lunes, 30 de julio de 2012

MI RESCATE

Aprendí a conducir con diecisiete años y cuando cumplí los dieciocho me saqué el carnet en Autoescuela Gaviota, "el que no aprueba es idiota", ese era su slogan. Desde entonces nunca me habían insultado tanto al volante como ayer.
Fue en Luarca, bonito pueblo pesquero asturiano, en una calle de un solo carril pero dos direcciones. El ayuntamiento está de recortes y ya tiene excusa para no regular la circulación de ese complicado tramo con un semáforo o un agente. Lo cierto es que tampoco lo hicieron cuando "vivíamos por encima de nuestras posibilidades".
La casa en la que hemos pasado unos días de descanso está justo en mitad del conflictivo tramo y todos los días hemos asistido a algún rifi rafe, pero ayer el asunto se nos fue de las manos. De un lado, señor gordo y bruto que no frena y se mete hasta dentro de la calle a pesar de ver que viene un coche de frente; del otro, abuela que lleva a su nieto a la playa y tampoco ha hecho caso a las señales. En el balcón de la casa, el árbitro, servidor, que salió ante los gritos de los dos energúmenos que se negaban a dar marcha atrás y empezaban a acumular coches detrás suyo. El hombre hizo valer su posición de sexo fuerte y cráneo pétreo para no moverse de allí y obligar a la nerviosa y acongojada abuela a dar marcha atrás. La calle es estrecha, a un lado la ría, al otro coches aparcados (entre otros el mío). Esa fue la causa de que el mencionado árbitro bajase a toda leche a poner orden en el asunto, porque la buena señora retrocedía haciendo zig zag de coche a ría y de ría a coche y sinceramente no me apetecía tirarme al agua a salvar al nieto y rematar a la abuela y mucho menos quería ver mi coche más arañado de lo que está. Por eso tiré de egoísta solidaridad y me ofrecí a sacar a la abuela de ese atolladero.
Como podéis imaginar, con mis dotes de piloto saqué el coche en un momento, a la vez que tranquilizaba al pobre chaval, que sentado en su sillita me decía "no, si por algo no quería yo ir a la playa con la abuela". Cuando llegué al final de la calle me hice merecedor de una sonora bronca: todos los conductores que llevaban varios minutos atrapados en el embudo empezaron a pitarme e insultarme, pensando que yo era el causante del altercado y la abuelita, en lugar de darme las gracias, me azuzó al gordo-bruto-chulo diciéndole que yo había dicho que él tenía la culpa. Se paró junto a mí con ganas de bronca, me soltó varios insultos acabados en "u" y educadamente se despidió con un sonoro "váyase usted a tomar por culo".
Así que le devolví el nieto, el coche y las llaves a la abuela y me volví a mi balcón, deseándoles a todos el peor de los rescates... que les intervengan cuanto antes.

2 comentarios:

  1. Eso te pasa por meterte donde no te llaman...
    jajaja!!!

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  2. Jajaja , hacia tiempo que no te leía Diego estoy tan liada que no tengo tiempo de nada y la verdad lo siento porque tienes el blog más curioso de toda la Blogosfera!!
    Por cierto yo también me saqué el carnet en la Gaviota y mis hijos!!
    Aun existe!!
    Un besazo

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