lunes, 26 de diciembre de 2011

MI MALA SANGRE

Me han pillado. De esta no sé cómo voy a salir... o me quitan todos los puntos o me meten preso o me retiran la custodia de todos los animales de compañía que tengo en casa, que son bastantes. "El lunes a las nueve tiene usted que venir a hacerse una analítica completa", me dijo el visionario doctor que me va a enderezar la espalda. Y yo como un borreguito obedecí. ¡Hay que ser gilipichas!. Os podéis imaginar el resultado. Me lo entregan el viernes, pero estoy convencido que me lo dará un juez o una pareja de la Guardia Civil. No es para menos, a juzgar por los síntomas: Todavía tengo una pronunciada fotofobia y no puedo salir a la calle sin gafas de sol, mi cerebro se balancea a cada paso que doy golpeándose con los parietales y provocándome una insoportable cefalea, sigo yendo a mear cada media hora y el cosquilleo en los dedos de las manos, denota que el exceso de alcohol en sangre sigue siendo notable.
Es de sentido común que no hay que hacerse un análisis el 26 de diciembre porque uno corre el riesgo de que sus valores estén algo alterados por las catorce cañas del aperitivo-comida-merienda del sábado, por la incalculable cantidad de vino blanco, seguido de vino tinto, seguido de cava, seguido de Gin Tonic; vamos, que no descarto que tenga por lo menos un 4% de sangre en el alcohol que corre por mis venas. También es bastante posible que el ácido úrico, el colesterol, el clembuterol, la glucosa, la testosterona y el hematocrito estén tan pasados que pueda abastecer durante toda una temporada a medio Tour de Francia. Langostinos, besugo, centollo, pavo, foie, berberechos, turrón, polvorones están aun peleando en mi abdomen cogiendo número para ser atendidos por cada una de las glándulas o repugnantes órganos que ahí dentro habitan. Lo dicho, es de sentido común no hacerse análisis ni subirse a una báscula el día de San Esteban, pero es que uno carece de ese tipo de sentido.
Es curioso pero las enfermeras estaban comentando con cierto retintín que las fiestas y las comilonas sientan muy bien a todo el mundo porque tenían vacía la consulta. Es lo bueno de las fiestas, que sirven para olvidarse de los dolores y las penas y tomarse la vida con un poco más de cachondeo. Como el invidente que nos deseó suerte tras vendernos el cupón en el bar de las catorce cañas: "A ver si nos toca y nos cogemos un buen ciego". Por cierto, no he mirado si ha tocado... pero por si las moscas voy a ir enfriando las cervezas.

1 comentario:

  1. Te pido por favor que publiques los resultados de ese analísis. Luego,la deopresión y la hipocondria, es más facil de llevar entre todos.

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