jueves, 30 de agosto de 2012

LA GUERRA DEL AGUA

Cuando uno es joven la sangre revolucionaria te rebosa de las venas, crees que vas a cambiar el mundo con un par de movimientos. Cuando maduras lo intentas, pero no terminas de estar satisfecho con la revolución emprendida. Ya entradito en años esa misma sangre fluye mucho más lenta y llena de escepticismo, porque ya se han encargado todos los poderes fácticos de hacerte ver que las cosas son como son, te guste o no.
Y yo venía a hablaros del agua en mi pueblo. Con la sequía, el manantial que nos abastece está casi seco y aunque seamos cuatro gatos, hay que andar con cuidado para no quedarnos secos. La semana pasada, de hecho, tuvimos que imponer algunas restricciones para permitir que el depósito se recuperara. Durante varios días me tocó la labor de abrir y cerrar el grifo y realizar los pertinentes cálculos de consumo y de viabilidad acuífera. Por suerte la cosa no fue mal y no tuve que aguar las fiestas a los vecinos, pero la experiencia me sirvió para comprobar qué desarrollado tenemos los seres humanos el sentido del egoísmo y qué poquito el de la autocrítica.
Durante los días de escasez líquida (¡qué pedantería!) pudimos escuchar todo tipo de argumentos de los distintos vecinos para no poner su granito de agua a la causa: uno lavaba el coche, el de al lado regaba los tomates, el de arriba empantanaba su campo de frutales, el de en frente metía la manguera en su pozo para rellenarlo, el de aquí se duchaba tres veces al día, el otro sacaba brillo a sus motos, el papá mojaba a los niños en su piscina de plástico y el que quedaba encharcaba las plantas de su jardín... Individualmente todos tenían argumentos más que suficientes para hacerlo y si se comparaban con el vecino, su justificación ganaba fuerza... Colectivamente, el depósito se vaciaba irremediablemente.
Tengo que reconocer que el tema me agobió mucho porque comprobé con tristeza lo difícil que es que este mundo prospere. La cuestión técnica se solucionó con tres noches de corte de grifo para que se recuperara el nivel, pero la parte social se quedó herida, sin oír ni una sola voz de autocrítica, de autoinculpación o de solidaridad... Todos mirábamos a un vecino y lo culpábamos de la sequía. Y como me gusta hacer, de una parte hice un todo y pensé que así nunca resolveremos los problemas importantes del mundo como el hambre, siempre será responsabilidad de otro.
PD. Al final descubrimos que hay un mal vecino que rellena su pozo con el agua del depósito del pueblo. Lo tiraremos al pilón, ahora que está seco.

1 comentario:

  1. Pero mira que sois quejicas,o es que ya no te acuerdas cuando hace unos 20 años más o menos compramos esa casita y allí por no haber no había ni cuarto de baño? Lo del agua corriente mejor ni hablamos, viajecitos constantes con chopocientas garrafas a la fuente (cuando tenía agua), y para acarrearlas mejor usábamos el método del palo de escoba,en el que eran insertadas por el asa. Y lo mejor de todo, para los que no lo sepan, las aguas menores y mayores se hacían en la puñetera calle, para lo cual teníamos el famoso set de jugar al golf: azada y rollo de papel higiénico.
    Así que los habitantes actuales de Santamera se han vuelto unos señoritos pijos, ¿para que demonios quieren el agua? con lo diver que era jugar al golf, especialmente en invierno o lloviendo...

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