lunes, 9 de marzo de 2015

EN FEBRERO, A DIETA

A finales de febrero siempre adelgazo. Es una buena terapia para afrontar la primavera y la operación bikini con más optimismo. La dieta es sencilla, basta con combinar tortilla de patatas sin sal, con espaguetis con tomate, lentejas sin chorizo, cous cous con mucha verdura, pan con mantequilla y mermelada para desayunar y enormes cantidades de te, bien cargado de azúcar. Hay que saber muy bien resistir a las tentaciones y no aceptar ningún festín en forma de pinchitos viscerales de cabra o camello. Es importante que además muevas un poco el esqueleto, cargues unas cuantas maletas, te des unas carreritas por el desierto y lleves a cuestas durante todo el día una mochila de más de diez kilos. Eso sí, por la noche, para cumplir con el plan, hay que dormir sobre el suelo, con algo de frío, tapones en los oídos para no despertarte con tus propios ronquidos o con esa voz lejana que te canta al amanecer. También es recomendable mantener prietas las filas en cuanto al ritmo intestinal para evitar visitar en demasiadas ocasiones al agujero negro. El plan es infalible y cada año dejo en el camino mis tres o cuatro kilitos, que en una semana es todo un logro, aunque no os preocupéis que tardo bastante menos en recuperarlos.
Son ya quince los años que llevo viajando a los campamentos saharauis de Tindouf y tengo que reconocer que este año iba con menos ganas que otras veces. En parte porque ya se ha convertido en una rutina el ritual de la última semana de febrero, pero también porque leía en las caras de muchos de los míos, y no tan míos, cierta preocupación por esas cosas tan feas que pasan en algunas partes del mundo musulmán. Evidentemente no hice caso a ninguna de las dudas y tiré de información, lógica y sentido común para concluir que no era ninguna locura lo que hacíamos y que haberlo cancelado hubiera supuesto, por un lado, la claudicación ante los violentos y por otro, dar la espalda a nuestros amigos saharauis. No era justo, ni era necesario, aunque sin duda hubiera sido más cómodo y no hubiera puesto en peligro las cuentas corrientes de todos vosotros que, estoy seguro, habríais contribuido a pagar mi rescate. Perdón, lo retiro, no se pueden hacer bromitas con este tema, es un pacto de caballeros que tenemos entre todo el equipo que viajamos allí y no está bien que ahora yo lo rompa.
Pues a pesar de una cierta inquietud previa por el peso de la responsabilidad, tengo que reconocer que pocas veces me he encontrado más a gusto y seguro en aquel terreno, por naturaleza inhóspito, en aquel escaparate de la injusticia mundial. Trabajando con ilusión y buen rollo en un equipo de verdadera buena gente, gente buena; bromeando y entendiéndome con mi brother Brahim y sus lugartenientes locales; sintiendo la permanente complicidad del mio caro Mattia; disfrutando viendo a cientos de participantes disfrutar de una experiencia única; tratando de escapar sin conseguirlo del politiqueo, que tampoco allí me gusta y sobre todo, por encima de cualquier otra cosa, abrazando, jugueteando, charlando y emocionándome con mi familia, en mi jaima. Dumaha, Mohamed, Minetu, Ali, Mohandahmed, Saleh, Ayoub y Hamdi no leen este blog, pero saben lo mucho que les queremos todos y cada uno de los que alguna vez hemos invadido su jaima.
Por eso mi dieta de febrero no cambia, disfruto encantado de ese te pringoso que nos ha contagiado a todos el resfriado del abuelo, de esas intensas conversaciones mirando a las estrellas mientras nos lavamos los dientes y de los interminables saludos que nos despiertan cada mañana. Por supuesto que sí, en febrero, aunque sólo sea una vez al año es imprescindible esta dieta fantástica que te deshincha los michelines y te "resetea" el cerebro. Asignatura obligatoria.

1 comentario:

  1. Entonces, esta claro, que la foto os la hicisteis nada mas llegar ........

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