domingo, 16 de septiembre de 2018

EL TRISTE

Hace un año publiqué esta foto en redes sociales y prometí comentarla, pero se me pasó. Ahora, que he vuelto al lugar de los hechos, cumplo lo prometido porque me consta que estáis en un "sinvivir" desde entonces.
La instantánea en cuestión recoge el histórico momento del debut de un servidor como enviado especial. Momento estelar de la humanidad que suponía el lanzamiento hacia el estrellazgo de tan insigne fotógrafo y periodista. Era allá por el año 1984, cuando el protagonista era un yogurín de tan solo veinte años. Un par de meses antes había llegado en mi Vespa roja a la redacción de Marca y me había ofrecido voluntario para cubrirles la información de motocross; para mi sorpresa me dijeron que sí y, por si fuera poco, en unas semanas me pasaron también el trial, el enduro y la velocidad.
Mi pasión por la dos ruedas era tal, que confiaron a tope en un tímido chavalín y me sacaron un billete para viajar a Assen, la catedral. Menudo sitio para tomar la alternativa. Allí me presenté a dar constancia de los primeros grandes éxitos de la generación heredera de Ángel Nieto. Fue el primero de muchos viajes al norte de Holanda. En las verdes y húmedas praderas de Drenthe vi ganar a Aspar, a Sito, a Mamola, a Schwantz, a Rainey... Asistí al encontronazo entre Sito y Sarron, presencié como Garriga reventaba el carenado de su Cagiva sin caerse, vi a Parra llegar a meta con toda la cara ensangrentada por haberse "tragado" una gaviota, fui víctima de los borrachos que tiraban latas a los fotógrafos y estuve a punto de perecer aplastado por un sidecar que se salió de la pista... Pero sobre todo lo pasé en grande con los compañeros periodistas de la SARNA que me acogieron como uno más y me apodaron desde el primer día con el seudónimo de "El Triste", porque solo bebía Coca Cola y trabajaba como un descosido.
Treinta y cuatro años han pasado desde entonces. No es necesario hacer ningún otro tipo de cuentas, pero he vuelto al redil y sigo cumpliendo con la cita anual de Assen. La pista ha cambiado un poco, sobre todo porque la tapan con toneladas de arena para que pueda celebrarse el Campeonato del Mundo de Motocross. Las circunstancias también son distintas, el tono del pelo ha palidecido levemente, el equipo fotográfico ha evolucionado, las burbujas de la Coca Cola han sido sustituidas por los taninos del vino, las crónicas llegan de forma instantánea por correo electrónico y no hay que leérselas a un taquígrafo para que las teclee en la Olivetti...
Entre ambas fotos, las peripecias del destino, las peores despedidas, las mejores bienvenidas, muchos años de trabajo, mucho disfrute y la gasolina como hilo conductor. Llegué a las motos ayudando y acompañando de circuito en circuito a mi amigo Carlos Tertre, luego como testigo "juntaletras" y fotero, después empujando a Julián Miralles, más tarde organizando las carreras y ahora, unos añitos después, seguimos en el mismo ajo, remando para que Jorge Prado alcance un sueño. El viaje ha merecido la pena.

PD: Soy un tramposo porque la foto es del año pasado y ahora tengo menos pelo y más blanco, más arrugas y más kilos, pero una sonrisa de oreja a oreja muy poco triste.