sábado, 28 de marzo de 2020

A AFEITARSE TOCA


En estos tiempos de incertidumbre florecen psicoconsejeros por doquier que nos recomiendan cómo vivir la cuarentena. Todos dicen lo mismo, que nos sometamos a rutinas, que marquemos horarios, que nos quitemos el pijama, que nos aseemos y, por supuesto, que pasemos la escobilla al retrete. Si no llega a ser por ellos…
Sin embargo ayer me atreví a tomar una decisión en su contra. Me pareció que esta es una oportunidad única para dejarme el pelo largo y volver a tener barba como en mi época sanfranciscana. Solicité permiso a los otros habitantes de la casa y me lo concedieron. Eso implicaba un importante ahorro de agua para la familia y la comunidad de Madrid, ya que tengo la costumbre de afeitarme en la ducha, alargando el tiempo de estancia bajo el chorrito.
Ya sabéis que la ducha, como el alcohol, es la musa que genera la máxima inspiración creativa y que las grandes decisiones se meditan bajo el agua (no es recomendable mezclarlos). Si supierais qué grandes ideas y proyectos han salido de un/una tío/tía en bolas mirando hacia arriba, con la boca abierta y dando vueltas sobre sí mismo/a sin ningún sentido. Y en esa situación me encontraba yo esta mañana cuando me ha llegado una revelación divina que me ha hecho cambiar de opinión y abortar el plan de dejar la barba crecer.
Resulta que llevo varios días oyendo una terrible información que dice que los hospitales y médicos, ante el desbordamiento, van a tener que priorizar y elegir a quién salvan y a quién no, en función de su estado y/o edad. No es nada nuevo, es lo mismo que se ha venido haciendo siempre en situaciones de crisis y cada día en los accidentes de tráfico, se atiende al herido salvable y se da una patada a la cabeza que rueda por el harcén (al que me corrija le cuento la segunda parte del chiste). La noticia es dramática y cruel, no ya por su realidad sino por su difusión: si eso fuese verdad, lo último que habría que hacer es comunicarlo y difundirlo para atemorizar a todos los ancianos. No voy a extenderme en la crítica a la irresponsabilidad periodística que tanto me enerva.
El caso es que he empezado a imaginar mi aspecto con barba de varios días o semanas, con este pelo desarreglado que me está empezando a clarear y directamente he visto el pulgar del emperador señalando hacia abajo. Si a mi estado convaleciente y mi mediana edad le sumamos una barba pordiosera y un virus con forma de corona, me temo que los doctores, según me vean me van a desahuciar. Así que entenderéis que haya salido como un poseso al supermercado a vaciar las estanterías de Gillettes, que tras la torpeza del gobierno de cerrar las peluquerías, mi vida corre peligro. Afeitaros y si os llevan al hospital poned cara de jóvenes robustos que os vais a salvar, aunque os estéis muriendo por dentro… os lo dice un experto psicopredicador.

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