miércoles, 5 de septiembre de 2012

POLLO HELADO

De pequeño recuerdo ver camiones frigoríficos con el rótulo "Pollos y helados". Nunca lo entendí porque no veía ninguna relación entre un helado y una gallina, ni podía imaginar que un pollo se podía congelar, así que opté por lo más fácil, pensar que era una errata o que realmente polo se escribía con elle. A partir de entonces siempre pensé que en el camión frigorífico viajaban polos y helados, que es lo lógico. Pobres pollos.
Más tarde descubrí que en el congelador puedes encontrar de todo, desde el polo de sandía que tu hijo está haciendo con el jugo sobrante del postre, a la cerveza explotada de tu mujer, a un montón de huesos de no sé qué mamifero, a tres salmonetes reveníos pero con una infinita capacidad para perfumar a todos sus compañeros de habitación... hasta al mismísimo Walt Disney.
Lo sé porque este verano hemos pasado varios días con el "Federico" roto, que diría Eugenio. La puerta del congelador no cerraba y se quedaba abierta día y noche, con el enorme trastorno que supone; se empieza a crear una gran capa de hielo en las paredes, los alimentos cercanos a la puerta se empiezan a descongelar y por momentos crece la angustia familiar. En esos momentos es cuando sale lo mejor de un padre de familia, que se arma de alicates y destornillador y empieza a despegar tiras de hielo de las paredes, nivela las cuatro patas del cacharro, enciende y apaga veinticinco veces el artefacto y ya, al final, con el orgullo herido, tira de instrucciones y busca en la página 27 "problemas frecuentes", hasta encontrar "la puerta no cierra" donde te remiten a la página 41 "posibles soluciones", donde te consideran un inútil con consejos apropiados para mi hijo pequeño. Me siento insultado y como no encuentro solución trato de leerlo en inglés, francés y Esloveno, pero además de seguir sin arreglarlo, compruebo que domino mejor el castellano.
Estoy a punto de claudicar y pasar por la peor de las humillaciones: llamar al servicio técnico; el problema es más complejo de lo que parece, se trata de una despresurización por el exceso de hielo o algo así. De hoy no pasa, tengo que llamar a la casa. Suena el timbre, es nuestro amigo Billy que viene a revisar el aire acondicionado y aprovecho para lanzar una indirecta: "Tú que sabes de frío, por qué no le echas un ojo al congelador, que no cierra y nos está volviendo locos..."
-"Claro que sí, ¿por qué no?... A ver... Síiiiiii, es esta bandeja de pechugas de pollo, que choca con la puerta y no la deja cerrar... Señora, son 100 euros... Ja, ja, ja."
Ay, si hubiesemos hecho caso a las instrucciones, lo ponía clarísimo.

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