miércoles, 21 de noviembre de 2012

ENFERMEDIZOS

Decimos de la envidia, de la rumorología y de otras malignas costumbres que nos unen a los españoles, pero sin lugar a dudas, la que más placer causa a todo descendiente del Cid es hablar de enfermedades. De los conocidos, los familiares y si hay un poco de suerte, de uno mismo. Que grandes narraciones puede escuchar uno en el mercado, en el taller mecánico o en la peluquería, hablando de la hernia discal del marido de la vecina, del azúcar alta de la suegra, de la cadera renqueante del abuelo o de la menopausia mal llevada de la taquillera del Metro. Por Dios, qué angustia.
Me gustaría analizar en este psico-blog el por qué de ese sadismo, torturando a nuestros amigos con todos los detalles víricos y bacteriales que van destruyendo nuestros cuerpos. Si además se añade un poco de drama, el intérprete suele crecerse: “le han dicho que le quedan cuatro meses de vida” y entra a detallarte todos los síntomas, las operaciones y los entresijos y gallinetas del paciente.
Y uno, que tiene el hipo condriaco y que es algo paranoico depresivo, empieza a notar como se le hincha la próstata, se le acelera el miocardio, se le embolia todo el cráneo y entra en estado metastásico perdido. Con lo que mola hablar de cosas buenas, de lo potente que está la vecina de tu jefe, del cochazo que tiene el jefe de tu vecina, de lo bien que te salen los brioches de alcachofas o de los kilos que vas a perder con la dieta Duncan Dhu… Cómo puede el ser humano disfrutar tanto contando desgracias, enfermedades, accidentes o muertes. No va de coña, fijaos la competición que se monta cada vez que alguien se muere, como se pone en marcha una auténtica carrera por ser el más rápido en difundir la noticia. Y siempre que llegas a meta, se te ha adelantado alguien. Qué tiempos aquellos del Diario hablado de RNE con los avisos del final “Se ruega a Don Fulanito de Tal, que viaja por Murcia, que se ponga en contacto con sus allegados, por causa familiar grave”. Así molaba mucho más enterarse de las malas nuevas, siempre había un poquito de intriga, no lo de ahora, que antes de morirte ya estás clínicamente muerto.
PD. Hoy me apetecía escribir de la mula y el buey, pero iba a decir tantas animaladas que alguien lo iba considerar una ofensa y... ¡Dios me libre! 

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