martes, 15 de septiembre de 2015

INACCIÓN E INANICIÓN

Qué palabras más parecidas. Una lleva a la otra y la otra lleva a la una. Normalmente la inacción de los poderosos lleva a la inanición de los débiles; una operativa que se repite una y otra vez en la historia reciente de este planeta. Tras el shock provocado por Aylan y Petra todos pensamos que la maquinaria se pondría en marcha, los cascos azules y de todos los colores saldrían a parar el triste espectáculo y los políticos se pelearían por hacerse la foto más enternecedora con un niño refugiado. Pero no, ni siquiera ante una cuestión de lesa humanidad hemos conseguido darle brillo a la mediocridad política que nos dirige.
Dicen que es normal, que es muy complicado tomar decisiones, que no todo el mundo opina igual, que son muchos a ponerse de acuerdo, que hay que analizar las consecuencias, que habrá que ver cómo se paga todo, que si estos entran deberían entrar otros muchos y que es muy fácil opinar cuando no se tiene que decidir. Las autoridades europeas están dando muestras una vez más de su enorme capacidad de inacción, de su lentitud, parsimonia y maestría para marear la perdiz, consiguiendo que hasta el más forofo europeista pase a ser escéptico empedernido. El espectáculo del éxodo televisado con decenas de miles de personas deambulando por el primer mundo, humillados por robustos polis húngaros, alimentados como monos en la jaula y muriendo en la ruta hacia no se sabe donde, es una vergüenza que la historia grabará en el debe de nuestra sociedad y nuestros líderes.
No es fácil, por supuesto que no, pero tampoco tan difícil. No se puede resolver la guerra en una semana, ni se puede equilibrar el pulso de fuerzas de la zona más explosiva del mundo, ni dar cobijo infinito a todos los migrantes, pero con esta inacción modelo Rajoy, no se consigue ganar tiempo sino todo lo contrario, complicar cada vez más la solución. Tienen miedo de tropezar y por eso no dan ningún paso.
En estos casos me gusta tirar de lógica infantil, que suele ser la más eficaz. Si se va a acoger a un importante número de refugiados procedentes de Siria (vía Turquía), lo primero que habría que hacer es poner cierto orden allí, evitando la dramática carrera de barcos hinchables para llegar a las Islas Griegas cuyo único perverso sentido es ejercer la selección natural para descartar a unos cuantos que se ahogan y asustar a otros que no se atreven a emprender tan arriesgado crucero. Si el mensaje es que se acogerá a los que lleguen, no es que estemos haciendo efecto llamada, es que hemos dado el pistoletazo de salida de la carrera de pateras de plástico.
Turquía es un país de la OTAN, supuestamente aliado y con quien se puede hablar, a pesar de ser el desencadenante de esta crisis de los refugiados. Europa tiene capacidad logística y económica suficiente para gestionar los registros y solicitudes de ingreso desde fuera, impidiendo que se jueguen la vida, que deambulen sin rumbo y que elijan destino de forma "caprichosa". Desde allí cada país gestiona el traslado de su cupo, evitando que sean las mafias las que se erijan en despiadadas agencias de viajes. Si se aprueba un reparto por cuotas, la Unión debería ser contundente y obligar a todos sus miembros con serias amenazas económicas (que son las únicas que funcionan) como cuando nos obligan a cambiar los campos de trigo por los girasoles.
Esa dureza que se ha exhibido con Grecia por sus deudas habría que exigírsela ahora a los capos del euro contra todos los que están ondeando banderas fascistas y mensajes faltos de moral e indignos de esta Europa supuestamente civilizada. Me gustaría ahora oír gritar a muchos de los políticos que tanto chillan por estupideces y que ahora, en el momento de dar el puñetazo en la mesa en Bruselas no se sabe dónde están.
Los siguientes pasos tampoco son tan complejos. Tenemos polideportivos como para albergar provisionalmente a toda Siria, la iglesia me consta que también tiene algún local y que ya lo ha ofrecido, las ONGs se ofrecen a poner su grano de arena y somos una sociedad comprometida y solidaria dispuesta a hacer el resto hasta que la zona del conflicto haya vuelto a la tranquilidad. No estoy hablando de abrir fronteras (eso sería otro debate que se mezcla con el nacionalismo y otros muchos ismos), sino de marcar unas reglas claras, actuar con contundencia, pero resolviendo con rapidez. Si no lo hacen ustedes, lo haremos nosotros.
Qué fácil es hablar, me dirán. Más fácil es callar, dejar que la inacción lleve a la inanición y que el tiempo arregle el problema, como en Ruanda, como en Bosnia...


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