jueves, 24 de enero de 2013

EL CASCO ROSA


Suena en la radio un anuncio que me invita, casi exigiendo, a "concentrarme en la primera imagen que me venga a la cabeza". Como tipo cobarde que he sido toda mi vida, soy un ser bastante obediente. Algunos lo llaman "calzonazos". Por eso obedezco fielmente a todo el mundo, incluidos comentaristas de cuñas de radio hechas por patéticos creativos de anticuadas agencias de publicidad. De inmediato he hecho lo que me pedían, pero la única imagen que ha aparecido en mi cabeza era la de la señora que circulaba delante mío, vestida con un casco rosa y un abrigo de piel y "pilotando" un scooter coreano. A partir de ahí he empezado a imaginar quién podría ser, cómo sería su cara, a qué partido votó en las últimas elecciones y si le va a seguir votando a pesar de sus prácticas corruptas, cuándo fue la última vez que comió en un restaurante macrobiótico, en qué lugar se enamoró de ti y cómo evita que le entre frío en las tetas a través de los amplios huecos que hay entre los botones del abrigo.
Luego he deducido que el objetivo del creata no era ese, que quizás tenía que haber pensado en un verde prado escocés, en unos niños girando sonrientes en un tío vivo, o en el calor de la hoguera de casa de mi abuela. Pero como no conocí a mi abuela he tenido que ser más básico y guiarme por la vista y delante de mis ojos estaba tan postmoderno personaje; si hubiera visto un agridulce repartidor de restaurante chino entregando pringosas bolsas llenas de patatas fritas de corcho blanco, también lo habría contado.
El briefing que le habían dado al de la agencia sugería que el espectador tenía que emocionarse al escuchar una música que le iba a recordar a su niñez, pero no contaban con tan gélidos y pánfilos oyentes que no saben desconectar de esa realidad de cascos rosas que nos rodea. A veces he oído a alguien decir eso de "este olor me recuerda a mi infancia" y he tratado de hacer el ejercicio, pero apenas me ha llegado el tufo a aguarrás de los estudios de mis padres, la peste en el baño cuando salía uno de mis hermanos, o el olor permanente a repollo de casa de mi mejor amigo.
Así que, escuchando el do-re-mi-fa-sol de The Sound of Music, que tanto odia uno de mis hijos porque le tocó interpretarla en el colegio, he analizado el árbol genealógico de la mujer del abrigo de piel y el casco rosa. Os avanzo mi conclusión: el abrigo debía de ser sintético, porque sino, el scooter no hubiera sido coreano.

2 comentarios:

  1. Mi casco es rosa, era más barato. ¿Tienes algo que decir? Mi olor de infancia es "sopa y tortilla".

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  2. Matilde ¿y tu para que quieres un casco?....¿ahora vas a la Uni en moto?...que desproposito.

    Mis olores de infancia son a Taladrina y cerveza. Y a mis "aitantos" continuan siendo los mismo, salvo que ahora la cerveza me la bebo de vez en cuando.

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