llamaron para una reunión de trabajo y después me fui a recoger a los niños y a cenar con unos amigos, lo normal. Y con esto ni me fustigo por no ir, ni acuso a nadie por no atreverse, simplemente hago un reconocimiento, sombrero en mano y en genuflexión, en agradecimiento a esos valientes altruistas.
Después recordé la frase que tanto me gusta y que siempre olvidamos: "Solidaridad es compartir lo que tienes, no lo que te sobra". Aunque sea la vida misma...
En su llamamiento, encabezado por varios de los responsables de Avaaz, con nombres y apellidos, pedían, en primer lugar, médicos o asistentes sanitarios voluntarios, pero también cualquier persona con un mínimo de voluntad y fortaleza psíquica para ayudar a cualquier labor logística. También pedían saber inglés. Doy los detalles para tranquilizar las conciencias de los que no son médicos, no son fuertes o no saben inglés.
Con los conocimientos básicos de un consumidor de ébola a través de los medios informativos, me acojoné, en primer lugar, y después me rendí ante la valentía de esa gente, ellos sí que son solidarios. ¡Vaya huevos!, yo soy incapaz y, aunque quisiera, sería una irresponsabilidad frente a los míos (esa es una buena excusa ¿verdad?). Después hice un seguimiento del tema con cierto escepticismo y volví a creer en la raza humana cuando me enteré de que ya se habían apuntado casi 4.000 personas, con más de 200 médicos entre ellos e incluso supe de un conocido que ya estaba rumbo a África para ayudar.
Cuando aquí estamos a punto de pasar página de este episodio para seguir hablando ya de otras noticias más frescas, porque la enferma se nos ha curado, no hay nuevos contagios, el perro ya es historia y no ha habido la más mínima dimisión, en el mundo sigue habiendo gente con lo que hay que tener y, sobre todo, con verdadero aprecio a sus congéneres hasta el punto de poner en riesgo su vida por salvar la de los demás, porque no creo que la mayoría de ellos lo haga por el egoísmo de evitar que esto nos alcance.
A raíz de ese shock pensé que había llegado el momento de hacer algo, aunque sólo fuera idear algún tipo de acción para recaudar fondos o tratar de ayudar, pero en ese momento me llamaron para una reunión de trabajo y después me fui a recoger a los niños y a cenar con unos amigos, lo normal. Y con esto ni me fustigo por no ir, ni acuso a nadie por no atreverse, simplemente hago un reconocimiento, sombrero en mano y en genuflexión, en agradecimiento a esos valientes altruistas.
Después recordé la frase que tanto me gusta y que siempre olvidamos: "Solidaridad es compartir lo que tienes, no lo que te sobra". Aunque sea la vida misma...
miércoles, 15 de octubre de 2014
EVALUACIÓN PRECOZ
La profesionalidad y la excelencia nunca se midieron en segundos o minutos, por mucho que se empeñen las empresas, los ejecutivos y el sistema capitalista en medir la eficacia de los trabajadores en términos temporales; eres bueno si contestas los mails en unos segundos, si estás disponible las 24 horas del día y las 24 de la noche, si haces informes a gran velocidad.
El conocimiento no es buen amigo del cronómetro, por mucho que los colegios, los profesores y los sistemas académicos se empeñen en medir las capacidades de los alumnos en agobiantes exámenes contra reloj; apruebas si consigues contestar más de la mitad de las ochocientas preguntas del examen en el tiempo récord de 45 minutos.
Y si no eres de esos, no vales, no sabes, no sirves... Aunque muy posiblemente estés mucho más preparado, conozcas la materia mejor que los más veloces y tengas la cabeza mucho mejor amueblada que la media. No existe examen o prueba de acceso que valore la serenidad, el sentido común, la comprensión, la creatividad o la empatía. Tanto en la empresa como en la escuela buscamos el mismo prototipo, tipos disciplinados, rápidos y silenciosos, con capacidad para aprender de memoria, que no cuestionen las órdenes ni los sistemas...
En semana de evaluación, cada vez que llega el niño a casa, la primera pregunta es: "¿te ha dado tiempo a acabar el examen?" y la respuesta es siempre la misma: "no, me he dejado dos o tres preguntas". Ante tan incoherente situación siempre nos impregna la indignación, acabamos protestando en el colegio y también allí encontramos una respuesta recurrente: "Es que en la selectividad el tiempo es muy importante y les tenemos que preparar para esos exámenes".
Pues mire, señor colegio, yo llevo a mi hijo a aprender, a educarse, a desarrollar sus aptitudes, a minimizar sus errores, a formarse, a socializarse, a adquirir conocimiento y a ser mejor persona, y ese debe ser el objetivo de todas y cada una de las muchas horas que el niño pasa en el centro (no cuento las más de diez horas semanales de deberes) y la selectividad, la revalida o las pruebas de acceso a la Universidad deben ser una mera consecuencia de ese trabajo bien hecho, pero nunca un objetivo único.
Si un niño estudia inglés es para saber inglés, para desenvolverse en los viajes, hablar con amigos, relacionarse profesionalmente y ser más libre en un mundo global. Mi hijo tiene la suerte de tener todo eso ya adquirido, pero eso no significa que esté preparado para superar el examen contra reloj que algún insensato insensible impuso hace mucho como sistema de medición y evaluación.
Lo malo del tema es que la mayoría de la gente no comparte mi opinión y los papás piden en el cole que les pongan más deberes, que les exijan más, que suban el nivel para que cuando lleguen al mundo laboral sean los más rápidos de los tiburones.
Qué pena de mundo veloz y fugaz, pronto la eyaculación precoz será un valor en alza.
El conocimiento no es buen amigo del cronómetro, por mucho que los colegios, los profesores y los sistemas académicos se empeñen en medir las capacidades de los alumnos en agobiantes exámenes contra reloj; apruebas si consigues contestar más de la mitad de las ochocientas preguntas del examen en el tiempo récord de 45 minutos.
Y si no eres de esos, no vales, no sabes, no sirves... Aunque muy posiblemente estés mucho más preparado, conozcas la materia mejor que los más veloces y tengas la cabeza mucho mejor amueblada que la media. No existe examen o prueba de acceso que valore la serenidad, el sentido común, la comprensión, la creatividad o la empatía. Tanto en la empresa como en la escuela buscamos el mismo prototipo, tipos disciplinados, rápidos y silenciosos, con capacidad para aprender de memoria, que no cuestionen las órdenes ni los sistemas...
En semana de evaluación, cada vez que llega el niño a casa, la primera pregunta es: "¿te ha dado tiempo a acabar el examen?" y la respuesta es siempre la misma: "no, me he dejado dos o tres preguntas". Ante tan incoherente situación siempre nos impregna la indignación, acabamos protestando en el colegio y también allí encontramos una respuesta recurrente: "Es que en la selectividad el tiempo es muy importante y les tenemos que preparar para esos exámenes".
Pues mire, señor colegio, yo llevo a mi hijo a aprender, a educarse, a desarrollar sus aptitudes, a minimizar sus errores, a formarse, a socializarse, a adquirir conocimiento y a ser mejor persona, y ese debe ser el objetivo de todas y cada una de las muchas horas que el niño pasa en el centro (no cuento las más de diez horas semanales de deberes) y la selectividad, la revalida o las pruebas de acceso a la Universidad deben ser una mera consecuencia de ese trabajo bien hecho, pero nunca un objetivo único.
Si un niño estudia inglés es para saber inglés, para desenvolverse en los viajes, hablar con amigos, relacionarse profesionalmente y ser más libre en un mundo global. Mi hijo tiene la suerte de tener todo eso ya adquirido, pero eso no significa que esté preparado para superar el examen contra reloj que algún insensato insensible impuso hace mucho como sistema de medición y evaluación.
Lo malo del tema es que la mayoría de la gente no comparte mi opinión y los papás piden en el cole que les pongan más deberes, que les exijan más, que suban el nivel para que cuando lleguen al mundo laboral sean los más rápidos de los tiburones.
Qué pena de mundo veloz y fugaz, pronto la eyaculación precoz será un valor en alza.
lunes, 13 de octubre de 2014
EL LAPO
Tengo un amigo que era camarero y un día me reconoció lo que siempre me había temido, que cuando un cliente protesta más de la cuenta, mete prisas o simplemente toca las pelotas, con frecuencia se zampa un escupitajo en la comida. Es lógico, si arremetes contra alguien hay que tener muy claras cuáles pueden ser las consecuencias o las armas que este puede usar contra ti. Quizás por eso siempre que pido sandwich mixto con huevo, pido el huevo muy pasado.
Durante la última semana, leyendo el periódico y escuchando la radio he llegado a la conclusión de que entramos en una nueva fase en nuestra política. Después de pasar por la fase de la indignación, nuestra sociedad entró en la fase de la anestesia, en la que todo nos daba igual y creo que ahora, con el ébola y las tarjetas black hemos pasado a la fase más delicada de todas, la del escupitajo o el vulgar lapo.
La experiencia del escrache, provocada por la masiva inflamación genital de los españoles, golpeados por la crisis y por los desmanes de buena parte de sus políticos, ha mutado y pronto volverá a dejarse ver de alguna forma sorprendente. A falta de justicia rápida y eficiente que haga pagar a los chorizos, en lugar de a los jueces que les intentan investigar, las urnas deberían ser el camino corrector que ponga a cada uno en su lugar, pero mientras eso ocurre hay que entender que muchos camareros, cocineros o incluso aparcacoches opten por el modelo lapo. Vamos que si yo fuese Miguel Blesa, Rodrigo Rato, Arturo Fernández, Jordi Pujol, el sindicalista asturiano o ese simpático consejero de sanidad de la Comunidad de Madrid me quedaría a comer en casa o pediría huevos duros con cáscara o fruta sin pelar o yogurt sin abrir.
Que nadie me malinterprete, no estoy llamando a la violencia ni al "linchamiento" escatológico de esta panda de indeseables, pero comprendería que el hartazgo social llevase a un moving alimentario a estos personajes que tanto se han reído de nosotros y que además nos recochinean que van a seguir estando siempre en la élite, con sus chóferes, sus puestos en consejos de administración y su soberbia.
Hemos llegado a la fase de la repugnancia, del repudio, del asco, y quizás sea justo que ellos lo sepan.
Durante la última semana, leyendo el periódico y escuchando la radio he llegado a la conclusión de que entramos en una nueva fase en nuestra política. Después de pasar por la fase de la indignación, nuestra sociedad entró en la fase de la anestesia, en la que todo nos daba igual y creo que ahora, con el ébola y las tarjetas black hemos pasado a la fase más delicada de todas, la del escupitajo o el vulgar lapo.
La experiencia del escrache, provocada por la masiva inflamación genital de los españoles, golpeados por la crisis y por los desmanes de buena parte de sus políticos, ha mutado y pronto volverá a dejarse ver de alguna forma sorprendente. A falta de justicia rápida y eficiente que haga pagar a los chorizos, en lugar de a los jueces que les intentan investigar, las urnas deberían ser el camino corrector que ponga a cada uno en su lugar, pero mientras eso ocurre hay que entender que muchos camareros, cocineros o incluso aparcacoches opten por el modelo lapo. Vamos que si yo fuese Miguel Blesa, Rodrigo Rato, Arturo Fernández, Jordi Pujol, el sindicalista asturiano o ese simpático consejero de sanidad de la Comunidad de Madrid me quedaría a comer en casa o pediría huevos duros con cáscara o fruta sin pelar o yogurt sin abrir.
Que nadie me malinterprete, no estoy llamando a la violencia ni al "linchamiento" escatológico de esta panda de indeseables, pero comprendería que el hartazgo social llevase a un moving alimentario a estos personajes que tanto se han reído de nosotros y que además nos recochinean que van a seguir estando siempre en la élite, con sus chóferes, sus puestos en consejos de administración y su soberbia.
Hemos llegado a la fase de la repugnancia, del repudio, del asco, y quizás sea justo que ellos lo sepan.
jueves, 9 de octubre de 2014
QUÉ NO CANDA EL PÚNICO
Con la duda existencial de si será el ébola o el Estado Islámico quien acabe con mi existencia, sigo, como todos los españolitos, con inquietud y cierta ironía las noticias que hierven y se derraman a cada minuto. La verdad es que ya estaba algo agobiado antes del verano, cuando las informaciones que llegaban de África eran poco alentadoras. Leyendo varios informes de expertos y noticias sobre la expansión de la pandemia llegué rápido a la conclusión de que aquello iba en serio y que no era tan sólo una operación de marketing y ventas de las grandes farmaceúticas, como lo habían sido la gripe aviar y las vacas locas. También, y a pesar de que el contagio no es tan fácil como parece, entendí lo que significa un efecto viral y como el gusanito se va multiplicando y expandiendo con más velocidad que un selfie de Jesulín de Ubrique duchándose en Facebook.
Y como ocurre en todas estas cosas cuando los afectados son de piel oscura y viven en esos países pobres que están siempre en guerra, deduje que el problema no se iba a tomar en serio y a atajar hasta que las víctimas no fueran blanquitos con nombre y apellidos, familia, casa en el pueblo e incluso mascota. Por eso suspiré cuando escuché en el Telediario que había algún infectado americano, al igual que cuando me enteré de que los de EI estaban decapitando a periodistas anglosajones. No me malinterpretéis, no me alegro por eso, lo veo lamentable, condenable y tristísimo, pero pensé que a partir de ese momento se tomarían medidas para atajar ambos problemas, tan distintos y tan similares, tan complejos y tan acuciantes.
Y así fue y así será. La OTAN, la OMS, el Pentágono, la Casa Blanca y hasta La Moncloa, se han puesto de una vez por todas manos a la obra para acabar con el enemigo exterminador que viene del sur y de oriente. No hace falta que os cuente que la vida no vale lo mismo en Liberia que en Cambridge, en Siria que en Phoenix, en Lagos que en Alcorcón. Y que la lesión de un surfista en el Estrecho siempre será más relevante que el hundimiento de la enésima patera en el mismo sitio. Vergonya. Así que esto no deja de ser una buena noticia para la humanidad porque mientras los periodistas exprimen el morbo y las redes sociales afilan su irónico sadismo, Ana Mato, el consejero Rodríguez y el mismísimo Obama nos salvarán
Había pensado limitarme a escribir el listado de nombres de fallecidos en Sierra Leona o Guinea o Liberia, que son ya más de 3.500 y aunque suene a demagógico, cada uno es un ser humano, con sus ilusiones, sus preocupaciones, sus amigos, sus amores... aunque pobre y negro. Sólo el sábado pasado murieron en Sierra Leona 121 personas; pero eso fue el sábado, cuando todavía estaba todo controlado y habíamos conseguido que el mal no saliera de África. Qué tranquilidad.
También os iba a dar los nombres de los infectados y fallecidos por legionella en Sabadell, pero esto tampoco vende, son viejos, que les den... Eso sí al perro ni tocarlo, pobre animal, salgamos todos en manifestación, seamos solidarios, cambiemos este mundo insensible y cruel. ¡La que tenemos liada, qué no punda el cánico!
Y como ocurre en todas estas cosas cuando los afectados son de piel oscura y viven en esos países pobres que están siempre en guerra, deduje que el problema no se iba a tomar en serio y a atajar hasta que las víctimas no fueran blanquitos con nombre y apellidos, familia, casa en el pueblo e incluso mascota. Por eso suspiré cuando escuché en el Telediario que había algún infectado americano, al igual que cuando me enteré de que los de EI estaban decapitando a periodistas anglosajones. No me malinterpretéis, no me alegro por eso, lo veo lamentable, condenable y tristísimo, pero pensé que a partir de ese momento se tomarían medidas para atajar ambos problemas, tan distintos y tan similares, tan complejos y tan acuciantes.
Y así fue y así será. La OTAN, la OMS, el Pentágono, la Casa Blanca y hasta La Moncloa, se han puesto de una vez por todas manos a la obra para acabar con el enemigo exterminador que viene del sur y de oriente. No hace falta que os cuente que la vida no vale lo mismo en Liberia que en Cambridge, en Siria que en Phoenix, en Lagos que en Alcorcón. Y que la lesión de un surfista en el Estrecho siempre será más relevante que el hundimiento de la enésima patera en el mismo sitio. Vergonya. Así que esto no deja de ser una buena noticia para la humanidad porque mientras los periodistas exprimen el morbo y las redes sociales afilan su irónico sadismo, Ana Mato, el consejero Rodríguez y el mismísimo Obama nos salvarán
Había pensado limitarme a escribir el listado de nombres de fallecidos en Sierra Leona o Guinea o Liberia, que son ya más de 3.500 y aunque suene a demagógico, cada uno es un ser humano, con sus ilusiones, sus preocupaciones, sus amigos, sus amores... aunque pobre y negro. Sólo el sábado pasado murieron en Sierra Leona 121 personas; pero eso fue el sábado, cuando todavía estaba todo controlado y habíamos conseguido que el mal no saliera de África. Qué tranquilidad.
También os iba a dar los nombres de los infectados y fallecidos por legionella en Sabadell, pero esto tampoco vende, son viejos, que les den... Eso sí al perro ni tocarlo, pobre animal, salgamos todos en manifestación, seamos solidarios, cambiemos este mundo insensible y cruel. ¡La que tenemos liada, qué no punda el cánico!
lunes, 6 de octubre de 2014
TARJETA ROJA
Ya sabéis que a veces me gusta leer la actualidad desde un punto de vista algo sui generis o toca pelotas, más que nada por no escribir lo mismo que todo el mundo. En el asunto de las tarjetas de crédito de Cajamadrid que tanto revuelo está causando, tengo que reconocer un alto grado de irritación e indignación, pero por otro motivo. Quizás porque de antemano desconfiaba plenamente de Blesa y todo su séquito, no me ha sorprendido esa práctica chorizezca que, como el valor, se les supone. Es más, me parece pecata minuta comparado con los desmanes y auténticos atropellos financieros (qué diplomático soy) que esta panda tiene en su currículum antes de llevar a Bankia al pozo sin fondo. Después de tener que recibir de la arcas públicas 22.500 millones, las migajas de las tarjetas son sólo falta menor.
La actitud de estos consejeros puede adjetivarse de distintas formas. Los que diseñaron el sistema con nocturnidad y alevosía son presuntos putos chorizos dignos de estar en la celda con Bárcenas. Los que se gastaron una salvajada sabiendo a conciencia que eso no era legal son unos presuntos ladronzuelos. Los que se pagaron algunos gastos pensando que era legal no creo que tengan responsabilidad ninguna y los cuatro que no gastaron nada son simple y llanamente buena gente, aunque muchos de los que critican toda esta operación piensen que son unos pringaos.
Pero como he dicho, lo que más me ha fastidiado de este asunto ha sido una reacción, la del siempre provocador Ministro de Hacienda que para sembrar dudas y extender cortinas de humo ha anunciado como salvador de la patria que va a investigar a las empresas del IBEX para comprobar si hay casos similares. Mira "amigo" Montoro, no creo que seas tan tonto como pareces, pero lo que te aseguro es que los ciudadanos de este país no somos tan memos como para tragarnos esas batallitas. La gravedad del asunto de las tarjetas de Cajamadrid no radica en la fiscalidad, en si han declarado o no ese dinero a Hacienda y si han defraudado una pequeña cantidad por haberlo escondido. Lo realmente escandaloso es que ese dinero ha sido robado de una caja pública por los enchufados
nombrados a dedo para ejercer de consejeros. Ahora entiendo porque Gallardón y la Aguirre se peleaban tanto y se insultaban cuando se disputaban nombramientos de consejeros de Blesa. Lo que es obsceno es que políticos del segundo y tercer nivel de PP, PSOE, IU, UGT... de los que dicen representar al pueblo acepten que además de su sueldo van a tener barra libre en el cajero, la joyería o el puticlub. Pero no por la fiscalidad sino porque es dinero público y ellos son políticos.
Las empresas del IBEX, de las que no soy un férreo defensor, no tienen ni un gramo de culpa en este asunto, tienen todo el derecho del mundo a cuidar a sus empleados o dirigentes porque son empresas privadas, con dinero privado y con profesionales que están en el mercado laboral. Nada tiene que ver. Desviar la atención es sólo una triquiñuela digna de alguien que diseñó la amnistía fiscal que los Barcenas, Pujol y compañía aprovecharon. Es la política de "si todos lo hacen" y "mal de muchos". Y además, todo un señor ministro debería respetar ese principio del que tanto echan mano cuando quieren, la presunción de inocencia... Incluso para las empresas del IBEX. Y por cierto: ¿por qué no las del mercado continuo?
Pie de foto: No tenía nnguna foto de los enchufados corruptos...
La actitud de estos consejeros puede adjetivarse de distintas formas. Los que diseñaron el sistema con nocturnidad y alevosía son presuntos putos chorizos dignos de estar en la celda con Bárcenas. Los que se gastaron una salvajada sabiendo a conciencia que eso no era legal son unos presuntos ladronzuelos. Los que se pagaron algunos gastos pensando que era legal no creo que tengan responsabilidad ninguna y los cuatro que no gastaron nada son simple y llanamente buena gente, aunque muchos de los que critican toda esta operación piensen que son unos pringaos.
Pero como he dicho, lo que más me ha fastidiado de este asunto ha sido una reacción, la del siempre provocador Ministro de Hacienda que para sembrar dudas y extender cortinas de humo ha anunciado como salvador de la patria que va a investigar a las empresas del IBEX para comprobar si hay casos similares. Mira "amigo" Montoro, no creo que seas tan tonto como pareces, pero lo que te aseguro es que los ciudadanos de este país no somos tan memos como para tragarnos esas batallitas. La gravedad del asunto de las tarjetas de Cajamadrid no radica en la fiscalidad, en si han declarado o no ese dinero a Hacienda y si han defraudado una pequeña cantidad por haberlo escondido. Lo realmente escandaloso es que ese dinero ha sido robado de una caja pública por los enchufados
nombrados a dedo para ejercer de consejeros. Ahora entiendo porque Gallardón y la Aguirre se peleaban tanto y se insultaban cuando se disputaban nombramientos de consejeros de Blesa. Lo que es obsceno es que políticos del segundo y tercer nivel de PP, PSOE, IU, UGT... de los que dicen representar al pueblo acepten que además de su sueldo van a tener barra libre en el cajero, la joyería o el puticlub. Pero no por la fiscalidad sino porque es dinero público y ellos son políticos.
Las empresas del IBEX, de las que no soy un férreo defensor, no tienen ni un gramo de culpa en este asunto, tienen todo el derecho del mundo a cuidar a sus empleados o dirigentes porque son empresas privadas, con dinero privado y con profesionales que están en el mercado laboral. Nada tiene que ver. Desviar la atención es sólo una triquiñuela digna de alguien que diseñó la amnistía fiscal que los Barcenas, Pujol y compañía aprovecharon. Es la política de "si todos lo hacen" y "mal de muchos". Y además, todo un señor ministro debería respetar ese principio del que tanto echan mano cuando quieren, la presunción de inocencia... Incluso para las empresas del IBEX. Y por cierto: ¿por qué no las del mercado continuo?
Pie de foto: No tenía nnguna foto de los enchufados corruptos...
jueves, 2 de octubre de 2014
LA VIDA ES FÁCIL
"Las cosas no son tan fáciles"... No puedo soportar la derrotista advertencia que algunos utilizan como coletilla para hacer valer su trabajo o para empezar a entorpecer el tuyo. La mayoría de las veces que oigo esa expresión, las razones que vienen a continuación suelen ser bastante peregrinas y perfectamente solucionables.
Vivimos en un mundo excesivamente reglamentado, legalizado, judicializado y lo que es peor, burocratizado. Los ciudadanos a título personal, como sujetos pasivos que nos llaman, tiramos a la basura muchísimas horas de nuestro tiempo porque grises funcionarios y politicuchos tecnócratas nos hacen la vida imposible con infinidad de trámites en su mayoría innecesarios. Cuando no tienes que contestar un requerimiento de Hacienda de embargo de alguien que ni conoces, estás identificando a un conductor para Tráfico, pagando telemáticamente el impuesto de basuras, reclamando a la compañía de la luz que te ha cobrado más de la cuenta, pidiendo al banco un certificado, haciendo una autorización para el colegio, renovando el carnet, pidiendo una cita, esperando una línea atendida por un estúpido robot...
Y cuando esos mismos ciudadanos pasamos a ser profesionales, es decir sujetos activos, entonces chocamos con los sistemas, con los procesos, con las guerras de codos, con el departamento de riesgos, con el de jurídico, con el de administración, con el de seguridad, con el auditor, con el comité, con el control de gestión, con el de internacional y entre todos consiguen hacer de la más sencilla gestión un interminable e insufrible trámite. Las grandes empresas tienen contratada a mucha gente y consultores dedicados simplemente a eso, a diseñar organigramas y procesos que atentan contra la eficiencia como palo entre los radios de la rueda.
Siempre me gustó la frase que distingue entre eficacia, una solución para cada problema, y burocracia, un problema para cada solución. Y ahora mismo estoy convencido de que cada día nos estamos complicando más las cosas en todos los ámbitos. La vida es mucho más fácil que eso, incluso en nuestro tiempo, con crisis y enormes dificultades para muchos, somos unos afortunados por el tiempo y el lugar que nos ha tocado habitar. El mejor de todos. La vida es difícil en África, en Oriente Medio, en algunos sitios de Asia... La vida era difícil para quienes tuvieron que soportar y perder todo en la guerra y después en la posguerra, en nuestro país o en cualquiera de Europa. La vida era difícil en cualquier siglo anterior al nuestro. Incluso ahora y en nuestra zona del globo terráqueo, también hay quien las pasa muy canutas, pero no suele ser quien, a todo momento y en cualquier circunstancia, se lamenta y complica más y más la más insignificante nimiedad.
No sé cómo tendremos que hacer para escapar de esta dictadura de los grises que nos han sometido a un sistema estúpido y sin sentido. Ellos y cada uno de nosotros deberíamos reflexionar para tratar de hacer la vida más fácil a los que nos rodean. De verdad, las cosas no son tan difíciles.
P.D. Otro día os cuento cuál ha sido la gota que me ha colmado el cerebro para escribir esto.
Vivimos en un mundo excesivamente reglamentado, legalizado, judicializado y lo que es peor, burocratizado. Los ciudadanos a título personal, como sujetos pasivos que nos llaman, tiramos a la basura muchísimas horas de nuestro tiempo porque grises funcionarios y politicuchos tecnócratas nos hacen la vida imposible con infinidad de trámites en su mayoría innecesarios. Cuando no tienes que contestar un requerimiento de Hacienda de embargo de alguien que ni conoces, estás identificando a un conductor para Tráfico, pagando telemáticamente el impuesto de basuras, reclamando a la compañía de la luz que te ha cobrado más de la cuenta, pidiendo al banco un certificado, haciendo una autorización para el colegio, renovando el carnet, pidiendo una cita, esperando una línea atendida por un estúpido robot...
Y cuando esos mismos ciudadanos pasamos a ser profesionales, es decir sujetos activos, entonces chocamos con los sistemas, con los procesos, con las guerras de codos, con el departamento de riesgos, con el de jurídico, con el de administración, con el de seguridad, con el auditor, con el comité, con el control de gestión, con el de internacional y entre todos consiguen hacer de la más sencilla gestión un interminable e insufrible trámite. Las grandes empresas tienen contratada a mucha gente y consultores dedicados simplemente a eso, a diseñar organigramas y procesos que atentan contra la eficiencia como palo entre los radios de la rueda.
Siempre me gustó la frase que distingue entre eficacia, una solución para cada problema, y burocracia, un problema para cada solución. Y ahora mismo estoy convencido de que cada día nos estamos complicando más las cosas en todos los ámbitos. La vida es mucho más fácil que eso, incluso en nuestro tiempo, con crisis y enormes dificultades para muchos, somos unos afortunados por el tiempo y el lugar que nos ha tocado habitar. El mejor de todos. La vida es difícil en África, en Oriente Medio, en algunos sitios de Asia... La vida era difícil para quienes tuvieron que soportar y perder todo en la guerra y después en la posguerra, en nuestro país o en cualquiera de Europa. La vida era difícil en cualquier siglo anterior al nuestro. Incluso ahora y en nuestra zona del globo terráqueo, también hay quien las pasa muy canutas, pero no suele ser quien, a todo momento y en cualquier circunstancia, se lamenta y complica más y más la más insignificante nimiedad.
No sé cómo tendremos que hacer para escapar de esta dictadura de los grises que nos han sometido a un sistema estúpido y sin sentido. Ellos y cada uno de nosotros deberíamos reflexionar para tratar de hacer la vida más fácil a los que nos rodean. De verdad, las cosas no son tan difíciles.
P.D. Otro día os cuento cuál ha sido la gota que me ha colmado el cerebro para escribir esto.
domingo, 28 de septiembre de 2014
EL ESPEJO
Los mayores somos espejo para los niños. Siempre se ha dicho
eso. Por eso mi cuñado no fuma delante de sus hijos, por eso mis amigos no
beben delante de los niños, por eso mi padre ponía música clásica a todas horas
para contagiarnos, por eso cuando te sientas a leer te gusta que los chicos te
vean y se reflejen. Sin embargo muchos de esos movimientos son artificiales y
ellos lo detectan al instante y seleccionan a conciencia el espejo en el que
verse reflejados.
Nunca me subí a un árbol delante de los niños, pero me
encantaba; nunca me vieron, ni siquiera presumí de haber participado en alguna
carrera de descenso, pero ellos, con ese sexto sentido que les da la edad,
saben detectar de entre los reflejos del espejo solamente aquellos que les
convienen o, mejor dicho, que les molan.
Esta reflexión la hacía el sábado pasado, mientras fumaba un
puro a escondidas, bebiendo un vinito a escondidas, leyendo con la máxima
visibilidad y casi en voz alta un libro. Miré a mi alrededor y comprobé que
Lucio estaba subido a lo más alto de la rama de un árbol lanzando piedras
contra el huerto del vecino con un aparatoso tirachinas que se había construido
con cámaras pinchadas de la bicicleta. A su vez, los mayores se vestían de
motocross para salir con las motos y las bicis a probar una nueva pista de
descenso que se han construido en el pueblo.
Como padre sentí la irrefrenable necesidad de imponer mi
autoridad y exigirles que dejaran de jugarse la vida y se sentaran con un libro
a leer o que pusieran en el tocadiscos “La Flauta Mágica”, pero ni siquiera
hice la intentona. Me di cuenta de que la educación es un proceso a largo plazo
y que cada cosa tiene su tiempo y su lugar. Realmente son menos tontos de lo que parece y saben elegir
esas cosas que tú les tratas de esconder y rehuyen de las que claramente tratas
de imponer.
Les pedí a unos que fueran despacio y al otro que afinara la
puntería para no manchar sus piedras con la masa encefálica de su padre y seguí
leyendo mi libro donde lo había dejado: “…el hastío y la melancolía son las
principales características del ser humano…” ¡Plash!, cerré el libro, bajé al
enano del árbol, nos pusimos los cascos y salimos en moto a buscar a los
hermanos. El espejo había funcionado, pero en sentido erróneo.
lunes, 22 de septiembre de 2014
EL SELFIE
Como fotógrafo que fui y pseudofotógrafo que soy, no puedo con lo del selfie, es superior a mis fuerzas. Siendo un ferviente defensor de las redes sociales como herramienta de comunicación con todos sus peros y sin embargos, no acepto que se nos imponga como el summum de la modernidad esta estúpida manía de autorretratarse haciendo, generalmente, el mentecato.
La fotografía digital ha conseguido subir el nivel medio de los fotógrafos de a pie y la democratización de este arte con la llegada de los móviles con cámaras de supermuchos megapíxeles ha cambiado el ojo y el dedo de los ciudadanos. Recuerdo cuando iba al laboratorio a recoger mis carretes y siempre me asomaba a las fotos de la señora o el caballero que tenía delante en el mostrador; qué penita me daban, todas desenfocadas, movidas, oscuras, desencuadradas y espantosas.
Eso sí, aunque las cámaras siempre han tenido la opción del disparador automático para no dejar a nadie fuera de las fotos de grupo, los que somos fotógrafos o pseudos ya estamos acostumbrados a no salir en nuestros reportajes. He de reconocer que en alguna ocasión he dado la vuelta a la cámara y con el pulgar me he tomado alguna fotillo montando en bici o en moto, pero después siempre me he arrepentido al verlas.
De hecho el autorretrato es algo un poco más antiguo que Steve Jobs y si tiras de memoria te acordarás de Goya, de Leonardo o incluso de algún escultor egipcio que ya tiró de vanidosa coquetería.
Sin embargo, esta epidemia llamada selfie avanza con mucho más peligro que el mismísimo ébola. Hay millones de adictos, muchos de ellos totalmente enganchados y ya son varias las muertes provocadas por accidentes de tráfico o caídas desde acantilados por culpa de los malditos selfies. Y no es que tema que se extinga la raza humana por esta práctica, pero de lo que sí que estoy seguro es de que se está idiotizando a pasos agigantados. Cada vez que sonríes mirando hacia arriba con tu brazo extendido para alejar el móvil, se te mueren neuronas; cada vez que compartes esa imagen de tu sonriente careto en Instagram o cualesquiera de tus comunidades de amigos virtuales, se daña tu intelecto, tu sentido común y sobre todo el del ridículo. Sí, el sentido del ridículo, el más preciado de los sentidos que distingue a los seres humanos de los animales y que poco a poco vamos eliminando de nuestro carácter (véase la foto).
El selfie no es más que un burdo heredero del fotomatón, aunque un poco más ligerito y al igual que el vídeo no consiguió matar a la radio star, tampoco el móvil acabará con el fotomatón. No me extraña, con ese nombre, cualquiera se mete con él. Supongo y espero que sea una moda pasajera contagiosa como la del agua, el hielo o el baile del momento y después aparquemos todos ese egocentrismo narcisista y vanidoso y hagamos fotos de cosas más interesantes y atractivas que nosotros mismos con nuestros logaritmos.
Y es que el selfie es a la fotografía lo que la masturbación al sexo. Así que, dejaos ya de pajas...
La fotografía digital ha conseguido subir el nivel medio de los fotógrafos de a pie y la democratización de este arte con la llegada de los móviles con cámaras de supermuchos megapíxeles ha cambiado el ojo y el dedo de los ciudadanos. Recuerdo cuando iba al laboratorio a recoger mis carretes y siempre me asomaba a las fotos de la señora o el caballero que tenía delante en el mostrador; qué penita me daban, todas desenfocadas, movidas, oscuras, desencuadradas y espantosas.
Eso sí, aunque las cámaras siempre han tenido la opción del disparador automático para no dejar a nadie fuera de las fotos de grupo, los que somos fotógrafos o pseudos ya estamos acostumbrados a no salir en nuestros reportajes. He de reconocer que en alguna ocasión he dado la vuelta a la cámara y con el pulgar me he tomado alguna fotillo montando en bici o en moto, pero después siempre me he arrepentido al verlas.
De hecho el autorretrato es algo un poco más antiguo que Steve Jobs y si tiras de memoria te acordarás de Goya, de Leonardo o incluso de algún escultor egipcio que ya tiró de vanidosa coquetería.
Sin embargo, esta epidemia llamada selfie avanza con mucho más peligro que el mismísimo ébola. Hay millones de adictos, muchos de ellos totalmente enganchados y ya son varias las muertes provocadas por accidentes de tráfico o caídas desde acantilados por culpa de los malditos selfies. Y no es que tema que se extinga la raza humana por esta práctica, pero de lo que sí que estoy seguro es de que se está idiotizando a pasos agigantados. Cada vez que sonríes mirando hacia arriba con tu brazo extendido para alejar el móvil, se te mueren neuronas; cada vez que compartes esa imagen de tu sonriente careto en Instagram o cualesquiera de tus comunidades de amigos virtuales, se daña tu intelecto, tu sentido común y sobre todo el del ridículo. Sí, el sentido del ridículo, el más preciado de los sentidos que distingue a los seres humanos de los animales y que poco a poco vamos eliminando de nuestro carácter (véase la foto).
El selfie no es más que un burdo heredero del fotomatón, aunque un poco más ligerito y al igual que el vídeo no consiguió matar a la radio star, tampoco el móvil acabará con el fotomatón. No me extraña, con ese nombre, cualquiera se mete con él. Supongo y espero que sea una moda pasajera contagiosa como la del agua, el hielo o el baile del momento y después aparquemos todos ese egocentrismo narcisista y vanidoso y hagamos fotos de cosas más interesantes y atractivas que nosotros mismos con nuestros logaritmos.
Y es que el selfie es a la fotografía lo que la masturbación al sexo. Así que, dejaos ya de pajas...
lunes, 15 de septiembre de 2014
THOMAS BERNHARD
Busqué en la estantería, esa vieja estantería que es la
misma que había pertenecido a mis padres, en el mismo salón que había
pertenecido a mis padres y que ahora es mi dormitorio porque mis padres se
marcharon, pero la casa mantiene buena parte de el sabor que ellos, mis padres,
le habían sabido dotar con un exquisito buen gusto. Y encontré, en mi búsqueda
de algo distinto y nuevo que leer, uno de los libros que más había impactado a
mi padre y a mis hermanos y a mi mujer y que yo nunca me había atrevido a coger
porque de tanto oír hablar de ese libro, había llegado incluso a rechazarlo sin
apenas conocer casi nada de él, el libro. Realmente sí lo sabía todo de él
porque durante años asistí, con entusiasmo al principio, y pereza al final, a
las interminables tertulias de sobremesa en el comedor que había pertenecido a
mis padres y que ahora es el cuarto de baño de la casa que ahora no es de mis
padres, pero que cuando era el comedor de mis padres acogía día tras día,
comida tras comida, los elogios que yo consideraba exagerados sobre ese estilo
tan peculiar de Thomas Bernhard, sobre esa prosa tan disparatada en su forma, sin
un solo punto y aparte en todo el libro, sin un mínimo respiro para el lector,
pero capaz de enganchar y entusiasmar a cualquiera con sus repeticiones
reiteradas, reiteradamente repetidas, y su trepidante argumento obsesivamente
maniático, único en su género, de un escritor austriaco maniáticamente obsesivo
y con una capacidad única para describir situaciones, ambientes y sentimientos.
Y en ese comedor que había pertenecido a mis padres y que mi madre pintó en un
maravilloso cuadro que ahora mismo tenemos colgado en el salón de casa, junto a
la mesa y la lámpara de ese comedor que perteneció a mis padres, pero que ahora
es un baño y por tanto ya no tiene ni la mesa ni la lámpara que están en el
salón que antes no lo era, cada día se hablaba de lo mismo, de Thomas Bernhard
y su autobiografía escrita en varios volúmenes y del primero de ellos, El
origen, una obra maestra que plasmaba la sociedad en guerra con un dramatismo y
un escepticismo deprimente que llevaba a la carcajada por lo exagerado de las
afirmaciones del autor en su perenne estado depresivo. Incluso bromeaban sobre
la propensión de Bernhard para hablar del suicidio y de sus irrefrenables
deseos de suicidarse y ese tipo de conversaciones a mí me aterraban y por eso
lo rechazaba y me aburría cuando hablaban a cada minuto de Thomas Bernhard, en
cada comida, en el comedor que pertenecía a mis padres y que mi madre pintó y
en el que yo sigo oyendo voces que hablan de Bernhard, aunque ahora es un baño. La
muerte se mezclaba con el gazpacho y Salzburgo era tan triste como las lentejas
y la amarga adolescencia de Thomas se me hacía un nudo en la garganta, con los
garbanzos y el arroz y el pollo, también el pollo. Para unirme a la tertulia
intenté un día leer el libro, pero nada más abrirlo lo encontré lleno de
cadáveres, de horror y de interminables frases que no dejaban respirar al
lector y que le sumían en un aplastante tormento. Pensé que no estaba preparado
para leerlo y que nunca lo estaría y decidí no tomar postre para no alargar las
sobremesas. Ahora ya debo de estar preparado, no voy a juzgar los motivos
porque no viene al caso, y el libro que ha caído en mis manos desde la
estantería que es la misma que había pertenecido a mis padres y que es viejo y
está manoseado, entiendo que por mis padres, mis hermanos y mi mujer, me ha
cautivado con la misma fuerza que lo hizo con ellos, me lo he leído en un día y
ahora lo tengo abrazado, sobre el pecho. Y me lo quería perder…
viernes, 12 de septiembre de 2014
CHOQUE DE BURROS
Al Partido Popular, el terrorismo le daba rédito electoral en el resto de España y en muchos casos lo utilizó. Ahora, que por suerte no convivimos con esa lacra, ese mismo rédito lo obtiene del independentismo catalán y como lo saben muy bien en Génova, mantienen esa línea dura, poco condescendiente que se retroalimenta. Me explico, se trata de un círculo vicioso, cuanto más intransigente eres con el de enfrente, este reivindica con mucha más fuerza sus argumentos con lo que se enconan más las posiciones y tu rédito sube.
Es una cuestión básica, casi infantil, igual que cuando le dices mil veces a tu hijo que baje la música, apague el ordenador o que lea un libro: cuanto más lo dices y más amenazas, más se enroca él en no querer hacerlo. Los frentismos siempre son muy malos.
Evidentemente, una actitud dialogante o conciliadora bajaría la tensión, tranquilizaría a las partes, abriría otras posibles vías de acuerdo y hasta saciaría a muchos independentistas indecisos que se han sumado en el último momento al carro como respuesta a la afrenta de lo que ellos llaman Madrid. Pero eso sería para los peperos un gesto de debilidad en la defensa del espíritu nacional y les llevaría a perder algún voto en sus feudos feudales.
En el otro lado pasa lo mismo, el amic Artur Mas es quien es y tiene posibilidad de seguir siéndolo en función de su consistencia en la defensa de la postura independentista, si flaquea pierde votos, si pavonea chulescamente gana respaldo popular. Se ha puesto al mando de un proyecto que no era el suyo y ahora ni sabe ni puede dar marcha atrás.
Así de sencillo, y en medio estamos sumidos en este lío que podría haber sido resuelto hace ya unos meses con un poquito de mano izquierda, con menos luces y taquígrafos y con grandes dosis de respeto mutuo o casi mejor de aprecio mutuo. El pulso no lleva a nada bueno. Los chulos de la disco casi siempre acaban envueltos en reyertas... Y en este caso, a los dos sólo les falta presumir de quién la tiene más larga. Y más dura... la cabeza.
Está claro de que todo este movimiento ha generado en Catalunya un sentimiento nacional incontestable y no creo que sea malo que lo expresen en una consulta que no es vinculante. Otra cosa es marcar cuáles tienen que ser las coordenadas del libro de ruta; cuál debería ser la pregunta o preguntas apropiadas; qué porcentaje de votos es necesario para tomar una decisión de este calado (no creo que el 50 % sea suficiente); qué opciones intermedias podrían ser aceptables; cuáles son las consecuencias reales, sin dramatizar; qué plazos se pueden marcar para no estar todo el día con presiones y amenazas...
El egoísmo partidista provoca ceguera, mira siempre muy a corto plazo, como mucho lo que dura una legislatura. Artur no puede volver atrás en este lío en el que sin quererlo se ha metido y Mariano obtendrá su rédito y después le pasará la patata ardiendo al siguiente. Esperemos que entre medias no nos quememos todos. ¡Bendito diálogo!
jueves, 11 de septiembre de 2014
UN MAL DÍA
Mi hijo mayor que es demasiado crítico con los comentaristas deportivos la ha pagado con uno de ellos gritando "qué estupidez es eso de un mal día", mientras todos ellos achacaban a ese abstracto concepto el fracaso de la Selección de baloncesto. Es cierto, no deja de ser una frase hecha con muy poco soporte científico para explicar que hemos jugado de pena, que ha faltado tensión, que todos habíamos vendido la piel del oso sin haberlo cazado y que el entrenador ha estado un tanto ausente. Pero no seré yo quien haga crítica de un deporte del que nunca he controlado demasiado, ni como practicante ni como espectador. Simplemente me ha hecho gracia el comentario de Diego, que ha heredado la costumbre paterna de alinearse con los perdedores y como seguidor del Espanyol y el Estudiantes, sabe mucho de "malos días".
Claro, que luego he ido a reunirme con Twitter y he repasado la actualidad con esa contradictoria frescura que te ofrece la red y no he conseguido llegar a la conclusión de si realmente se trata de un mal día o todo lo contrario. Impactado por el hecho relevante informado por el Banco de Santander a la CNMV, he empezado a leer obituarios que hablaban de ese pobre hombre rico como si fuera un cruce entre Teresa de Calcuta y Leonardo Da Vinci, momento en el que he esbozado alguna sonrisa ante los desafortunados chistes gores y comentarios, algo salidos de tono y momento, que he encontrado. Que si los gusanos se reparten el botín, que si los cementerios llenos de fortunas, que si... Ni lo uno ni lo otro, quizás. Cuestión de valores. Morales o bursátiles.
Desde el punto de vista del IBEX sí puede considerarse un mal día porque casi se quedan sin tres de sus jefes en el mismo día. También lo es para Fernando Alonso, que se ha quedado sin sponsor y sin jefe de equipo a la vez, pero tengo mis dudas de si el resto de españolitos pueden marcar este 10 de septiembre en su agenda como un mal día.
Quizás sí porque Cañete ha sido nombrado Comisario, quizás no porque aspiraba a más. Quizás sí porque la Botella se nos marcha, quizás no porque igual viene Espe. Quizás...
Y mi conclusión final con mi más respetuosa frivolidad, está con Diego, ni mal día ni leches, uno más, como el anterior en el que murió un hombre aplastado por un árbol, el otro en que la palmó Peret o el de más allá cuando se lesionó Cristiano Ronaldo. Y lo digo hoy, que es 11S, ese sí que sabe lo que es un mal día.
Claro, que luego he ido a reunirme con Twitter y he repasado la actualidad con esa contradictoria frescura que te ofrece la red y no he conseguido llegar a la conclusión de si realmente se trata de un mal día o todo lo contrario. Impactado por el hecho relevante informado por el Banco de Santander a la CNMV, he empezado a leer obituarios que hablaban de ese pobre hombre rico como si fuera un cruce entre Teresa de Calcuta y Leonardo Da Vinci, momento en el que he esbozado alguna sonrisa ante los desafortunados chistes gores y comentarios, algo salidos de tono y momento, que he encontrado. Que si los gusanos se reparten el botín, que si los cementerios llenos de fortunas, que si... Ni lo uno ni lo otro, quizás. Cuestión de valores. Morales o bursátiles.
Desde el punto de vista del IBEX sí puede considerarse un mal día porque casi se quedan sin tres de sus jefes en el mismo día. También lo es para Fernando Alonso, que se ha quedado sin sponsor y sin jefe de equipo a la vez, pero tengo mis dudas de si el resto de españolitos pueden marcar este 10 de septiembre en su agenda como un mal día.
Quizás sí porque Cañete ha sido nombrado Comisario, quizás no porque aspiraba a más. Quizás sí porque la Botella se nos marcha, quizás no porque igual viene Espe. Quizás...
Y mi conclusión final con mi más respetuosa frivolidad, está con Diego, ni mal día ni leches, uno más, como el anterior en el que murió un hombre aplastado por un árbol, el otro en que la palmó Peret o el de más allá cuando se lesionó Cristiano Ronaldo. Y lo digo hoy, que es 11S, ese sí que sabe lo que es un mal día.
domingo, 7 de septiembre de 2014
ENTENDER O GRITAR
Uno escribe cuando tiene claras las ideas, cuando las teclas
saben por sí solas lo que vas a contar y las ideas fluyen a gran velocidad
desde el cerebro a la pantalla sin apenas pasar el filtro de la boca que murmura
las palabras, ni siquiera de la vista que las repasa para comprobar que los
dedos han obedecido. Esa fluidez es la que nos invita a los juntaletras a
contar lo que nos pasa por la cabeza sin pudor y diría que con absoluta
necesidad de hacerlo. Por eso existe este blog y otros cientos de miles.
Alguien lo leerá, suponemos, aunque eso sea sólo una consecuencia, no un
objetivo; escribes porque te lo pide el cuerpo o, mejor dicho, el ánimo.
Sin embargo, hay veces en que esa necesidad se bloquea, las
palabras no quieren materializarse y se quedan merodeando por la mente sin
conseguir un mínimo orden o coherencia. Podría considerarse falta de
inspiración, pero no creo que sea este el caso, más bien exceso de fuentes,
desaguisado neuronal o hasta desgana y escepticismo ante el mundo y el tiempo
que vivimos. El blog se apaga provisionalmente en espera de inspiración o de
necesidad de contar algo que por lo menos a alguno de vosotros le pueda parecer
interesante. Ese es el sentido de esta página.
En verano todos nos vamos de vacaciones, desconectamos de
todo y después, cuando la rutina regresa a nuestras vidas necesitamos un
periodo de adaptación. Este año, no sé si será por la elevada edad del que
escribe o por el peso de los acontecimientos, pero no me ha resultado nada
fácil volver por aquí. No sentía necesidad, no tenía paciencia para escribir,
mezclaba temas y prefería gritar, chillar o llorar. Las teclas temían ser
aporreadas y el lector no merecía ser maltratado con depresivas reflexiones.
La clarividencia que te lleva a plasmar tus argumentos en un
texto ha desaparecido porque, simplemente, no entiendo lo que pasa en el mundo.
Podría haber seguido hablando de Palestina, de Hamas, de Israel, pero no
entiendo muchas cosas. Debería comentar algo del desquiciado y alarmante avance
del Estado Islámico, pero no entiendo casi nada. Querría solidarizarme con los
pasajeros que fueron asesinados por sobrevolar Ucrania, pero no entiendo lo que
pasa allí. Me inquieta y quisiera comentar la amenaza del Ébola, pero no
alcanzo a entender casi nada. Tendría la opción de mirar dentro de casa y
hablar de la enorme decepción del honorable Pujol, pero no entiendo cómo se
puede ser así. Podría ahondar en la reforma electoral que propone Mariano, pero
ya hablé en su día del golpe de estado, que sigo sin entender. Pensé en hablar
de los padres encarcelados por tratar de ayudar a su hijo enfermo, pero no lo
entendía. No entiendo nada y por eso he estado un tiempo sin escribir. Ya lo
sabéis cuando el blog se apaga es porque no entiendo lo que pasa y entonces
grito, como ahora mismo… Espero que vosotros sí me entendáis y gritéis conmigo.
jueves, 17 de julio de 2014
CON RABIA
No quería escribir del tema, me resistía a ello. Porque ya he dicho muchas veces lo que pienso del asunto, porque siento que no sirve de nada y porque además entro en choque con varios amigos con los que comparto ideología en casi todo, menos en la cuestión palestina. Siempre he seguido este conflicto con atención y, a pesar de todo, con esperanza; me he documentado leyendo bastante (he contado 22 libros de este tema en mi biblioteca) y aunque algunos no lo crean, intento ser objetivo.
Sí, hago exhaustivos intentos de entender ambos puntos de vista, pero sobre todo de comprender el que menos comprendo. Por eso, además de leer esos libros y decenas de artículos, ahondo buscando los argumentos de quienes defienden a Israel compulsivamente, como el provocador Marhuenda que llega a jugar malignamente con la muerte de los niños en la playa culpando de ella a los propios palestinos.
Me esfuerzo por entender sus razones religiosas, aunque me cuesta lo del mandato divino; trato de asimilar los motivos históricos, a pesar de que interpretan sólo los momentos de la historia que les son favorables; desmenuzo sus explicaciones geográficas, aunque las considere ventajistas; atiendo a sus argumentos de autodefensa, sin dejarme llevar por ciertos tintes racistas en su razonamiento. Y después de todo (empujado por esa compasión que siempre me ha provocado el pueblo judío) consigo autoconvencerme de que tienen razón, de que ese es su país, que los otros son unos intrusos o huéspedes mal agradecidos y que tienen derecho a defenderse de quien constantemente agrede su territorio con lanzamiento de cohetes y con actos criminales como el reciente asesinato de tres jóvenes. Sí, me pareció lamentable, condenable y repugnante el secuestro y vil crimen de esos inocentes chicos, pero...
Pero claro está, lo ocurrido a partir de entonces me revuelve el estómago y azota la conciencia. Olvido el linchamiento de Jerusalén, lo marco como un ataque de irá de unos desaprensivos. Me voy más acá. Una vez más, y van ni se sabe, el ojo por cien ojos, diente por mil dientes, vuelve a imperar y la más indemne exhibición de terror enfurecido vuelve a desatarse contra el enemigo, en cuyas filas se encuentran también ancianos, mujeres y niños. Veo las imágenes en los periódicos de todo el mundo, en medios no muy propensos a atacar al Sionismo y vuelvo a encontrarme lo mismo de las últimas veces, montañas de escombros, madres llorando, abuelos huyendo, errores de cálculo y entierros de niños que juegan al fútbol, de bebés... Cosas que no se pueden justificar de ninguna manera, seas de un bando o de otro. Un asesinato lo es sea el asesino palestino o israelí.
El derecho a defenderse no es el derecho al genocidio o a la masacre. Los palestinos más radicales se equivocan con su actitud agresiva y desafiante, pero la respuesta es totalmente desmesurada. Es como si desde Madrid hubiesen salido aviones a bombardear Lekeitio, Rentería o Eibar porque ETA atentaba indiscriminadamente. Guernica no lo menciono, eso fue cosa de los alemanes...
Por eso me ha corrido la hiel por las teclas cuando he visto la foto de unos colonos sentados en una colina viendo sonrientes el espectáculo de los bombardeos sobre Gaza y en el otro lado los cuerpos de esos niños masacrados por jugar al fútbol en la playa. Entonces ha sido cuando se me han tambaleado de golpe todos esos argumentos históricos, geográficos, religiosos o defensivos; entonces he vuelto a pensar algo que aprendí muy de pequeño y es que el que necesita la fuerza para imponer su razón quizás lo hace porque no tiene razón.
Y siento rabia, impotente rabia.
Pie de foto: Como no quiero manipular os diré que he puesto esta foto de unos niños saharauis porque no he querido herir sensibilidades ni amargar desayunos. De cualquier modo puedes encontrar fotos de la triste realidad en cualquier periódico o simplemente buscando "niños Palestina" en Google. No lo recomiendo.
Sí, hago exhaustivos intentos de entender ambos puntos de vista, pero sobre todo de comprender el que menos comprendo. Por eso, además de leer esos libros y decenas de artículos, ahondo buscando los argumentos de quienes defienden a Israel compulsivamente, como el provocador Marhuenda que llega a jugar malignamente con la muerte de los niños en la playa culpando de ella a los propios palestinos.
Me esfuerzo por entender sus razones religiosas, aunque me cuesta lo del mandato divino; trato de asimilar los motivos históricos, a pesar de que interpretan sólo los momentos de la historia que les son favorables; desmenuzo sus explicaciones geográficas, aunque las considere ventajistas; atiendo a sus argumentos de autodefensa, sin dejarme llevar por ciertos tintes racistas en su razonamiento. Y después de todo (empujado por esa compasión que siempre me ha provocado el pueblo judío) consigo autoconvencerme de que tienen razón, de que ese es su país, que los otros son unos intrusos o huéspedes mal agradecidos y que tienen derecho a defenderse de quien constantemente agrede su territorio con lanzamiento de cohetes y con actos criminales como el reciente asesinato de tres jóvenes. Sí, me pareció lamentable, condenable y repugnante el secuestro y vil crimen de esos inocentes chicos, pero...
Pero claro está, lo ocurrido a partir de entonces me revuelve el estómago y azota la conciencia. Olvido el linchamiento de Jerusalén, lo marco como un ataque de irá de unos desaprensivos. Me voy más acá. Una vez más, y van ni se sabe, el ojo por cien ojos, diente por mil dientes, vuelve a imperar y la más indemne exhibición de terror enfurecido vuelve a desatarse contra el enemigo, en cuyas filas se encuentran también ancianos, mujeres y niños. Veo las imágenes en los periódicos de todo el mundo, en medios no muy propensos a atacar al Sionismo y vuelvo a encontrarme lo mismo de las últimas veces, montañas de escombros, madres llorando, abuelos huyendo, errores de cálculo y entierros de niños que juegan al fútbol, de bebés... Cosas que no se pueden justificar de ninguna manera, seas de un bando o de otro. Un asesinato lo es sea el asesino palestino o israelí.
El derecho a defenderse no es el derecho al genocidio o a la masacre. Los palestinos más radicales se equivocan con su actitud agresiva y desafiante, pero la respuesta es totalmente desmesurada. Es como si desde Madrid hubiesen salido aviones a bombardear Lekeitio, Rentería o Eibar porque ETA atentaba indiscriminadamente. Guernica no lo menciono, eso fue cosa de los alemanes...
Por eso me ha corrido la hiel por las teclas cuando he visto la foto de unos colonos sentados en una colina viendo sonrientes el espectáculo de los bombardeos sobre Gaza y en el otro lado los cuerpos de esos niños masacrados por jugar al fútbol en la playa. Entonces ha sido cuando se me han tambaleado de golpe todos esos argumentos históricos, geográficos, religiosos o defensivos; entonces he vuelto a pensar algo que aprendí muy de pequeño y es que el que necesita la fuerza para imponer su razón quizás lo hace porque no tiene razón.
Y siento rabia, impotente rabia.
Pie de foto: Como no quiero manipular os diré que he puesto esta foto de unos niños saharauis porque no he querido herir sensibilidades ni amargar desayunos. De cualquier modo puedes encontrar fotos de la triste realidad en cualquier periódico o simplemente buscando "niños Palestina" en Google. No lo recomiendo.
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