jueves, 17 de septiembre de 2015

ICETA ON DANCE

No muchos podréis decir que me habéis visto bailando. No lo estilo porque no tengo estilo. Aunque reconozco que me gustaría y los pesados de las fiestas siempre me insistan para que lo haga, el baile es para mí y otras muchas personas la expresión máxima del ridículo. Por eso uno, que es tímido y tiene un desarrolladísimo sentido del ridículo, opta por estarse sentadito o menear el gin-tonic de un lado a otro siguiendo el ritmo de la música. Cuando no tienes un cuerpo de atleta, no eres flexible y, lo que es peor, no coordinas tus movimientos como para poder mascar chicle y andar a la vez, es mejor que no hagas muchos alardes en la pista de baile. Esa es mi teoría.
Ahora bien, el hecho de que me den vueltas los ojos mientras hago la mayonesa o tenga que mirar a las manos del vecino para seguir el ritmo de las palmas en los conciertos no significa que no tenga derecho a bailar como cualquier otro ser de los que habitan este mundo. Incluso Miquel Iceta tiene ese derecho.
Si, lo reconozco, yo también me pregunté que dónde iba el PSC con ese candidato tan poco carismático en un país donde nunca nadie ha leído un programa político y solo se vota por la simpatía y empatía que puedas tener por el cabeza de lista del partido en cuestión. Todos pensamos que ese candidato no era bueno, era mediocre, no transmitía, no tenía carisma. Igual da su preparación, su inteligencia, su proyecto, su trayectoria y si es buena o mala gente. Así es la política de ahora, pura estética, puro maquillaje, puro racismo.
Obama es presidente por ser negro, pero no demasiado oscuro. Sánchez es cabeza de lista por ser alto y guapo. Pablo Iglesias sin coleta perdería muchos votos... Son cuestiones de imagen y marketing y los partidos lo conocen muy bien y lo cuidan; por eso se cuestionaba todo el mundo la idoneidad de elegir a Iceta y si lo hicieron fue porque sabían que iban a perder y porque entre sus rivales estaba Oriol Junqueras.
Os pensáis que estoy hablando de coña, pero voy en serio. Si el baile de Iceta lo hubiese hecho Pedro Sánchez o Albiol o Romeva, no hubiera creado ningún revuelo, pero resulta que Iceta es bajito, gordito, tiene brazos cortos, manos pequeñas, es calvo y lleva gafas. Lo suficiente para que la España justiciera lo ajusticie políticamente como el ridículo esperpento, el bufón, el pelele de nuestras fiestas patronales. Como si no fuésemos un país de calvos bajitos y gordos, como si no hubiésemos visto ese mismo espectáculo en cualquier boda a la que asistimos.
Así es, estamos jugándonos el futuro de este territorio, país y nación, en unas circunstancias socio económicas preocupantes, con un entorno mundial de echarse a llorar y resulta que el problema es que al terminar un mitin un candidato ha bailado (cosa que hacen casi todos los candidatos en casi todos los mítines), pero que el que lo ha hecho es el feo, el que tiene que quedarse en la silla viendo como bailan los demás. No hombre no, Iceta tiene el derecho y además baila con cierta gracia y siguiendo el ritmo de la música; quizás por eso ha perdido su sentido del ridículo. Yo, que de algún modo le envidio, paso de ser un crítico a un ferviente seguidor. Di que sí, Miquel, amb dos collons.

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