miércoles, 5 de noviembre de 2014

EL APAGÓN


Una vecina del pueblo ha venido a pedirme auxilio con una urgencia en la que su marido era incapaz de ayudarle… no penséis mal salidorros. Se trataba de un problema tecnológico o más bien digital, su aparato de TDT había dejado de estar operativo con el apagón digital de la semana pasada y su estabilidad matrimonial empezaba a correr peligro. Sin televisión y en un pueblo sin bares, se enfrentaba a una durísima tarde en la que ella no iba a poder ver “Gente” o “Sálvame” y su esposo se iba a quedar sin la corrida que cada fin de semana emiten en el canal autonómico de Castilla La Mancha. Entendí de inmediato que estaba ante un asunto de máxima prioridad y sacando todo mi lado solidario acudí a la llamada, del mismo modo que lo hice cuando mis hijos cayeron en profunda depresión el día que en casa se cayó el wifi y los chicos quedaron desorientados porque durante unas horas no pudieron disfrutar de sus vídeos favoritos de gatitos chocándose contra la pantalla de la cámara o de idiotas dejándose la rabadilla en inexplicables saltos desde la cama elástica.

Imaginé la velada de mi vecina hablando de lo largo que había sido este verano, que todavía estaban brotando tomates en las tomateras a pesar de estar metidos en plena temporada de setas, mientras su marido le recriminaba alguno de los últimos incidentes protagonizados por el cafre de su cuñado, que, por cierto, sí que es bastante cafre, y decidí actuar de inmediato. Con esa agilidad tecnológica que me caracteriza y ayudado por un bote del inefable Loctite, conseguí poner en orden el aparato en cuestión e incluso llegué, yo solito, a resintonizar todas las cadenas y colocarlas en orden en el menú del televisor. No es difícil porque pones la primera en el canal 1, la segunda en el canal 2, Antena 3 en el 3, la Cuatro en el 4 y así hasta que llegas a la 7 y pones lo que te sale de la punta del miembro viril, como hace todo el mundo ¿no?

Una vez resuelto tan dramático episodio, me quedé pensativo tras comprobar la enorme dependencia que mis vecinos tenían de la caja tonta, muy similar a la que mis hijos y yo mismo, tenemos de la caja imbécil. Me di cuenta de cuales eran sus prioridades vitales y de que no tenían ni la menor idea de quién era Granados, ni Blesa, ni Ruz, ni sabían donde está Siria, ni Burkina Faso, ni Ukrania… Igualito que mis hijos, tan distintos y tan iguales. Y me acordé de esa frase tan manida en el franquismo y en la transición que resumía ese bienestar social generalizado: “Pan y fútbol”. Ahora hemos evolucionado con la revolución digital, ahora al pueblo le basta con “tele y wifi”.

2 comentarios:

  1. ¿ Te ha sobrado algo de Loctite ?...porque nosotros hemos dejado de ver la mitad de los canales.

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  2. cafre, hediondo, y miserable, el cuñado de tu vecino digo.

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