miércoles, 12 de marzo de 2014

MI TIEMPO ES MÍO

Ya he argumentado muchas veces mis teorías demoniacas sobre la revolución digital y de como la creación de internet fue el origen de muchos de los problemas que ahora nos sacuden. No la propia red, sino la ausencia de legislación, regulación y precio de todo ese nuevo y maravilloso entramado. No es que sea un negacionista digital, todo lo contrario, pero creo que a los inventores de todo esto se les fue de las manos y dejaron demasiado libre y sin control el desarrollo de una tecnología demasiado potente como para ponérsela en bandeja al liberalismo devorador. El resultado fue un "marica el último" que ha enriquecido a los más avispados desarrolladores y emprendedores, mientras mandaba a la ruina a sectores enteros de todo el mundo como las agencias de viaje, los medios informativos en papel, las discográficas, el cine y otros cientos.
Pero lo más trascendente que la globalización digital o la digitalización global ha supuesto para nuestro día a día ha sido la aceleración del tiempo y la pérdida de control sobre él. No hay que ser un lince para afirmar que internet nos hace las cosas mucho más fáciles y que lo que antes podía suponerte una semana de trabajo, ahora se resuelve en unos minutos con unas cuantas búsquedas y mails. Pero como consecuencia, para lo que antes hacían falta cuatro o cinco personas, ahora sobran tres o cuatro. Nuestra eficiencia se ha multiplicado por mogollón y nuestro estrés también, porque en el mismo horario hemos infinitiplicado el número de gestiones y asuntos resueltos o tratados. Además el horario también ha aumentado con la movilidad de los cacharros digitales que te permiten seguir trabajando en casa, en el restaurante o en la casa de putas.
El resultado de todo esto son muchos más parados, trabajadores más ocupados y sin embargo una economía maltrecha por haber devaluado el coste de los servicios. Hemos hecho eso que siempre se buscaba, optimizar el tiempo, pero sin poner en valor esa mejora.
No obstante y reafirmándome como un fiel seguidor y defensor de cualquier innovación tecnológica y digital, he de decir que lo que peor llevo de todo esto es la falta de control sobre el tiempo propio. Una carta la contestaba uno cuando quería; un mail hay que contestarlo de inmediato porque si no lo haces el del otro lado se pone nervioso y te considera informal. Los SMS y WhatsApp, ni te cuento, yo me paso el día recibiendo recriminaciones porque no los leo al momento o no los contesto. Y lo que ya me saca de quicio son las alarmas o chivatos de las redes sociales que le dicen a todo el mundo si estás conectado, desde qué aparato, dónde y qué ropa llevas. Poco a poco me voy haciendo objetor de conciencia y defendiendo lo más valioso que tengo, después de mi familia: mi tiempo. Te sugiero que hagas lo mismo, ¿qué coño haces leyendo esta mierda de blog?

PD. La foto es una obra del artista Daniel Canogar que vi en ARCO y me encantó.

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