domingo, 27 de enero de 2013

NOS HA MIRADO UN TUERTO

Llevo varios días conviviendo con Mojtar Belmojtar. Por suerte, solo de pensamiento. Si realmente estuviera en el campamento de El Tuerto, la cosa sería mucho más preocupante. Este siniestro personajillo que tiene amedrentado, con el resto de su trupe, a medio continente africano y a los extranjeros que viajan a la zona, me persigue día y noche. Por sus amenazas en varios medios informativos, por algunos reportajes televisivos que he visto y las confesiones de unos de sus secuestrados, que ayer estuve leyendo en el periódico, el barbudo terrorista está ocupando demasiado tiempo en mi cabeza. De hecho hoy me he sorprendido bromeando con mi hijo pequeño, al que he llamado varias veces Belmojtar, sin que él entendiese el por qué.
La última semana ha sido muy dura. Después de seguir el sangriento desenlace del secuestro de Argelia y las preocupantes noticias que llegaban de Malí, hemos estado sumidos en un mar de dudas, negociaciones, consultas y presiones. En tan incierto escenario no resultaba fácil seguir adelante con la organización del Sahara Marathon, pero tampoco era fácil lo contrario. Muchos corredores consultando con lógica inquietud; la mayoría partidarios de cancelar, otros empeñados en seguir adelante. Diálogo institucional al más alto nivel con la diplomacia necesaria y el objetivo de consensuar la decisión. Llamadas y mails que van y vienen de Madrid a Bolonia, de Bolonia a Barcelona, de Barcelona a Rabuni... pasando por Alemania, Suecia, Estados Unidos, Rusia... Este humilde ordenador llegó a pensar que trabajaba en la O.N.U.
Al final la lógica se impuso y con gran frialdad hubo que aparcar el corazón y usar la cabeza para tomar la decisión más responsable que se podía tomar, aplazar la prueba y el viaje. El argumentario que ha ido y venido durante todos estos días, ocupa varios folios con contundentes antecedentes y ambiciosas propuestas para el futuro próximo, pero carece de tinte emocional. Desde que empezó la crisis, hubo un pacto no hablado entre nosotros y es que la decisión no podía estar teñida por motivos personales, laborales o económicos.
Y los hemos cumplido, porque sino, el avión estaría calentando motores para viajar. En lo económico, buena parte de los gastos que acarrea una prueba así ya se habían realizado y será difícil recuperar la totalidad. En lo laboral, el viernes, además de echar por tierra las ilusiones de dos centenares de corredores solidarios, tiramos a la basura el trabajo de varios meses de gestión de inscripciones, preparación de materiales, información a participantes, coordinación del proyecto y encima ahora, todavía hay que seguir gestionando la cancelación. En lo personal, no hacía falta hablar con nadie para saber que en la familia, aunque respetuosamente no me dijeran nada, no les hacía mucha gracia que nos fuéramos. Y que decir de la otra familia, la gran perdedora, Dumaha, Mohamed y los niños, que esperan contando las horas la llegada de la última semana de febrero para recibirnos con los brazos abiertos. Todo ello quedó al margen para tomar la difícil decisión, pero ahora sí: ahora, me cago en Belmojtar y todo lo que le rodea.

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