miércoles, 4 de octubre de 2017

¡GUERRA!

Durante toda la semana seguirá habiendo altercados aislados, las declaraciones serán cada vez más incendiarias, los grupos de Whatsapp continuarán haciendo bromas y expresando su odio hacia la otra parte, el viernes se acentuará la disputa dialéctica con la declaración de Trapero, Sánchez y Cuixart ante el juzgado, el domingo la calle subirá aún más de temperatura con las manifestaciones de nacionalistas españoles (también tienen su derecho) y con una alta probabilidad de incidentes y serios enfrentamientos, el de en frente siempre será un fascista antidemocrático, el lunes se declarará la independencia unilateral (así lo han anticipado la CUP y Puigdemont), los independentistas (como es lógico) saldrán en masa a festejarlo en las calles, el martes se aplicará el 155 interviniendo la autonomía (así lo ha dejado entrever el Rey), Forcadell, Puigdemont, Junqueras y unos cuantos más dormirán en el calabozo, la foto estará en todas las portadas del mundo, los grupos de Whatsapp les ridiculizarán, unos, y encumbrarán como mártires de la patria, los otros; la calle arderá con masivas manifestaciones reventadas al final por grupos radicales, la represión será durísima, Catalunya quedará paralizada, la violencia en las calles se prolongará en los días siguientes, las redes sociales mostrarán imágenes reales y falsas, el miedo (mezclado con rabia y odio) empapará el ambiente, habrá muchos heridos y posiblemente algún muerto, los tres primeros tendrán nombre y apellidos, foto en la portada de los periódicos y entierros multitudinarios seguidos de altercados, a partir del cuarto ya serán números, estadísticas; se tomarán edificios, arderá alguno, se enfrentarán Guardia Civil y Mossos, acudirá el ejercito, se declarará el estado de excepción, todo será retransmitido en directo con tertulianos opinando, la O.N.U. convocará a su consejo de seguridad, la C.E.E. hará un pleno extraordinario con comunicado pactado, las familias catalanas seguirán rompiéndose en pedazos y las rencillas se tornarán odios, se desconoce hasta cuando llegará el baño de sangre, es posible que el ejercito restablezca una calma forzada, surgirán muchos grupúsculos revolucionarios y los más radicales se transformarán en paramilitares, terroristas o como queramos llamarles, se desconoce hasta dónde llegará el baño de sangre, es posible que vaya más allá de los límites fronterizos catalanes y lo que es seguro es que la herida profundizará de forma dolorosa en toda la sociedad española, resurgirán los viejos fantasmas de las dos Españas, se despertará la bestia de la ultraderecha; el Ibex 35, la prima de riesgo y la economía se habrán ido al garete, el país mejor del mundo para vivir se habrá vuelto un infierno y tardará muchas décadas en recuperar su estabilidad y convivencia; quienes tengan la suerte de no sufrir desgracias personales llevarán la carga moral de por vida, nuestros hijos (como nuestros padres) podrán contar cómo vivieron la guerra y se enfrentarán a un futuro de mierda.

No, no es una profecía, la secuencia se ha ido desarrollando como estaba prevista, como posiblemente esté escrita en el cuaderno de ruta del "comando suicida" de Oriol Junqueras y compañía, como no está escrito en el inexistente libro de ruta del inerte e indolente Mariano y como se teme mucha gente de la que en estos días empieza a sentir el miedo en el pecho. Ni los políticos ni los periodistas se atreven a decirlo así con esta crudeza porque tienen miedo de mentar a la bicha y prefieren darle vueltas al lenguaje con eufemismos, choques de trenes y frases políticamente correctas para contentar cada uno a su afición. Podrá ser una exageración, pero todo ello entra dentro del campo de consecuencias probables.

La empatía ha desaparecido, cada bloque habla en nombre de la libertad y la democracia, pero los dos las ningunean, nadie respeta la opinión de quienes piensan distinto (aunque sepan que son millones) y la sensatez y la cordura son valores desaparecidos. Como ocurre en el penalty que media grada ha visto y la otra media no, la interpretación de cada hecho está salpicada de un ciego fanatismo que pierde los papeles hasta el punto de disfrutar con el dolor o la angustia ajena. Los coches de la Guardia Civil reventados por los manifestantes o los asedios a los cuarteles no tienen ni puta gracia, son un acto vandálico muestra del más ruin instinto devorador de las masas. Las desmedidas cargas de la Policía o la Guardia Civil, con esas vergonzosas y dolorosas imágenes, no pueden ser justificadas por un ser humano por mucho que quiera defender su legalidad. Hasta el victimismo está en disputa.

Habrá quien piense que estoy exagerando tres pueblos (¡Ojalá!), habrá quien simplemente me llame cenizo o idiota, lo de fascista lo doy por supuesto, se me acusará de delictivo buenista y, por supuesto, de equidistante. Si equidistancia consiste en tener pensamiento propio para intentar discernir dónde tiene razón cada uno, saber lo que es legal y lo que no, ver cuando miente cada uno, detectar lo que es manipulación informativa, escuchar a las partes y saber ponerte en la piel del otro... Viva la equidistancia. Con ello no quiero decir que la razón y las culpas estén repartidas a partes iguales, ni mucho menos. Tengo claro que uno está pecando por acción y el otro por inacción y siempre tiene más responsabilidad el coche que embiste que el que está parado en la carretera; también soy de los que piensa que una separación se evita con amor y diálogo y no con golpes, pero no he venido aquí para hacer un análisis político ni expresar mi irrelevante opinión sino para alertar con crudeza de lo que puede pasar con cierta probabilidad y que nadie se atreve a decir abiertamente, por mucho que se comente en el bar. Un servidor no representa a ningún partido y no temo perder votos, no escribo en ningún medio así que no me debo a ninguna línea editorial, pero sí soy de esos muchos españoles y/o catalanes silenciosos que empezamos a sentir miedo.

Stefan Zweig en "El mundo de ayer" narraba la normalidad social en la Europa de 1914 en un momento de esplendor económico, con la gente disfrutando de unas agradables vacaciones en las playas, justo antes de estallar la I Guerra Mundial que mataría a más de quince millones de personas. Tampoco nadie pensaba que en la Europa de 1991, anteayer, en Yugoslavia, a la vuelta de la esquina, se iban a matar como ratas. Nosotros también hemos vivido el largo y doloroso camino hasta ver el fin de esa pesadilla llamada ETA, como para no darnos cuenta de dónde nos estamos metiendo.

 Amics y amigos, todavía estamos a tiempo. Ninguno de los argumentos, razones o sentimientos expresados hasta ahora merecen la pena con ese coste tan alto. Puigdemont, serás un mártir y tendrás una placa en la futura Catalunya lliure, pero te habrás llevado por delante vidas, ilusiones y futuro de los ciudadanos que te siguen hacia ese supuesto Nirvana y de los que simplemente piensan distinto. Mariano, aparecerás ante tus fieles como un estricto cumplidor de la legalidad vigente, pero tu nula visión estratégica nos habrá metido en el sangriento ojo de huracán y habrá engordado el catalanismo hasta hacer imparable su independencia. Quedan horas, pero aún estáis a tiempo, uno u otro o los dos, para dar un valiente paso hacia atrás, quien dé una muestra conciliadora habrá ganado la batalla. Si no, todos habremos perdido la guerra.