domingo, 29 de enero de 2012

UN PAÍS EN OBRAS

El Ayuntamiento de Madrid puso en marcha en su día una web para que sus ciudadanos avisaran o denunciaran posibles baches en la calzada de sus calles. El anuncio iba acompañado de una de esas ambiciosas e irrealistas promesas que los políticos hacen cuando se les llena la cara de flashes y la boca de micrófono. Se comprometían a reparar el bache en tiempo récord con una patrulla de urgencia. Pero su gozo en un bache o mejor dicho, el gozo de los madrileños, porque la web tuvo tanto éxito que miles de personas llamaron a reclamar por esos agujeros que tan bien conocemos todos nosotros en nuestro barrio. Sí, esos que sabes que están allí pero en los que sigues metiendo la rueda cada día. La campana, en forma de crisis, salvó al político de turno que evitó ese ridículo espantoso excusándose con que había que evitar gastos supérfluos y que nuestras llantas todavía pueden aguantar unos añitos sumergiéndose en los boquetes de la ciudad.
Me acuerdo de Dani de Vito y su comentario sobre las obras en Madrid: "Cuando encuentren el tesoro será una ciudad preciosa". Y eso mismo le ocurre ahora a la mitad del país. De golpe y porrazo hemos pasado de la época bollante de los polideportivos, aeropuertos e infraestructuras faraónicas por doquier, al cierre de grifo más estricto. Llegamos a situaciones tan ridículas como obras que se iniciaron en el plan "e" para reactivar la economía y se dejaron en el dique seco cuando entró el plan "d" para reducir el déficit.
La economía se apoderó de la política, el famoso estado del bienestar empezó a encontrarse mal y el país se fue quedando congelado como sus presupuestos. Por poneros un ejemplo, la carretera que va desde Sigüenza hacia Soria, que nosotros cogemos todos los fines de semana, estaba siendo reparada este verano, después de largos años de reivindicaciones para que acabaran con los baches y ensancharan una vía tremendamente peligrosa. Y en eso llegó la Cospe y por real decreto retiró las apisonadoras y las asfaltadoras que ya habían empezado su trabajo. De un día para otro se marcharon y dejaron los agujeros, las zanjas que hicieron a los lados, e incluso los palos de madera para marcar los límites del asfalto... El peligro ya existente, multiplicado por dos. Eso sí, como es previsible que cualquier día se mate alguien y para evitar que le lleven el féretro a su despacho, nos dejaron puestas las señales de obras y el límite de velocidad a 30 km/h, para que si nos matamos sea por nuestra culpa.
Mientras tanto, se sigue adelante y a un buen ritmo con una obra salvaje que está arrasando campos, talando árboles y realizando un auténtico destrozo medioambiental para tender un inmenso gaseoducto que cruza toda la provincia y que imagino que viene desde África y va hasta Europa. No he oído a nadie quejarse de esta "autopista" que nos destroza el paisaje con una obra que llevan a cabo cuadrillas de obreros italianos... Y el Seprona persiguiendo motos. Cuánta hipocresía.

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