miércoles, 30 de noviembre de 2011

EL LECHO DE MUERTE

Creo que voy a sobrevivir, lo siento. Me dio fuerzas saber que la entrada de ayer le gustó a Edu Madina. El alien sigue por aquí pero está a punto de ser derrotado por mis fuerzas especiales "Ibopru" y "Paraceta". Eso sí, me he pasado el día en cama y sigo. Si digo "en la cama", soy un vago, pero si digo "en cama", estoy malito. Tiempo suficiente para recuperar el sueño perdido con la melopea vírica de anoche, para darle un último empujón a un libro que se pudría en mi mesilla y para darle al coco. Realmente uno no puede pensar demasiado cuando se encuentra mal pero con la vista perdida y entre cabezada y cabezada, surge alguna reflexión.
Por un día me he puesto en el lugar del moribundo y de su obsesiva mente y me he dado cuenta de lo importante que es tener una buena Ley de Muerte digna y cuidar el lecho de muerte de un enfermo. Uno pasa largas horas moribundas en una habitación y termina obsesionándose con los detalles del entorno que le rodea. La mayoría de la gente muere en una fría sala de hospital con la insoportable presencia en sus últimos recuerdos de una pequeña televisión de monedas, un cacharro para colgar el suero y un crucifijo barato. Ayer, mi lecho de muerte era algo más atractivo, pero mejorable. Atractivo porque frente a mi había un cuadro de mi padre que siempre es agradable y puedes dar rienda suelta a la imaginación. Lo malo es que el cuadro no se ve desde la cama porque como tiene cristal, se refleja la lámpara. Se trata de una lamparucha barata comprada en algún mercadillo e instalada al más puro estilo de la casa, con el cable enredado, sin pegar bien al techo, inclinada y con la estructura de alambre torcida. No es fea del todo y mezclada con el cuadro, hace un efecto que no me disgusta, aunque supongo que el artista no creó la obra pensando en combinarla con el reflejo de una lámpara cutre.
Agradezco la pintura granate que Montse escogió para nuestra habitación y que impide que se vean las manchas de manos y del simple paso del tiempo. Sino fuera así os estaría cantando aquello de "al techo no le iría nada mal, una mano de pintura". Me llegan a la mente otras canciones sobre goteras, como siempre, Nacho Vegas. La tele está apagada. Mejor. Lo malo es que en su opacidad me veo reflejado, hecho una birria, sin afeitar, despeinado y a la enfermedad física se suma ahora la depresión profunda. Me vuelvo a quedar dormido, ya sin Madina, pero al despertarme de nuevo vuelvo a encontrarme con el mismo escenario de todo el día y me planteo una enmienda a la Ley: Los moribundos deberían tener derecho a que les mejoren de vez en cuando su espacio visual, que se lo cambien cada día, que te pongan fotos de cuadros bonitos, de coches estupendos, de carreras de motos, de tías despampanates... a ser posible en bolas. Vamos que me apunto a morir en cualquier taller o cabina de camión. Del resto de detalles de la ley, ya hablaremos otro día.

3 comentarios:

  1. Espero no haber puesto yo esa lámpara.Que te mejores.

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  2. Y que se pueda pedir una última comida, la que más te guste, aunque la tengan que pasar por la turmix, y que no la hagan en el hospital (en cocina, de "los brothers" para arriba).

    ¿Qué os pediríais?

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