domingo, 12 de febrero de 2012

LOS PUEBLOS Y LA GUERRA

Un antepasado nuestro, cada vez que entraba en su pueblo, decía: "¡Qué asco de pueblo! Yo me reía y no entendía porque lo decía con tanto resentimiento. Ahora voy comprendiéndolo.
En mi pueblo hay un vecino que no puede pintar la fachada de su casa porque para ello tendría que poner un andamio durante un par de días en un terreno de su vecino y este no le da permiso. En mi pueblo hay una casa en la que no puede llover, porque el agua del tejado vierte hacia la tierra de un vecino, que no lo permite; ese mismo vecino no deja que el dueño de ese tejado ponga un canalón para recoger el agua. En mi pueblo hay una antena parabólica anclada en las tejas de una casa porque su vecino no le deja que sobresalga ni un centímetro de los límites del tejado. En mi pueblo han cortado un árbol de la calle porque un vecino no aceptaba que una rama sobrevolara su terreno. En mi pueblo la fuente no tiene agua porque un vecino no deja que pase la tubería por debajo de su tierra. En mi pueblo un vecino se hizo un banco en la puerta de casa y su vecina se lo destruyó. En mi pueblo se hunden casas porque hay hermanos peleados que no se ponen de acuerdo para arreglarlas. En mi pueblo no se pueden coger las nueces de los caminos porque si te ven te regañan por ladrón.
Mi pueblo es una maravilla y su gente es encantadora, pero, como en la mayoría de pueblos de nuestra geografía, el peso de los años, el roce provocado por la cercanía y la suma de infinitas anécdotas hace que siempre haya conflictos latentes escondidos en cada esquina. Cuando nos reunimos los amigos en torno a una botella de vino y comentamos alguna de estas "tiranteces" siempre acaba alguien recordando el nombre de Puerto Urraco. A mi me sirve para visualizar lo que debe ocurrir cuando la guerra llega a un pueblo, cuando por otros motivos distintos a los locales, tu país entra en guerra y la gente, hasta entonces inofensiva, pasa a tener armas y licencia para matar. Las pequeñas rencillas pasan a ser argumento para matanzas y los odios acumulados se escenifican de la forma más cruel. Eso pasó en España hace no tanto tiempo. Eso que tan poco nos gusta recordar, por eso tenemos tanto miedo a la Memoria histórica, porque pensamos que puede traer de nuevo ese odio. Yo creo que es bueno saber y recordar para que no vuelva a ocurrir.
A mis hijos se lo digo cada vez que se ponen a jugar a juegos de guerra en la PlayStation o que me piden que les lleve al Paintball. Yo les explico que si vieran lo que realmente es una guerra, quizás no les gustaría tanto jugar a ellas. Pero esta batalla la estoy perdiendo y siempre me terminan venciendo, que no convenciendo, con los mismo argumentos: "Papá, todos los niños de clase juegan a esto", "Pero si sólo es un juego, es todo de mentira", "Venga papá, si son sólo 5 minutos". Lo que no les permitiré nunca es tener un arma, aunque sea de juguete en el pueblo...Que las carga el vecino.

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