miércoles, 26 de octubre de 2011

AL SUELO TODO EL MUNDO

Ya sé lo que significa ser un intelectual. Lo saben mis brazos, mis riñones y mis pulmones. Los brazos por cargar con tanta sabiduría; los riñones por subir y bajar cajas repletas de inteligencia; los pulmones de respirar el polvo que desprenden las letras y que se almacenaba en las estanterías después de varias décadas. Por supuesto que eso no me permite presumir de intelectual porque no lo soy, ni lo seré nunca, pero sí de hijo de intelectuales porque alguien que almacena tal cantidad de libros y que se ha leído la gran mayoría no puede recibir otro calificativo.
Seguimos con las agridulces labores de orden y desescombro en casa de mis padres y en los últimos días le ha tocado el turno a la magnífica biblioteca. Digo agridulces no porque los libros sean de cocina china, que también los hay, sino porque tiene una parte triste que implica el cambio generacional y la ausencia de mis padres, y otra parte agradable e incluso divertida, que supone recibir un montonazo de libros buenísimos y repartirlos con bastante guasa entre los hermanos. Nos hemos repartido los libros por autores y turnos. Para ti, Baroja; para mí, García Márquez; para él, Kundera; para ti, Unamuno; para mí, Bernhard; para él, Machado... Y así hasta acabar con todo lo interesante y entrar en una segunda fase mucho más compleja, la de los libros raros, peculiares y malos. Tras varios días y muchas horas, el asunto derivó en un descarte en el que decidimos que varios libros tenían que ser condenados a iniciar una nueva vida en la Cuesta de Moyano, El Rastro o el Punto Limpio. Así que al grito de Tejero de "Todos al suelo" allí se fueron amontonando un buen número de manuales de autoayuda, de medicina, de fallidos y deprimentes tratados para curar la depresión; guías anticuadas de turismo, fáscículos y colecciones ya obsoletos, enciclopedias sonoras con cassetes, las precursoras de You Tube... Incluso varios curiosos ejemplares de sexo: "Vida sexual sana" y "Marxismo y sexo". Tengo que reconocer que este último me hizo gracia porque imagino que sería algo super subversivo en los años setenta y era una buena forma de leer todo lo prohibido en un mismo libro. Dí por hecho que se trataba de algún regalo que le habían hecho a mis padres, porque nunca puedes pensar que tus padres piensan, hablan o leen de sexo; luego recapacité y pensé que si yo estoy aquí quizás es porque alguna vez sí que lo tuvieron presente... Y se lo agradezco.
El reparto concluyó con un diccionario enciclopédico de la provincia de Guadalajara que no me atreví a tirar por nuestros actuales lazos alcarreños y un pequeño librito de "chistes de mariquitas". Tras una carcajada colectiva decidimos tirarlo a la basura porque ahora no está políticamente bien visto tener este género literario. Tranquilos, que antes de tirarlo me leí unos cuantos chistes... Ya os contaré alguno.

3 comentarios:

  1. Nunca se me ocurriria hablar de la vida sexual de los padres, del marido, de la hermana de mi esposo, pero por la foto que has colgado, el libro de "vida sexual sana" fue muy leido. Pero la pregunta es ¿ exite la vida sexual insana?...¿será cuando a tu pareja le huelen los pies?¿o si tu pareja tiene litosis?¿ o cuando la tiene muy...?

    Lamujerdelhermano

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  2. Para mi el reparto de libros ha sido otro regalo caido del suelo, digo del cielo. Llevo varios dias vaciando mi librería donde se acumula lo que he leido en los ùltimos años para sustituirlo con parte de los libros que nos han tocado. Una buena colección de literatura rusa, latinoamericana, española y un buen surtido de de todo un poco. Un lujazo. No necesito volver a comprar casi nada en lo que me quede de vida para leer. Y además un montòn de libros de arte, de esos que siempre miras y nunca compras.

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